Quito. [EFE]. “La dimensión que estamos viviendo en este momento por el es irrepetible”, asegura Tatiana Moreno, una intensivista de un hospital en Quito (), cabecera de una provincia que ha duplicado los fallecimientos y contagios en las últimas semanas y se prepara para llegar a lo más alto de la curva.

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Especialista en el área de terapia intensiva, Moreno atendió a las víctimas del terremoto que en 2016 devastó las provincias de Manabí y Esmeraldas, pero afirma que lo que están viendo los facultativos en la capital de Ecuador por el coronavirus no tiene parangón.

Y es que las estadísticas oficiales muestran que Quito ha experimentado un crecimiento pronunciado de contagios en las últimas tres semanas por lo que podrían cumplirse los pronósticos del alcalde, Jorge Yunda, de que el tope de la curva llegará a fin de mes.

La provincia de Pichincha, de la que Quito es capital, es la segunda en número de positivos y muertes por el coronavirus en el país, después de la de Guayas, y aglutina 2.840 contagios y 220 decesos, un incremento de fallecimientos superior al 100% respecto a hace una semana.

Balance mundial de la pandemia del nuevo coronavirus y mapamundi con el número de muertes por país, al 20 de mayo a las 11:00H (GMT). (AFP).
Balance mundial de la pandemia del nuevo coronavirus y mapamundi con el número de muertes por país, al 20 de mayo a las 11:00H (GMT). (AFP).

Alta presión en hospitales

Moreno trabaja en el Hospital del Instituto Ecuatoriano de la Seguridad Social (IESS) Quito Sur, centro de referencia para la atención de los casos de coronavirus en el país, donde más de 1.800 profesionales de la salud lo están dando todo para salvar vidas.

Al momento estamos viviendo una situación muy estresante, con más sacrificio físico y mental. A veces hacemos un alto durante el turno para tomar nuevas energías”, comentó la doctora, integrante de un equipo de facultativos que todos los días lidian con sus propias emociones en una lucha desigual, en la que a veces vencen al virus y otras son vencidos.

La unidad de cuidados intensivos de su hospital se ha tornado en la primera línea de combate de la enfermedad, a donde son trasladados aquellos pacientes tratados en otros centros médicos para librar su última batalla, la mayoría de las veces con intubación y respiración asistida.

La galena mencionó que la evolución de otras enfermedades de alguna manera es predecible, pero con el COVID-19 no se sabe: “En momentos parece que se va a conseguir el éxito, sin embargo (los pacientes) tienen un retroceso espantoso que nos deja fríos”.

Y recuerda que al comenzar la pandemia llegó al centro médico un hombre con falla respiratoria, que antes de ser sedado le pidió el teléfono para poder hablar con su esposa y despedirse. Tras someterse al tratamiento no despertó y murió.

Si yo no hubiese hecho eso, tal vez me habría arrepentido de no permitirle despedirse de su familia, no hicimos otra llamada y sus parientes tuvieron que aceptar el fallecimiento sin haberlo visto”, relata como testimonio de la más cruda soledad del enfermo de coronavirus.

Una persona pasa por la Iglesia de la Compañía de Jesús en Quito, Ecuador, país que se ha visto afectado por la pandemia del coronavirus. (EFE/José Jácome).
Una persona pasa por la Iglesia de la Compañía de Jesús en Quito, Ecuador, país que se ha visto afectado por la pandemia del coronavirus. (EFE/José Jácome).

Mortalidad del 30 - 40% en el hospital

En la unidad de cuidados intensivos del Quito Sur, la mortalidad está en torno al 30 y 40 % debido a que muchos de los casos graves son adultos mayores, aunque también hay jóvenes.

En Quito, una ciudad con cerca de tres millones de habitantes, hay seis hospitales que reciben a pacientes de COVID-19, y aunque ya hay una notoria presión sobre los centros médicos, la verdadera prueba se espera a finales de la semana que viene.

El IESS Quito Sur acoge a más de 400 contagiados y se ha dispuesto un hospital móvil en los exteriores para dar cabida a más enfermos ante la elevada demanda de camas.

Muchos de los pacientes llegan con sus pertenencias y un teléfono celular, pero si su condición empeora son los propios doctores los encargados de informar de su estado de salud y no siempre son buenas noticias.

Moreno destaca que los pacientes en terapia intensiva no solo padecen por los estragos de la enfermedad sino también las consecuencias psicológicas de su internamiento.

Habrá que ver a futuro cuáles son las secuelas que deja la enfermedad. En otras enfermedades se genera estrés postraumático, en los enfermos con el virus puede suceder lo mismo”, avanza la médica, quien no oculta su preocupación de contagiarse.

Cada vez que empiezo un turno no se si será el último día en que estaré como médico y luego como paciente”, reconoce.

Un trabajador de la salud desinfecta la entrada de emergencia de un hospital en Quito, en medio de la pandemia de coronavirus. (AFP/Rodrigo BUENDIA).
Un trabajador de la salud desinfecta la entrada de emergencia de un hospital en Quito, en medio de la pandemia de coronavirus. (AFP/Rodrigo BUENDIA).

Quito no sale del aislamiento

Al decretarse el estado de excepción el 16 de marzo, el alcalde de la ciudad, Jorge Yunda, informó que disponían de 300 camas hospitalarias para atender a los enfermos de coronavirus.

Hoy solo el hospital de referencia dispone de 400 que se suman a las de otros centros conocidos, y se ha habilitado uno de emergencia en el Parque Bicentenario, en el norte de la ciudad, con capacidad para 370 camas y varias morgues móviles.

Ecuador reporta al menos 2.839 fallecidos y 34.151 positivos por COVID-19.

Con el dramático caso de Guayaquil en mente, Quito permanece aún bajo régimen de aislamiento absoluto, aunque cada vez son más las violaciones por una ciudadanía cansada de dos meses enteros en casa y los que no pueden evitar salir para tener algo de sustento.

Por ello, Moreno pide a la ciudadanía no bajar la guardia y mostrar responsabilidad frente a la pandemia.

Como personal de salud nos duele mucho el accionar de la comunidad, cada una de las exposiciones que tenemos en la unidad de cuidados intensivos significa un riesgo de contagio”, insiste.

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