Redacción PERÚ21

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En junio de 2007, 10 años después de haber asesinado a su hija, abrazó a Warren Glowatski. Él acababa de enterarse que pronto sería liberado de la prisión y le estrechó la mano a ella y a su esposo.

No era la primera vez que se conocían. Los Virks habían asistido al juicio y, más tarde, en una iglesia, a una sesión de justicia restaurativa en la que las familias de las víctimas y los delincuentes se encuentran cara a cara.

Allí, Glowatski se disculpó por haber matado a su hija, Reena, que tenía 14 años. La había atacado, junto a otros de sus compañeros, bajo un puente: la quemaron con cigarrillos, la golpearon y le prendieron fuego a su cabello. Después la tiraron al río, donde Reena se ahogó.

Cuando liberaron a Glowatski en 2007, Suman Virk habló de la importancia de perdonarlo. "Él era un niño enojado y asustado que estaba intentando probar algo de una forma negativa", le dijo a la prensa.

CAMPAÑA
Tras el asesinato de la pequeña, Suman Virk luchó incansablemente para acabar con el bullying en las escuelas canadienses. Reena era una joven solitaria, desesperada por ser aceptada y había sido víctima toda su vida. Se burlaban de su peso y le ponían chicle en el pelo.

"A medida que nos íbamos recuperando de la pena y fuimos superando el dolor, se me fue haciendo evidente de que teníamos que hacer que la sociedad tomara conciencia del problema —muy real— de la violencia adolescente", dijo Virk al canal de televisión CBC.

La muerte de Reena propició la creación de centros de ayuda en la provincia para jóvenes vulnerables, así como la formación de un centro en la Universidad de Victoria centrado en temas que afectan a los jóvenes.

"Estamos horrorizados por los medios que los jóvenes usan para matonear a sus compañeros", dijo en referencia al ciberacoso y al envío de textos maliciosos que no existían cuando vivía Reena.

Hace unos días, esta madre falleció atragantada en un restaurante de Canadá.

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