Hace ocho años, el joven jugador de rugby Sam Ballard armó una fiesta en su casa en Sydney, Australia, y con tragos encima aceptó el reto de comerse una babosa, entre la algarabía de sus amigos.
"Estábamos bebiendo vino, tratando de actuar como adultos, cuando una babosa apareció por el jardín", recordó Jimmy Galvin, quien aún se lamenta no haber detenido a su amigo.
Sin embargo, este acto tuvo trágicas consecuencias. El deportista quedó en estado de coma por 420 días. Luego, tuvo daños cerebrales irremediables que lo llevaron a quedarse tetrapléjico.
Además, el joven por varios años sufrió convulsiones, se vio obligado a comer y respirar a través de tubos y requirió atención constante.
De acuerdo a artículo publicado en The Washington Post, al tragar la babosa, Ballard contrajo un gusano pulmonar de rata llamado Angiostrongylus cantonensis que vive en roedores y se puede transmitir a caracoles y babosas. Este parásito al ingresar al cuerpo de Sam le provocó una infección cerebral llamada mengocefalitis eosinifílica.
Tras una larga agonía, Sam Ballard murió la semana pasada a los 29 años. Las últimas palabras de su madre fueron: "Te quiero".
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