(Perú21)
(Perú21)

"Era hoy, Ramón. Era hoy". Despierta, se da cuenta que no es un sueño. No puede seguir en cama. Enciende la radio, el televisor, mira su celular. Se lava la cara. No, no es un sueño. Mira su altar y le reza al santo de su devoción. Hoy, hasta el más ateo mirará al cielo y se persignará para implorar un poco de fortuna.

No es un día cualquiera: el sueño acabó, se convirtió en una realidad. Aguanta el llanto. Sí, también es mi primera vez, no sé cómo reaccionar. Me he preparado por 36 años y aun así no sé cómo debo actuar en este día.

Saca su camiseta, se pinta el rostro de alegría y sale a la plaza. Llena los bares, invita a la familia y a los vecinos. Nadie se perderá la fiesta. El reloj sigue su paso, pero cada segundo es una eternidad. Las horas restantes se acortan y aumenta la tensión.

Atrás quedó el error del ‘Cóndor’ Mendoza, el escándalo en El Golf y el consecuente mamarracho en Quito. Hoy evocamos el gol de Fano ante Argentina en el Monumental, el 20 + 18 de Flores y Carrillo en Quito, el tiro libre ante Colombia (“…la tocó, la tocó!) y las lágrimas de Farfán con la ‘9’ cubriendo su rostro en el Nacional, mientras suena de fondo ‘Sudemos la camiseta’, esa canción que le para el pulso al aficionado y con la que crecí durante tres procesos eliminatorios.

Se acabaron los recuerdos. Nos tocará contarles a nuestros hijos sobre la novela de Paolo, del regreso a un Mundial, de las calles teñidas de rojo y blanco y del preciso momento en el que rompimos la angustia con el grito sagrado, ahogado por 36 largos años.

Sigo esperando el pitazo inicial. Me imagino cantando el Himno Nacional en Saransk. Una mano en el pecho, ahí, a la altura del corazón, aquel que aguantó tantas decepciones y que hoy tiene su recompensa ante tan larga espera.

Hoy alentamos desde , desde Lima, en la costa, sierra y selva, y también desde allá arriba, en lo más alto. Saransk es nuestra casa. Alentamos por los que están, por los que estuvieron y por los que estarán. Por los que no llegaron a ver el sueño hecho realidad, a pesar de merecerlo.

Ni el mejor guionista de cine hubiera imaginado un libreto como este.

El pitazo inicial despierta al hincha. Pondrá fin a una sequía, un periodo en el que la palabra ‘clasificar’ sonaba utópica. 11 saltarán a la cancha, pero más de 30 millones de almas empujarán en cada pique a nuestros extremos, impulsarán a Ramos y Rodríguez en cada balón dividido y orientarán nuestros atacantes para que la bala blanca duerma en el arco rival, ahí donde merece estar luego de tan grande epopeya.

Valemos un Perú.