Nos encontramos en Pista Nueva, a la altura del Palacio de la Juventud, en Villa María del Triunfo. Llegó ataviado de túnicas y mantos, y cargando una bandera. Todos lo saludaban. Parece un personaje bíblico, pero vestido de blanco y rojo. Es el hincha israelita, David Chauca Quispe, quien en estos momentos ya se encuentra en Rusia, en esta suerte de peregrinaje por el equipo de todos. Camino que en realidad emprendió hace ocho años y que espera coronar llegando a la final, con la esperanza –desmedida o no– de ver a Perú levantar la Copa del Mundo. “Con fe, a la de Dios”, como él dice.

¿Cómo empezaba su día durante las Eliminatorias?
-Para ir a ver a mi selección siempre me levantaba a las 4 de la mañana. Empezaba con una alabanza a Dios mediante un cántico. Media hora, y salía para donde esté el equipo. Eso lo he hecho durante ocho años, desde la campaña del profesor Markarián.

¿Qué le pide a Dios?
Que los partidos sean justos. También oraba para que me libre de peligro, porque paraba en la azotea de una casa de tres pisos, frente a la Videna. Le pido que apoye a la selección y que guíe al profesor Gareca.

¿Salía de casa y cómo seguía su día?
Llegaba temprano con la idea de que la selección vea mi preocupación, fanatismo y entrega, y reflexionen: ‘Si él se está sacrificando, nosotros también vamos a hacerlo’. Ahora vemos cómo ha crecido el equipo, hay entrega y compromiso. Si entrenaban en la tarde, me quedaba a almorzar en los alrededores.

¿Y en qué momento trabajaba?
Soy maestro constructor. Tengo mis máquinas, hago techos, tarrajeo, trabajos de albañil. Agarro una obra y dejo a los trabajadores, y me voy con la selección. Cuando no tengo trabajo, no me queda otra que prestarme. Además, no era todos los días. Después de esa faena, gracias a Dios, me caían trabajitos.

¿Por qué se convirtió en el hincha israelita?
Recuerdo que cuando era muy niño siempre clamaba a Dios para que nos vaya bien. Pero estábamos de derrota en derrota. Ya en la congregación, decidimos apoyar a la selección espiritual y moralmente.

¿Qué rituales ha hecho por el equipo peruano?
Se ayuna 24 horas, desde el viernes a las 6 de la tarde hasta el sábado. Además, están las vigilias, que empiezan a las 9 de la noche hasta las 5 de la mañana, de sábado a domingo. Y de ahí vienen las ofrendas. Hemos ofrendado dos carneros. Antiguamente, los profetas lo hacían.

¿Pero por qué el fútbol es tan importante al extremo de que prácticamente le entregue su vida a la selección?
Mire, el fútbol une creyentes y no creyentes, religiosos y no religiosos, de todos los sectores. Tiene un poder que nos hace uno. Da alegría y esa alegría queremos sentirla. Y más aún si tu selección está en camino a una competencia mundial.

¿En su iglesia no le han dicho: debes entregar tu cuerpo y alma a Dios y no a un deporte?
Hay de todo. Vayamos donde vayamos siempre habrá críticas. Pero estando con la selección nuestra congregación se ha hecho más conocida, la gente habla más del israelita. El maestro Ezequiel Ataucusi decía: el deporte es bueno, pero sin renegar. Estaré en representación de mi pueblo israelita. Mientras estoy en Rusia, en Lima, empezando el primer partido, vamos a ofrendar un toro.

Primero se convirtió para ser israelita y luego entregó su tiempo a la selección. ¿En su casa qué le dicen?
Mi familia no es congregada. La primera impresión fue de rechazo. No les gustaba que sea israelita, por la cabellera y barba. Cuando me volví hincha, renegaron porque me detuvieron en Chile. Les dije que iba a Tacna para un negocio, pero me fui a Arica para ver a Perú en un amistoso. Me decían: “¿Qué ganas yendo?”.

¿Y qué gana?
Nadie te puede quitar lo vivido: la emoción, la alegría.

Cuando Guerrero luchaba por llegar al Mundial, ¿hizo algo por él?
Ayuné e hice una vigilia frente a su casa. Llevé mi parlante, bandera y mandamientos. Salió el hermano de Guerrero y me tomó una foto. También conversé con Doña Peta. Le dije: “La fe que tuve yo cuando el Perú estaba último quiero que su hijo también la tenga, para que juegue en Rusia”. Y Perú está en el Mundial, Paolo va a jugar y ahora viene la Copa, es cuestión de fe.

¿Cómo logró su viaje a Rusia?
Diosito ha permitido que esté en el Mundial. Si el alcalde de San Juan de Miraflores, Javier Altamirano, no me pagaba el pasaje, no hubiese podido ir.

Me comentó que solo tiene entradas para el Perú-Dinamarca. Una vez allá, ¿cómo va a hacer?
Una hermana de la iglesia me está pagando mi hospedaje hasta el 19 de junio. De ahí para adelante, a la de Dios.

¿Y la comida?
Hice mi pollada. Vendí 500 pollos, gané 3 mil soles. Con eso comeré y me movilizaré. Cualquier cosa puede suceder. Con fe.

¿Qué lleva en su equipaje?
Siete túnicas, diez mantos y cinco banderas. Tengo que estar presentable. Rusia es Rusia.

¿Qué tienen en común el fútbol y la religión?
En el caso de Dios, es un mandato que se tiene que cumplir y en la selección también hay compromiso de entrega. A la congregación he llegado por fe, amor, porque he creído. A la selección, porque amo a mi país.

¿Su pasaje está comprado hasta la final?
Sí, lo cambié. Inicialmente, me dieron del 13 al 19 de junio. Al alcalde le dije: “¿Seis días nomás? Si Perú va a traer la Copa”. “Tú ve”, me respondió. Lo cambié: del 7 de junio al 16 de julio. Me costó más de US$300 la modificación. Vamos con fe.

AUTOFICHA:
-“Tengo 42 años. A los 22 ingresé a la Iglesia israelita. Antes de eso, era ateo. Vivía una vida mala: robaba, tomaba. Le pegué a mi papá. Me interné tres meses en Cieneguilla (en la congregación). Me quedé trabajando en construcción y a los tres años conocí a mi esposa, con quien tengo dos hijos”.
-“Me gusta el fútbol. Juego como marcador derecho. De niño quise ser futbolista, pero me di cuenta de que no tenía el don. Juego por diversión. Cuando aún no estaba con mi selección, era hincha de Alianza. Pero ahora soy hincha del equipo de todos”.
-“En el partido con Nueva Zelanda en Lima, solo le pedía a Dios que se manifieste, que no haya una mano oscura, que los jugadores se porten bien. No grité los goles de Perú sino cuando sonó el pitazo final. “Gracias, señor, estamos en el Mundial”, grité, como cuando se rebalsa un tanque de agua, y lloré”.
-“En el partido con Nueva Zelanda en Lima, solo le pedía a Dios que se manifieste, que no haya una mano oscura, que los jugadores se porten bien. No grité los goles de Perú sino cuando sonó el pitazo final. “Gracias, señor, estamos en el Mundial”, grité, como cuando se rebalsa un tanque de agua, y lloré”.