En una aparición sorpresiva en el Parlamento de su país, el cuestionado presidente del régimen sirio, Bashar Al Asad, culpó a supuestos agentes externos y grupos terroristas de alimentar la "guerra real" que mantiene en jaque a este país.
A 14 meses de iniciarse la revuelta que exige su renuncia, Al Asad manifestó que "Siria no afronta un problema político sino un proyecto para la destrucción de la nación cuyo instrumento es el terrorismo", tras poner de manifiesto que los actos de violencia han aumentado mientras continúa el proceso político "aperturista" que ha querido llevar a cabo en el país.
De igual forma, Al Asad acusó que Siria afronta una "conspiración" internacional que se ha ido fraguando durante décadas. Su comparecencia llega un día después que el enviado especial de la ONU y Liga Árabe, Kofi Annan, alertase del riesgo de una guerra civil sectaria en Siria, cuya crisis ha empezado a tener repercusiones en otros países.
VÍCTIMAS CIVILESSin embargo, han sido las fuerzas afines al régimen de Al Asad, conocidas como shabiha, las sindicadas por la ONU como responsables por la atroz matanza en el pueblo de Hula, que acabó con la vida de más de un centenar de personas, la mayoría de ellos mujeres y niños.
Respecto a la masacre, que además motivó la expulsión de los embajadores sirios de los principales países occidentales, Al Asad condenó este suceso, "que ni siquiera los monstruos podrían haber cometido", y liberó de toda responsabilidad a sus fuerzas del orden.
Sin salirse del libreto que mantiene desde el estallido de la crisis, Al Asad manifestó que "ahora no hay grises. Es el momento para clasificar a los ciudadanos como patriotas o no patriotas", y prometió mano dura con los ciudadanos sirios involucrados en los actos violentos, a la vez que dijo que "perdonará" a quienes se entreguen a las autoridades sin haber cometido delitos de sangre.
La ONU calcula que alrededor de 10.000 personas han perdido la vida a causa de la violencia desde marzo de 2011. El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, grupo de activistas con sede en Londres, eleva esta cifra por encima de los 12.300 muertos.