Cali. [AFP]. Diana Angola luchó para no morir a los 36 años y con su hijo en el vientre. Contagiada con , los pulmones a media marcha y en coma inducido, dio a luz a Jefferson. Y lo que más asombra a los médicos es que esté viva.

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Su segundo hijo nació hace 24 días en un parto de alto riesgo por la afectación que le provocó el nuevo coronavirus, explicó Paula Velásquez, internista de la clínica Versalles, en la ciudad de Cali, donde se atendió el parto.

Es un caso que nos ha generado mucha conmoción porque hasta ahora conocemos que hay muy pocos reportes de supervivencia en un contexto tan severo como el que tuvo nuestra paciente”, agregó.

Angola fue inducida al coma y le realizaron una cesárea debido a que sus capacidades pulmonares estaban comprometidas por culpa del virus, que obligó a que la internaran de urgencia el 15 de mayo tras una fiebre incontrolable.

Tres días después la intubaron y se mantuvo así hasta la intervención quirúrgica. Además, por su embarazo, la mantuvieron sentada en un ángulo de 45 grados para que pudiera respirar mejor ante la imposibilidad de acostarla boca abajo, como suele tratarse a los enfermos de la nueva neumonía.

El parto de Jefferson, quien no se contagio de COVID-19, tuvo además otra dificultad: era un bebe prematuro. El niño nació cuando su madre ajustaba 24,3 semanas de gestación, entre catorce y 18 semanas menos que cuando se suele dar a luz en un embarazo regular.

Un ser humano puede sobrevivir a partir de las 24 semanas con un buen peso, pero con mucha tecnología y con resultados en el neurodesarrollo y a nivel pulmar” que en ocasiones provocan evoluciones poco favorables, añadió.

El neonatólogo Edwin Olivo, quien hizo parte del grupo de especialistas que trató el caso, apuntó que el bebe de a poco gana peso y respira mejor.

Nació con mucha dificultad para respirar, tuvimos que reanimar, tuvimos que hacer todo el procedimiento de un paciente crítico”, señaló. “Afortunadamente podemos decir que la evolución ha sido hacia la mejoría” aunque sigue en incubadora.

Recuerdos tormentosos

Ya recuperada del COVID-19, la madre espera con ansias el alta médica. “Es una emoción muy grande saber que luchamos, que los médicos nos ayudaron a sobrevivir”, dijo con voz débil.

Diana desconoce cómo se contagió y su familia sostiene que cumplió con rigor la orden de aislamiento obligatorio, impuesta el 25 de marzo aunque cada vez más relajada en medio de intentos del gobierno para reactivar la economía.

En los pasillos del hospital, su hermana Ángela respira aliviada. La hospitalización trajo recuerdos tormentosos a la familia: hace unos años su mamá y otra hermana fallecieron, intubadas, en unidades de cuidados intensivos, las mismas en la que estuvo Diana durante semanas.

No me dejen entubar, sáquenme de acá, yo no me quiero morir”, recuerda Ángela que su familiar gritaba cuando los médicos le compartieron el tratamiento a seguir.

Ya en coma, Diana lloraba ante la lectura de las cartas que su hija y otros allegados le escribían.

Ahora Ángela aprovecha el resurgir de su hermana y sobrino para hacer un llamado en momentos en que las infecciones y los decesos se multiplican en Latinoamérica: “Hay muchas personas que andan sin tapabocas, que andan en fiestas, de pronto porque no conocen un caso cercano no toman conciencia”.

Con más de 2.650 muertes y 80.000 contagios detectados desde el 6 de marzo, Colombia, con 50 millones de habitantes, es el sexto país en América Latina en número de óbitos y el quinto en contaminados por COVID-19.

Las autoridades creen mantener bajo control a la enfermedad en relación con otras naciones de la región, aunque la semana pasada se presentó el 25% del total de ambos indicadores.

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