La historia del payaso Pennywise podría ser más terrorífica de lo que imaginas. Su escalofriante trama escrita por Stephen King en su novela ‘IT’ (hoy éxito en taquilla), está basada en un macabro asesino serial condenado a muerte por el asesinato de 33 niños y hombres en Illinois, Estados Unidos.
A diferencia de la ficción, que muestra al payaso como un especia de ‘entidad demoníaca’, en la vida real Pennywise tenía una identidad: se trataba de John Wayne Gacy, y era conocido como ‘Pogo’, un payaso que, entre los años 1972 y 1978, ofrecía shows para recaudar fondos que eran destinados a la caridad. Bajo esa fachada, Gacy atraía a sus víctimas.
Los macabros crímenes de Gacy fueron descubiertos por la policía en 1978, después de investigarlo por la desaparición de un adolescente de 15 años: Robert Piest. Tras el hecho, la policía encontró más piezas relacionadas a otros casos de jóvenes desaparecidos.
En diciembre del mismo año, ‘El Payaso Asesino’, como lo catalogó la población de Illinois, confesó a sus crímenes. Gacy reveló a sus abogados que, después de clavarle un cuchillo a una de sus víctimas, le causó excitación ver cómo brotaba la sangre del cuerpo.
Entre las víctimas de Gacy, se encontraban 33 jóvenes de entre 15 y 22 años de edad, la mayoría de ellos fueron violados, mientras que otros los apuñaló, estranguló, drogó o asfixió. A 26 de los cuerpos los sepultó en el sótano de su propia casa, a tres de ellos en otro ambiente del inmueble y a cuatro de ellos los lanzó a un río cercano.
En 1980, Gacy fue juzgado en Chicago. El criminal se declaró inocente alegando que tenía problemas de orden mental. Sin embargo, su alegato fue rechazado por los tribunales, pues según los estudios que le realizaron, no padecía de ningún problema mental.
Fue entonces que el 13 de marzo del mismo año, John Wayne Gacy fue declarado culpable y sentenciado a varias cadenas perpetuas y penas de muerte. El macabro payaso fue ejecutado el 10 de mayo de 1994, tras recibir una inyección letal.
“Matarme no hará regresar a ninguna de las víctimas. ¡El Estado me está asesinando! ¡Bésenme el culo! ¡Nunca sabrán dónde están los otros!”, fueron las últimas palabras del asesino.