(Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)
(Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)

Cuando los bosques se unen con el mar, la vida tropical se enciende hasta sus raíces. En esos kilómetros de manglares en y nacen peces, cangrejos, conchas y, también, una red para conservarlos. Se trata de pescadores, cangrejeros y concheros. Por sus venas corre agua del Pacífico. Por sus raíces, un vínculo ancestral. Esta es la lucha que, más allá de la geografía, comparten por conservar los bosques donde han encontrado su vida.

— El primero —

Santiago Aguayo, un cangrejero de arrugas enmarañadas de 75 años, se reconoce a sí mismo como el primer defensor de los manglares en Tumbes aunque, por décadas, junto a su abuelo y su padre, también fue su depredador.

“Matábamos cangrejos chicos y hembras. Sacábamos hasta 200 por día. Para el año 2003 habíamos depredado todo”, asegura.

Santiago Aguayo, cangrejero veterano de 75 años. (Foto: PNUD Perú/Giulianna Camarena)
Santiago Aguayo, cangrejero veterano de 75 años. (Foto: PNUD Perú/Giulianna Camarena)

Es mediodía y su día en el manglar termina con un par de cangrejos en sus redes. Para capturarlos ha utilizado una técnica artesanal: sus manos en el barro. “Con el tacto sabemos que es un cangrejo chico, tocamos pero no lo extraemos”. Sus manos, curtidas por 45 años en agua salada, aún son ágiles pero ya no atrapan más de lo permitido.

“Nosotros mismos propusimos las vedas y logramos un tope por extractor. Cada uno saca hasta 96 cangrejos al día. Ese es nuestro acuerdo para conservar”.

— Buen conchero —

Antes de los años 80, cuando el boom camaronero empezó al norte de Perú, los manglares de Tumbes componían un inmenso bosque de 28 mil hectáreas. Hace ya 30 años, se creó el Santuario Nacional para proteger las 2 mil hectáreas de mangles restantes.

Una vez al año las conchas negras entran en veda. Durante esos días, la extracción, la venta y el consumo están prohibidos en todo el país. “No podemos controlar a todos”, admite Wilfredo Infante, presidente de la asociación Los Tumpis.

“Matábamos cangrejos chicos y hembras. Sacábamos hasta 200 por día. Para el año 2003 habíamos depredado todo”, cuenta Santiago. (Foto: PNUD Perú/Giulianna Camarena)
“Matábamos cangrejos chicos y hembras. Sacábamos hasta 200 por día. Para el año 2003 habíamos depredado todo”, cuenta Santiago. (Foto: PNUD Perú/Giulianna Camarena)

El Santuario se extiende en Zarumilla, frente al Golfo de Guayaquil, En ese distrito fronterizo, donde el agua potable aún se compra por cisternas, algunos comerciantes trafican especies del manglar en meses de veda.

En los manglares hay quienes respetan y quienes no. Hace un año, los primeros crearon Manglares del Noroeste, un consorcio de 6 asociaciones de pescadores comprometidos con la conservación. A mediados de diciembre lograron que, por primera vez, el SERNANP firme un contrato para gestionar con ellos este bosque.

“Vivimos del manglar, tenemos que cuidarlo. Si no lo hacemos nosotros, sus beneficiarios, ¿quién lo hará?”, dice Wilfredo. Con 27 años en los manglares, hoy solo extrae las conchas que superan los 4 centímetros y medio. “Más chica no se reproduce, tenemos que dejarla para no alterar el ecosistema”, comenta.

Santiago y su esposa Nilda llevan 57 años de matrimonio; y más 45, de cangrejeros. (Foto: PNUD Perú/Giulianna Camarena)
Santiago y su esposa Nilda llevan 57 años de matrimonio; y más 45, de cangrejeros. (Foto: PNUD Perú/Giulianna Camarena)

— Mujer del mar —

Al norte del Golfo de Guayaquil, en el Refugio de Vida Silvestre Manglares El Morro, Karen Cruz se sumerge a todo pulmón en el mar para recoger enormes conchas pata de mula. Apenas son las diez de la mañana y allí abajo, cuando más cuesta respirar, ella es libre.

