La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quien lleva poco más de dos meses en el cargo, es percibida positivamente por sus connacionales, a pesar de la polémica reforma judicial que impulsó y de la guerra del narco que se ha desatado en Sinaloa.
De acuerdo a una encuesta hecha por Enkoll para El País y W Radio, el 76% de la población aprueba la gestión de la mandataria. El sondeo fue hecho entre el 12 y el 14 de diciembre y revela que la imagen de la jefa de Estado no ha sido afectada por algunas polémicas.
El 47% de mexicanos respondió que «aprueba mucho» a la presidenta, mientras que el 29% dijo que la aprueba poco. Mientras tanto, un 21% aseguró que desaprueba su gestión.
Como se recuerda, la mandataria impulsó la reforma del sistema de justicia, la cual establece la elección popular de todos los jueces, desde los de primera línea hasta los de la Corte Suprema. No obstante, esta iniciativa fue promovida por el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador.
Diversos políticos de oposición advirtieron que la reforma implicaría el fin de la separación de poderes. En esa línea, ocho de los once jueces de la Corte Suprema renunciaron a postular, así como jueces de menor rango, en señal de protesta por la cuestionada reforma.
Sin embargo, MORENA, partido oficialista, utilizó su amplia mayoría en ambas cámaras del Poder Legislativo para aprobar cambios más radicales. Por ejemplo, se prohíbe que los tribunales puedan pronunciarse sobre reformas constitucionales hechas por el Parlamento.
A pesar de las duras advertencias, la mayoría de mexicanos parece estar deslumbrado por la nueva mandataria. De acuerdo al mismo sondeo, el 75% considera que la elección popular de jueces, magistrados y ministros ayudará a mejorar el sistema de justicia en México; mientras que el 21% piensa lo contrario.
Si bien aún es temprano, no sería la primera vez que un presidente polémico mantiene una alta popularidad durante todo su sexenio a pesar de los cuestionamientos. E
l mentor de Sheinbaum, AMLO, lo logró sin importar sus polémicas declaraciones, su afinidad por regímenes autoritarios como el de Cuba y Venezuela, ni tampoco sus presuntos vínculos con el narcotráfico; e incluso implementó una política de «abrazos, no balazos» para enfrentar el tráfico de drogas.
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