Redacción PERÚ21

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La Paz es un caserío del departamento de Guaviare, a orillas del río Inírida al sureste de . En esta aldea, inmersa en la selva colombiana, los campesinos negocian con la "moneda" que fabrican: la pasta base de la cocaína

En el caserío no hay luz eléctrica, agua potable, médico ni policía. Sin embargo, los pobladores señalan que no hay violencia a pesar de que son productores de drogas y esto se debe a que la autoridad de este poblado es un guerrillero que se apartó del acuerdo de paz con las FARC.

En los negocios del lugar, en vez de una caja registradora hay una balanza electrónica donde se pesa los gramos de alcaloide que los niños llevan en vasos desechables y los adultos en los bolsillos.

"Todo se compra y se vende igual. El efectivo es muy escaso y se guarda para emergencias", dice una mujer que prefiere no revelar su apellido a la agencia AFP.

Desde una libra de arroz hasta una cerveza, pasando por la compañía de una prostituta, todo se tasa en gramos de droga. "Esto es otra Colombia, no hay salud, ni nada, y hay niños de siete años que no conocen" el efectivo, afirma Orlando Castilla, de 64 años, dirigente social del poblado.

Todos los pobladores de La Paz viven de lo mismo: el cultivo y procesamiento de la hoja de coca, una actividad que lejos de enriquecerlos, aseguran, apenas les da de comer, y los mantiene endeudados y bajo la mira del gobierno.

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