El 13 de marzo Melquiades Ávila, un líder indígena y periodista en el remoto estado de Delta Amacuro en , se preguntó en su popular cuenta de Facebook: “El hospital Razetti en Tucupita estará en capacidad técnica operativa para ”.

A principios de esa semana, cuando Venezuela confirmó sus primeras infecciones por el nuevo coronavirus, el Ministerio de Salud de Nicolás Maduro incluyó en su sitio web al Hospital Luis Razetti, en Delta Amacuro, como uno de los 46 centros médicos “rectores” para recibir pacientes con COVID-19.

Ávila enumeró varias razones, todas confirmadas por Reuters en entrevistas con médicos en el hospital, por las cuales la afirmación del líder del chavismo era falsa: la instalación no tiene monitores de presión arterial, jeringas o reactivos para diagnosticar el contagio por coronavirus.

Parece un chiste”, escribió Ávila.

Países y territorios con casos confirmados del nuevo coronavirus, al 25 de marzo a las 11:00H (GMT). (AFP).
Países y territorios con casos confirmados del nuevo coronavirus, al 25 de marzo a las 11:00H (GMT). (AFP).

Un día después, Lizeta Hernández, gobernadora de Delta Amacuro y miembro del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) pidió en una radio local el arresto de Ávila, acusándolo de “incitar al odio” y denunciándolo como “criminal”.

En un mensaje de voz enviado a Reuters, la gobernadora dijo esta semana que solo quería “orientar” a Ávila y asegurarse de que él fuera “serio y responsable” como periodista.

Se negó a responder preguntas sobre el hospital, su preparación o los conflictos anteriores con Ávila, quien durante años ha criticado la atención médica en ese estado.

Raquel Ruíz, la directora del hospital, negó que la instalación no esté preparada. Las autoridades estatales, agregó, están alistando un edificio cercano para tratar a pacientes con coronavirus.

La amenaza contra Ávila, quien ahora está escondido pero habló con Reuters por teléfono; constituye uno de al menos siete episodios recientes en los que las autoridades venezolanas han tratado de detener a quienes critican la preparación del régimen contra el coronavirus.

Además de Ávila, la policía arrestó a un legislador de la oposición que tuiteó (correctamente, según los trabajadores de salud del centro médico) que otro hospital en la lista oficial no tiene agua corriente.

La policía también detuvo a un técnico médico retirado que en un video dijo que un hospital en el estado Monagas, al este del país, no estaba preparado.

Los funcionarios de los ministerios de Salud, Justicia e Información de Venezuela no respondieron a las solicitudes de Reuters para comentar las detenciones, las condiciones de los hospitales o la participación de la policía en la respuesta al coronavirus en el país.

Críticos y opositores dicen que incluso en circunstancias normales, la disidencia puede llevar al arresto, penas de prisión o algo peor en Venezuela, donde las agresivas políticas de seguridad han llevado a las democracias occidentales a sancionar al régimen por abusos contra los derechos humanos.

Ahora, opositores sostienen que el coronavirus ofrece una nueva oportunidad para que Maduro tome enérgicas medidas.

En China, donde comenzó el brote actual, los esfuerzos del gobierno para anular los alertas tempranas sobre el virus pueden haber ayudado a que se propagara el contagio, han dicho expertos en salud pública.

Los críticos de Maduro temen que lo mismo pueda suceder en Venezuela, donde la pobreza, el hambre y la escasez de suministros médicos básicos complican la atención médica, incluso antes de la pandemia.

El gobierno quiere esconder la verdad”, dice Humberto Prado, quien encabeza una comisión de derechos humanos de los legisladores de la oposición. “Si hablas, te van a arrestar, y te van a intentar a silenciar”.

Hasta ahora, Venezuela ha confirmado 91 casos de COVID-19 y ninguna muerte.

Nicolás Maduro se pronuncia sobre el coronavirus en Venezuela en cadena nacional de radio y televisión. (EFE).
Nicolás Maduro se pronuncia sobre el coronavirus en Venezuela en cadena nacional de radio y televisión. (EFE).

Fuerzas policiales y sus controles

Más de 20 médicos y especialistas en salud pública temen que la cifra aumente rápidamente pese a una demostración de fuerza que el gobierno dice debería contener el brote. Algunas de sus medidas no son diferentes a las cuarentenas impuestas en determinadas zonas de Estados Unidos y países de Europa occidental.

Pero las fuerzas que llevan a cabo las tareas en Venezuela han estado asociadas durante mucho tiempo a la corrupción y violencia extrajudicial.

Las temidas Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional, acusada por ciudadanos y críticos del régimen de ejecuciones extrajudiciales y torturas, patrullan las calles.

Los agentes de inteligencia ahora custodian sitios que van desde supermercados hasta el instituto médico de Caracas encargado de realizar las pruebas de coronavirus.

En algunos puntos de control, la policía retiene a médicos antes de permitirles llegar o salir del trabajo, según 12 doctores y enfermeras entrevistados por Reuters.

Una médica le dijo a Reuters que ella pagó el equivalente al salario de una semana en un puesto de control en la ciudad central de Maracay. “Los oficiales no me iban a dejar pasar”, aseguró.

