Al grito de “no son 30 pesos, son 30 años”, en octubre del 2019 se comenzó a gestar en lo que terminaría siendo el estallido social más grande desde que la democracia volvió a ese país, en 1990. Un año después, los ciudadanos se preparan para votar en un plebiscito sobre si la Constitución deberá cambiar o no.

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Durante estos doce meses de protestas, que solo se vieron suspendidas temporalmente por la llegada de la pandemia de Covid-19 al país sureño, los enfrentamientos e incendios de distintos establecimientos llegaron a verse con una frecuencia diaria.

Hasta el momento, las autoridades chilenas han contabilizado 34 muertes durante las protestas, además de 460 heridos oculares, 25 estaciones de metro incendiadas y más de 3.063 violaciones a los derechos humanos, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH).

Pero, ¿cómo lo que comenzó como una protesta en el metro ante una inexplicable subida al precio del pasaje terminó convirtiéndose en un punto de quiebre histórico para Chile?

1. Desigualdad social. El oasis de calma en la región al que se refería el presidente chileno Sebastián Piñera el año pasado cuando en la mayoría de países sudamericanos se registraban protestas de todo tipo resultó siendo una ilusión.

Tan frágil resultó que un alza de 30 pesos (0,03 dólares) pudo quebrarla en un solo día. Según los manifestantes, el alza en el pasaje de metro era inconcebible para un país donde la mitad de trabajadores recibe un sueldo inferior a los 400 mil pesos (US$562) mensuales.

Pero, sobre todo, donde el 1% de la población se queda con el 26,5% de la riqueza nacional, según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) publicado en el 2017.

Cabe añadir que otro estudio de la Universidad Diego Portales posicionaba el precio del transporte público chileno como el noveno más caro en una lista de 56 países del mundo.

Caro, al punto de que las familias más pobres gastaban el 30% de sus sueldos solo en transportarse.

2. La represión del Gobierno. Con el paso de los días, las protestas se iban volviendo cada vez más y más masivas en Chile. Alimentadas en gran parte por las malas decisiones tomadas desde La Moneda que iban desde la sugerencia de los ministros de “tomar el metro más temprano” para evitar pagar el aumento tarifario, hasta el icónico episodio en el que se vio a Piñera cenando en uno de los barrios más ricos de la capital mientras que varias estaciones de metro eran incendiadas en otros puntos de Santiago.

A ello le siguió la criminalización de los manifestantes por parte del mandatario, calificándolos de delincuentes y llegando a decir que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”.

El resultado al beligerante discurso fue “La Marcha más grande de Chile”, que alcanzó a convocar a cerca de un millón de ciudadanos que se concentraron en la Plaza Dignidad, como rebautizaron a la conocida Plaza Italia.

Pese a que Piñera expresó haber “recibido el mensaje”, la represión policial se ha seguido registrando hasta la fecha. Un informe elaborado por Amnistía Internacional a propósito del primer aniversario de las protestas hace énfasis en este punto.

El reporte detalla que los altos mandos de Carabineros permitieron que se cometan violaciones a los derechos humanos de los manifestantes y “lejos de ser hechos aislados cometidos por funcionarios actuando por cuenta propia, los actos de violencia se habrían cometido en base a una política cuyo fin último era desalentar la protesta social”.

El Gobierno ha rechazado los señalamientos, destacando que más de 5 mil agentes han sido heridos en el mismo periodo de tiempo y que todos los casos son investigados por la justicia de ese país.

3. Los movimientos estudiantiles. Si bien el 18 de octubre es considerado el día inicial de las protestas, el episodio del metro que mencionamos líneas atrás -considerado la semilla de las manifestaciones- tuvo lugar el 7 de octubre y fue protagonizado por escolares de diferentes liceos.

“No es casualidad que todas esas formas de protesta violenta sean protagonizadas por jóvenes”, dijo en su momento al diario El Mercurio, el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña.

Con los precedentes de la “revolución pingüina” del 2006 en el que los estudiantes demandaban una mejora significativa en el sistema educativo, y la del 2011 donde otra vez los más jóvenes pusieron en aprietos a Piñera con pedidos referidos a la educación, este grupo ha demostrado ser uno de los principales impulsores de reformas en el país sureño.

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