Redacción PERÚ21

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Volverá a cantar. Luego de un tedioso proceso legal, la justicia de dio su veredicto respecto al proceso que se inició contra un gallo llamado Maurice, que fue acusado de irritar con su cacareo a los propietarios de una residencia vecina.

La decisión judicial le permitirá al ave de cuatro años continuar con su rutina diaria sin ser cuestionado por los moradores temporales de la isla de Oleron, en el suroeste francés, donde reside dese hace varios años junto a sus propietarios Jacky Fesseau y su esposa Corrine.

“Maurice ganó y los demandantes tendrán que pagar a su propietaria 1.000 euros por daños y perjuicios”, declaró Julien Papineau, representante legal de la dueña del ave.

“No tengo palabras. Ganamos. Es una victoria para toda la gente en mi misma situación. Espero que cree jurisprudencia”, aseguró satisfecha la dueña de este gallo cuya historia llamó la atención de diferentes medios del mundo.

¿QUÉ ORIGINÓ LA DEMANDA?

Como se recuerda fue una pareja de jubilados que residía en una vivienda aledaña a la casa de Mauricie, quien llevó el juicio ante los tribunales. Ellos aseguraban que su cacareo al alba los molestaba a ellos y a otros vecinos del lugar.

No es un juicio de “la ciudad contra el campo. Es un problema de perjuicio sonoro. El gallo, el perro, la bocina, la música (...) se trata de un caso sobre el ruido”, declaró el abogado Vincent Huberdeau, representante de los demandantes.

Luego de revelado el caso, se volvió un fenómeno viral que conllevó a un artículo en el New York Times, camisetas con el lema “Let me sing” (déjenme cantar) y una petición para “salvar a Maurice” que consiguió más de 140.000 firmas.

Sin embargo más allá de lo peculiar del hecho, esta historia evidencia los temores de que desaparezca el mundo rural en Francia con sus ya tradicionales costumbres incluido el cacareo de un gallo.

Bruno Dionis du Séjour, alcalde de la pequeña localidad de Gajac, en el suroeste de Francia, publicó una carta para defender el “derecho” de las campanas de las iglesias a repicar, de las vacas a mugir y de los burros a rebuznar. Todos estos sonidos también fueron motivos de quejas por parte de la gente local.