Algunos policías, siguiendo datos de informantes del vecindario, acompañan a médicos del régimen a los barrios pobres y obligan a las personas con tos o sospechas de otras enfermedades a hacerse exámenes, manifestaron personas familiarizadas con las operaciones.

El régimen comentó esta semana que las fuerzas de seguridad habían visitado más de 18.000 hogares.

Mientras tanto, el régimen impide que profesionales en centros privados diagnostiquen, confirmaron médicos a Reuters, centralizando todas las pruebas en el Instituto Nacional de Higiene, una instalación de Caracas que pasa los resultados directamente al Ministerio de Salud.

A principios de este mes, el ministerio prohibió las pruebas de coronavirus en la clínica privada El Ávila de Caracas, que tiene un laboratorio equipado para realizar sus propios diagnósticos, dijeron dos trabajadores médicos relacionados con la orden.

El 13 de marzo, según contó una de estas personas, trabajadores del régimen fueron a la clínica y confiscaron los materiales de prueba.

Integrantes de las FAES, el escuadrón de la policía en Venezuela. (AFP).
Integrantes de las FAES, el escuadrón de la policía en Venezuela. (AFP).

“El mundo de Narnia”

Ávila, el periodista de 54 años en Delta Amacuro, ha hecho enojar antes a los funcionarios del régimen. Como miembro de la tribu Warao, ha descrito los crecientes desafíos de salud para los pueblos indígenas durante el colapso económico de Venezuela.

En 2018, transmitió en la radio local una grabación de una mujer Warao diciendo que sus familiares estaban muriendo por falta de medicamentos.

Hernández, la gobernadora, irrumpió en su oficina después y lo acusó de difundir mentiras, confesó Ávila.

Cuatro médicos de un hospital de la lista mencionada por Maduro por el coronavirus dijeron a Reuters que las advertencias de Ávila son precisas.

Los médicos, que pidieron no ser identificados, profundizaron que el hospital no tiene ninguno de los materiales que Ávila mencionó y que no tiene los cruciales ventiladores, que han sido vitales en otros países para ayudar a los pacientes a respirar.

Las declaraciones de señor Ávila no son mentiras”, dijo un médico. En el régimen “viven en un mundo de Narnia”, agregó aludiendo a las clásicas fantasías épicas de C.S. Lewis.

Los trabajadores de la salud en nueve estados de Venezuela afirmaron a Reuters que otros hospitales en la lista también eran deficientes.

El Hospital Leopoldo Manrique Terrero, en la zona de Coche, en Caracas, ni siquiera está abierto a pacientes. No ha funcionado como una instalación clínica durante al menos tres años, dijeron dos trabajadores de mantenimiento.

En Monagas el personal médico ha estado tan preocupado por la falta de preparación para el COVID-19 que filmaron una protesta en las afueras del Hospital Manuel Núñez Tovar, otra instalación en la lista.

En el video, filmado el 13 de marzo y visto por Reuters, Julio Molinos, un técnico retirado y líder del sindicato médico, instó al Ministerio de Salud a ser transparente.

 Venezuela ha confirmado 91 casos de COVID-19 y ninguna muerte. (AFP).
Venezuela ha confirmado 91 casos de COVID-19 y ninguna muerte. (AFP).

El material, compartido ampliamente a través de grupos de chat, llegó a las autoridades.

El 15 de marzo, oficiales de las Fuerzas de Acciones Especiales, o FAES, arrestaron a Molinos, según dos abogados que lo defendieron.

Incluso la semana pasada, un juez dispuso que Molinos, de 72 años, quede bajo arresto domiciliario por cargos de conspiración e incitación al odio y al pánico. José Sosa, uno de sus abogados, lo llamó “un nuevo preso político en Venezuela”.

En el estado Bolívar, Tony Geara, un legislador de la oposición, escribió en Twitter el 14 de marzo que “no hay ni agua” en el hospital local Ruiz y Páez.

Tres trabajadores dijeron a Reuters que la instalación no ha tenido agua corriente durante los últimos cinco años y depende de camiones cisterna para recibirla.

Horas después de los tuits de Geara, los agentes del SEBIN detuvieron al legislador en un punto de control vial, según un informe de la agencia revisado por Reuters. Fue arrestado y permanece bajo custodia policial.

En una audiencia en la corte la semana pasada, los fiscales acusaron a Geara, de 58 años, de posesión de explosivos y tráfico de armas. El informe del SEBIN contiene una foto de un agente que apunta a un rifle automático que está sobre el asfalto de la carretera donde arrestaron a Geara.

Los agentes dijeron que el rifle estaba en el vehículo del parlamentario, según el informe.

Simón Andarcia, el abogado de Geara, dijo que el legislador negó los cargos y acusó a los agentes de plantar el arma. Tres colegas del partido Voluntad Popular, en el que milita Geara, dijeron que los agentes de SEBIN lo habían estado siguiendo recientemente y fotografiándolo en eventos políticos.

No obstante, contaron el régimen no estaba contento con sus críticas y su papel ayudando a organizaciones benéficas locales a distribuir alimentos y medicinas entre los residentes más pobres.

Era un cúmulo de cosas que la dictadura considera lo hacen una persona peligrosa”, finalizó Luigi Pulcini, de Voluntad Popular en Bolívar, que también es primo de Geara. “Sospechamos que los tuit sean el detonante”.