“Hay que tener buena respiración para coger conchas”, cuenta Karen quien a los 15 años aprendió a bucear con su padre. “Él me enseñó a pescar y cuidar el mangle. No quería que dependa de un hombre”, indica.

Karen Cruz, conchera ecuatoriana de 28 años. (Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)
Karen Cruz, conchera ecuatoriana de 28 años. (Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)

Con 28 años, Karen los ha vivido todos en El Morro, a 102 kilómetros de Guayaquil en Ecuador donde habitan cerca de 2 mil personas rodeadas por vistosos mangles. Su amor por estos árboles le viene desde pequeña, pero fue cuando se separó del padre de sus dos hijos, que se volvió su defensora.

“El mangle es mi vida entera, toda mi juventud y fortaleza. Es adorable. Me da para comer todos los días, para alimentar a mis hijos. Al mangle lo puedo amar hasta morirme porque me ha dado todo lo que no tuve cuando era casada”, dice.

En este pueblo ecuatoriano, en el que 80% de la población se dedica a la pesca, muy pocas mujeres son autónomas. Allí día a día Karen esquiva una maraña de frases machistas por su trabajo.

“Dicen que parezco hombre porque ando en el mar. Aquí el machismo está más arriba de lo que una mujer quiere”, explica.

Karen y su madre se adentran diariamente al océano Pacífico para recoger las conchas. (Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)
Karen y su madre se adentran diariamente al océano Pacífico para recoger las conchas. (Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)

Para llegar donde ella y su madre pescan las conchas y peces, alquilan una canoa por 5 dólares con la que reman durante una hora hacia el océano Pacífico. Al día trabajan 3 mareas, desde que el mar está lleno hasta que se retira y vuelve, para sumar 35 dólares.

“El trabajo no es duro, lo difícil es dejar a mis niños. Los traigo solo cuando la marea está así”, dice Karen mientras admira a sus hijos jugar en una infinidad de almejas que sobresalen. Los mira como si encontrara en ellos el aire que le falta cuando bucea. “Mi deseo es tener mi casa aparte para defenderme con mis hijos”, expresa.

“El mangle es mi vida entera, toda mi juventud y fortaleza. Es adorable. Me da para comer todos los días, para alimentar a mis hijos", cuenta Karen. (Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)
“El mangle es mi vida entera, toda mi juventud y fortaleza. Es adorable. Me da para comer todos los días, para alimentar a mis hijos", cuenta Karen. (Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)

En el litoral ecuatoriano, pescadores como ella conocen de cerca el boom camaronero promovido a fines de los años 70 mediante concesiones que transformaron el ecosistema de manglar en piscinas para este crustáceo. Al navegar, los estragos son visibles: camaroneras, unas tras otras, se alzan entre los esqueletos de mangles.

Hace 12 años, los pescadores decidieron luchar por este bosque. En asociaciones solicitaron al Ministerio del Ambiente de Ecuador que se le declare área protegida. En el 2007, las 10.130,16 hectáreas de manglar, sedimentos y espejos de agua fueron resguardadas en el Refugio de Vida Silvestre Manglares El Morro.

Hace más de una década, los pescadores artesanales de Ecuador unieron esfuerzos para luchar por el bosque de manglar. (Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)
Hace más de una década, los pescadores artesanales de Ecuador unieron esfuerzos para luchar por el bosque de manglar. (Foto: PNUD Perú - CFI/Giulianna Camarena)

A través de la Iniciativa de Pesquerías Costeras del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), pescadores artesanales serán aliados indispensables de las autoridades de Perú y Ecuador para lograr una producción que permita recuperar los recursos, poner en valor la biodiversidad y generar empleos más sostenibles.

“Queremos fortalecer las relaciones entre poblaciones locales y autoridades para lograr que se sientan partícipe de la toma de decisiones porque son quienes viven ahí y son quienes van a sufrir las consecuencias de un mal manejo”, explica Mariano Valverde, coordinador de la iniciativa.

Estos concheros, cangrejeros, pescadores en unos años más verán cómo su lucha, por salvar su único medio de vida, sí valió la pena.

Fuente: PNUD Perú/Sally Jabiel

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