Los nómadas kirguises de Afganistán desarrollan sus vidas en la inhóspita Cordillera del Parmir, donde ningún cultivo crece –salvo cebollas salvajes y pasto para su ganado–, por lo que dependen del trueque y de la crianza de cabras, ovejas y yaks.
El fotógrafo francés Matthieu Paley registró las costumbres de este pueblo durante más de 10 años para National Geographic y cómo este hostil entorno influye en la alimentación de esta comunidad.
En invierno, hacen el descenso por el congelado río Wakhan y muchos han muerto durante este periplo.