Arsal. La guerra en Siria destruyó su casa y lo convirtió en refugiado. Seis años después de llegar al Líbano, Abu Mohamed ahora rompe a martillazos la habitación de concreto que había construido para darle un techo a su familia.
En medio de las montañas de Arsal, región árida y pobre fronteriza de Siria, los refugiados instalados en los campamentos informales trabajan incesantemente bajo el estruendo de las chapas y los bloques de cemento con los que construyeron sus casas.
Las autoridades de Líbano, que temen una instalación permanente de los refugiados, ordenaron la demolición de estas construcciones consideradas como ilegales, y autorizaron solamente el uso de madera y lonas en plástico.
La fecha límite que les dieron inicialmente era el 9 de junio pero fue aplazada por el ejército para el 1 de julio.
En el campamento de Al Nur, los hombres se encaraman en los techos y van sacando las chapas onduladas. Otros, con un martillo o barreras de acero, dan contra los muros para ir haciendo añicos las paredes de estas piezas que construyeron de apenas cinco por cinco metros.
Unos treinta albergues de este tipo ya fueron destruidos y los corredores están repletos de escombros y entre ellos puede verse un fregadero de acero de una cocina que todavía se sostiene.
"Vivíamos en esta habitación, no regresamos, estábamos satisfechos, nos decíamos 'hay personas que sueñan con un refugio así", lamenta Abu Mohamed, de 37 años, que lleva una kufiya roja y blanca para protegerse del sol.
Hoy él, su esposa y sus cinco hijos duermen en la carpa de un amigo con otros refugiados.
"Somos cuatro familias, los unos con los otros, hay más de 16 niños", se lamenta este hombre de unos 30 años.
Oriundo de Homs, en el centro de Siria, llegó al Líbano a mediados de 2013. "Yo quiero volver ¿pero para ir a dónde? No tenemos más casa en Siria, está destruida".
"Allá, las gallinas vivían en una habitación mejor que esta. Al menos no les afectaba la lluvia en invierno", ironiza al mostrar señalar ese lugar que ahora está obligado a demoler.
— No quieren asentamientos —
Los refugios se convierten en hornos en verano y no protegen del todo contra las fuertes lluvias en invierno. Pero siguen siendo más sólidos que las carpas permeables que sufren los azotes del viento.
En total, unos 35.000 refugiados sirios en el Líbano están potencialmente afectados por estas demoliciones, incluyendo 15.000 en Arsal, en el noreste del país, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
En este sector, 4.000 estructuras están afectadas por las medida, explicó el jefe de la municipalidad, Bassel al-Houjeiri.
"El objetivo escondido de la decisión (de las autoridades) es evitar que los sirios se instalen indefinidamente en el Líbano", reconoció. "Como municipalidad, nosotros aplicamos al decisión tomada por el Estado".
Para una gran parte de los políticos y de los libaneses, llegó la hora de la partida de estos refugiados, con frecuencia considerados como responsables de la depresión económica del país.
Con una población de cuatro millones de habitantes, el Líbano acoge entre 1,5 millones y dos millones de sirios, expulsados por la guerra que devastó su país desde 2011, de los cuales casi un millón está inscrito como refugiado en la ONU.
Regularmente los responsables gubernamentales han denunciado en duros términos la presencia de los refugiados, y se han lanzado campañas para protestar contra el empleo de sirios.
Como reflejo de este tenso contexto, unos 600 refugiados fueron expulsados a principios de junio del pueblo de Deir al Ahmar, después de que una discusión degenerara en un enfrentamiento, según la ONG Amnistía. Ninguno de los pueblos de los alrededores quiso aceptar a los refugiados, que finalmente encontraron un lugar donde alojarse mientras tanto.
Fuente: AFP