La solidaridad no tiene límites, tampoco de edad, y un buen ejemplo de ella es Filomena Martín, quien a sus 96 años no dudó en lanzarse a coser batas y mascarillas para ayudar a que los profesionales sanitarios puedan estar protegidos al combatir el coronavirus.
Filomena, nacida y residente en Sonseca (provincia de Toledo) y de una familia con varias costureras, tiene casi un siglo a sus espaldas, vivió la Guerra Civil española siendo muy joven y, con “96 años y pico, algunos ya de regalo”, como ella misma bromea en una entrevista, conoce una nueva ‘guerra’, esta vez contra un virus.
“Estamos haciendo lo que podemos”, señala, porque “hay que ayudar a ver si vale de algo”, dice conocedora de la falta de material de protección que sufren médicos, enfermeros y todos los profesionales que cada día se enfrentan al COVID-19 con riesgo a contagiarse.
Con su antigua máquina de coser Singer, desde el pasado fin de semana Filomena aprieta el pedal para dar las puntadas necesarias para rematar batas y reforzar mascarillas que ayuden a combatir este contagioso virus.
La iniciativa surgió a raíz de que la cuñada de uno de sus nietos, que trabaja de enfermera en un hospital de Toledo, expresara su agobio por no tener material para protegerse y llamara a su madre (la suegra de su nieto) para contarle su preocupación y pedir ayuda a las modistas de la familia, según relata uno de los hijos de Filomena, Miguel Rojas Martín.
La enfermera se movilizó hasta que le abrieron una tienda del municipio y pudo hacerse con dos rollos de una tela similar al plástico (un material impermeable que protege), que repartió entre su madre (también modista) y las mujeres de la familia de Filomena que saben coser.
Desde entonces, una de las hijas de Filomena corta y cose las batas mientras que ella las remata y pone “las gomas en las mangas y tiras en el cuello”, cuenta. Llegan a hacer 19 batas en un día.
“La autora es mi hija”, apunta Filomena sin querer restar el mérito a la costurera, y después su hijo Miguel, que tiene un taller de textil, utiliza una de sus máquinas para poner los cordones.
Él mismo grabó un video a su madre mientras remataba una de las batas y lo envío a un grupo de WhatsApp con sus primos acompañándolo del comentario “Ahí tenéis a ‘la Bulela’ -apodo familiar en Sonseca- haciendo batas para el hospital”.
Una sobrina-nieta de Filomena pidió permiso para colgar el video en sus redes sociales y a partir de ahí “se dispararon” las visualizaciones, comenta Miguel, que a la vez se lo contó a su madre y ésta le dijo que “no tiene importancia”.
A pesar de su edad, la costura sigue siendo una de las distracciones de Filomena, que sigue cosiendo para la familia, y aunque el paso del tiempo ha hecho mella en su sentido del oído no así en el de la vista, lo que le permite coser o leer.
Desde muy joven, a los 9 años, Filomena empezó a trabajar en la elaboración de mazapán (un dulce típico español), una habilidad que también conserva con el tiempo, y ayudaba a su marido en las labores del campo; y con 12 años vivió una de las etapas más duras de este país, la Guerra Civil, que le pilló muy de cerca porque su casa era la última del pueblo y próxima al cementerio.
Una etapa que la propia Filomena recuerda sin fisuras y compara el miedo vivido entonces con el que ha generado el coronavirus.
“Son distintas, pero en la guerra teníamos que coser de todo para los militares (capotes, gorras, jerséis) y la gente no podía salir de su casa porque había dos bandos contrarios y no querían que la gente se escapara”, recuerda, y ahora “la gente tampoco puede salir porque huye de la enfermedad”.
Sin embargo, tiene claras las diferencias: “Entonces mataban a gente por cualquier cosa y ahora mata un virus”.