Redacción PERÚ21

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Mohamed al Magriby, de 41 años, fue tumbado al suelo sobre un par de sábanas. Su rostro reflejaba pánico y desesperación. Minutos después se acerca un policía y le dispara ocho veces en la cabeza frente a una masa de personas en la plaza pública de Al Tahrir en Saná, capital de .

Tras la ejecución se escuchan los aplausos de los yemeníes, quienes aprueban esta drástica pena impuesta por la justicia.

Pero esta condena no fue gratuita. Mohamed al Magriby fue ejecutado por secuestrar, violar y matar a Rana, una pequeña niña de tan solo tres años el pasado 27 de junio.

El padre de Rana, Yehia al Matary, de 70 años, también presenció la ejecución del asesino de su hija. "Este es el primer día de mi vida, ahora ya me puedo relajar", dijo.

Los fusilamientos en Yemen se ejecutan en espacios públicos siempre y cuando el delito afecte los sentimientos del pueblo, como lo es la violación de niños. Y los aplausos de los yemeníes reflejaron el dolor que causó la muerte de Raná en su comunidad.

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