Redacción PERÚ21

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Miles de y solicitantes de asilo viven en estos momentos una grave crisis humanitaria. No solo por el trato inhumano que reciben en sus países de origen y en su tránsito hacia , sino porque deben dormir en refugios y calles de ciudades fronterizas expuestos a los altos índices de inseguridad y violencia.

alertó que en zonas como Reynosa, Mexicali y Nuevo Laredo, los migrantes viven en la incertidumbre porque el gobierno de los Estados Unidos los ha obligado a permanecer en México, incluso a quienes han presentado legalmente sus solicitudes de asilo.

En estas ciudades son pocos los refugios donde pueden quedarse porque muchos de ellos ya están en su máxima capacidad. Eso ha obligado a muchos a salir a las calles con dinero limitado y sin acceso a asistencia médica ni legal. Ellos temen por su seguridad y no saben qué les deparará el futuro.

Mientras tanto, la administración del presidente Donald Trump continúa avivando las llamas en torno a su "estado de emergencia" en la frontera con México. Pero cuando los solicitantes de asilo llegan a la frontera, los abusos que ocurren en Guatemala, Honduras y El Salvador –y que están causando que miles de familias tomen la decisión imposible de huir para salvar sus vidas–, se repiten.

Han viajado hasta la frontera buscando protección contra la persecución y contra la violencia y se han topado con ella en más de una ocasión en su paso por territorio mexicano.

“En este punto de la frontera, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, el secuestro está a la orden del día. Por esa razón, los migrantes evitan transitar por las calles porque es muy peligroso”, cuenta Felipe Reyes, psicólogo de que asiste a migrantes, solicitantes de asilo y deportados mexicanos en dos albergues de la ciuda: La Casa Amar y la Casa del Migrante Nazaret.

En ambos lugares, MSF brinda asistencia médica, psicológica y de trabajo social a cientos de personas que continúan llegando a la frontera.

“Es una situación muy crítica, porque los migrantes tienen que lidiar con la tristeza, la depresión, sentimientos de culpabilidad e ideas suicidas que conllevan a la desesperanza. Tienen afectaciones del sueño y sufren de ansiedad debido a que las listas de espera para iniciar los trámites son muy largas y no existe ninguna certeza de refugio para ellos”, señala Reyes, quién junto a otros profesionales médicos  atienden esta clase de afectaciones emocionales todos los días.

Testimonios

José, un hondureño que enfrentó robos y agresiones durante su larga travesía en territorio mexicano, viajó con sus hermanos hasta la frontera mexicana donde planeaban iniciar su trámite de solicitud de asilo, pues las 'maras' en Honduras los tenían amenazados de muerte.

José relata con dolor, el secuestro de su hermana,que ocurrió en cuanto arribaron a Nuevo Laredo.“Cuando bajamos del autobús unos hombres nos jalaron a mi hermano y a mí y a mi hermana se la llevaron para otro lado. Luego de unas horas a él y a mí nos soltaron, pero a ella no. Seguimos sin saber de ella. Pagamos cinco mil dólares de rescate, que era todo lo que teníamos, pero no la han soltado. No sé quién puede ayudarnos. No confiamos en la policía de aquí. Nuestro plan era llegar y comenzar el proceso de solicitud de refugio en Estados Unidos, pero ahora no quiero moverme de aquí hasta no saber qué pasó con ella”, señala.

En el caso de los varones y mujeres que viajan con sus familias, MSF ha visto lo difícil que es para ellos tratar de reconfigurar su identidad después de la huida, con el deseo de alcanzar un nuevo proyecto de vida para sus hijos, entre el temor de vivir en México y con el miedo de tener que regresar a sus países.

“Durante dos años sufrimos extorsiones. Llegó el día en que ya no pudimos pagar más. Hipotequé mi casa y vendimos todo”, recuerda Margarita, mujer migrante de 36 años de Guatemala que llegó a la frontera mexicana con su esposo y sus tres hijas de 16, 7 y 6 años.

“Mi sueño nunca fue el americano, yo vivía bien con mi familia, pero ellos (las pandillas), no nos dieron opción. Queremos seguir las reglas. Aquí nos dieron una visa humanitaria, pero México no es una opción para mí familia”, dice con certeza Margarita quién sufrió un intento de secuestro en la estación de autobuses de Nuevo Laredo.

“Se quisieron llevar a mis hijas, grité con todas mis fuerzas y logramos escapar. Vamos a esperar aquí como nos lo han pedido, antes de solicitar el proceso en la unión americana”, dice con aire de resignación porque sabe que por el momento no tiene otra opción.

A pesar de su corta edad, la hija más pequeña de Margarita es consciente de la difícil situación que ha tenido que vivir su familia. “¿Ya estás cansada?, ¿quieres que nos regresemos a Guatemala?”, le pregunta su mamá. “No, porque ahí te matan”, contesta sin titubear la niña.