Ecuador
Ecuador

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El ornitólogo Francisco Sornoza no se equivocaba, su intuición y experiencia lo guiaron hace un año por el camino cierto. Al frente tenía un descubrimiento alado: una nueva especie de colibrí de brillantes plumas que desafía el viento helado .

El animal de apenas 11 centímetros de longitud llamó entonces su atención y, a través de los binoculares, detalló esta especie que no tenía en su registro. La pequeña ave exhibía un cuello de plumaje azul intenso, pechera blanca marcada con dos franjas negras y una cabeza verde esmeralda.

Fue la primera vez que esta variedad de colibrí "se estaba mostrando al mundo", dice a la agencia AFP Sornoza, de 50 años, del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio).

Arrancó entonces un año de investigaciones que terminaron por darle la razón. Se trataba de una especie endémica: el Oreotrochilus cyanolaemus (estrella de garganta azul).

La revista especializada The Auk publicó el jueves el trabajo, en el que también participaron el ecuatoriano Juan Freile (del Comité Ecuatoriano de Registros Ornitológicos), el sueco Jonas Nilsson (observatorio de aves Wild Sumaco), el danés Niels Krabbe (Universidad de Copenhague) y la venezolana Elisa Bonaccorso (Universidad San Francisco de Quito).

Hacía 30 años que Ecuador, un país pequeño pero megadiverso, no registraba un nuevo descubrimiento de colibrí, según Sornoza.

Colibrí
Colibrí

La estrella de garganta azul vive entre los 3.000 y 3.700 metros de altitud. Su hábitat es un páramo que está entre las provincias de Loja y El Oro, ambas fronterizas con Perú, y que se levanta cerca del Pacífico.

Los colores brillantes y la forma del pico son las señas de identidad de cada especie de colibrí.

"Cada uno representa los colores de las joyas que tú puedes ver en el mundo: un diamante, un rubí, una piedra amatista. Son unas joyas vivas aladas", sostiene Sornoza, quien desde hace 30 años es un apasionado de las aves a tal punto que imita sus cantos.

En el día, su corazón late 1.600 veces por minuto, pero al caer la noche su frecuencia cardíaca baja a unas 200 pulsaciones por minuto. Así sobreviven al frío extremo de los páramos.

Los investigadores estiman que hay apenas unos 300 ejemplares de Oreotrochilus cyanolaemus y que su hábitat se ha reducido de 100 km2 a 10 km2. A eso se suma el temor por el efecto de los trabajos de minería en el sector.

Con información de AFP

TAGS RELACIONADOS