Jefferson Farfán al final del encuentro. (César Campos)
Jefferson Farfán al final del encuentro. (César Campos)

Cuánta tinta se habrá guardado en estos 36 años, en estas ocho eliminatorias desde España 82. Es como si la pena, el dolor y la rabia hayan quedado hundidos en lo más fondo de nuestra historia. ¡Carajo, hemos ganado, hemos ganado y todo es real! Dos a cero en este día histórico, volvemos a un Mundial luego de 36 años. Y vayan a abrazar a sus padres, a sus hermanos, a sus novios. Esta es la hora. 

Perú salió al campo con un cuchillo entre los dientes. ¡Qué diferencia a ese segundo tiempo en Nueva Zelanda! Advíncula corría por el lateral como un vendaval, mientras que Cueva deshacía la defensa visitante. Farfán con Ruidíaz amenazaban con sus quiebres mientras que Tapia los hacía temblar con cada remate. Gallese era apenas un espectador.

Paolo, para ti

Porque el gol fue un grito, un escape que tenía que estaba tardando en llegar. Trauco se anticipa, la recoge en el área peruana y la sirve para Cueva que -bendita sea- la pare con el pecho con un autopase que empieza a confundir a Reid. El defensa le respira en la nuca pero Cueva comienza a bailar. Adelante, atrás, adelante, atrás. El trujillano saca el espacio necesario para el centro mientras ya son dos defensas los que enloquecen con sus pasos. Listo, Aladino ve el segundo perfecto y de tres dedos la bota al medio del área rival. Era el día de Jefferson Agustín Farfán Guadalupe.

En Perú podríamos ver este partido todos los días, a cada hora, grabarnos cada segundo. La Foquita la para, le queda perfecto y de un zapatazo hunde al portero Marinovic que se da cuenta que no es superman. El grito recorre desde Tumbes a Tacna. Desde el mar hasta el punto más alejado de la selva. Farfán, grita, celebra, corre para buscar una camiseta de Guerrero. Llora.

“Va para ti, capitán”, para esos son los amigos.

El ocho se la pasó al diez y nunca se olvidaron del nueve.
El ocho se la pasó al diez y nunca se olvidaron del nueve.

Lo más difícil pasaba y Perú dominaba el partido. Marinovic nos sacó el segundo. Jefferson Farfán agarró un rebote de Trauco y la cambió de lado, pero el portero de neozelanda es lo más parecido a un pulpo. Abrió el brazo y la sacó. Fin del primer tiempo.

La segunda mitad vendría con Chris Wood, el delantero del que se había hablado toda la semana. Wood y su 1.91 de altura se plantaron en el arco y solo le bastaron diez minutos para crear el primer susto en el arco de Gallese. Había razones para temer. Pero vamos, somos graduados en sufrimiento, el Perú entero estaba preparado para seguir.

Ramos, siempre Ramos

Hasta que llegó el minuto 64. Un tiro de esquina de Cueva -el tocado- fue peinado por Jefferson Farfán. El balón, peruano ya a estas alturas, quedó ahí servida para Christian Ramos. El defensa, el otro héroe silencioso que nos salvó de varias, como aquella vez en Asunción, lo hizo de nuevo. La ‘sombra’ sacó su derecha, pateó con el alma para fusilar nuevamente a Marinovic.

¿Para qué hablar de todo lo demás? El partido continuó. Nueva Zelanda intentó pero nadie nos quitaba esta noche. Era la noche de los 33 millones de peruanos y con Carrillo y Yotún en el campo fuímos aún más, mejores. La noche, la vida era nuestra. La alegría se apoderó de los hinchas, el estadio entero comenzó a practicar el ruso, nadie nos quitaba el balón. Estaba más cerca el tercero de Perú que el descuento de Nueva Zelanda.

Ramos, como en Paraguay, nos dio otra alegría necesaria. (César Campos)
Ramos, como en Paraguay, nos dio otra alegría necesaria. (César Campos)


Y el pitazo final llegó. La pesadilla terminaba, el fantasma de eliminación se perdía en el rojo y blanco que se apoderaba de esa imagen infinita. Jefferson a un costado comienza a llorar como un niño desconsolado. Lo abraza dos compañeros, en realidad lo hacemos todos. El niño de Villa El Salvador que jugaba con los pies descalzos nos acaba de llevar al Mundial y no hay cómo agradecerle. Sigue llorando, los recuerdos de su madre y sus hijos le sacuden la cabeza. A un lado Rodríguez hace lo mismo, es la primera vez que un país lo ve lagrimear. Cueva y Yotún inician un abrazo interminable, mientras que Tapia se seca las lágrimas. Los chicos se derrumban, cumplieron el sueño de sus padres. Gareca, de lejos, se cobra su revancha en silencio. Irá a un mundial él también.

15 de noviembre de 2017 lo repetimos de nuevo. El día donde el Perú se enfundó en una alegría eterna. ¡Unida la costa, unida la sierra, unida la selva, contigo Perú! Porque esta noche no nos la quita nadie y por fin nos dimos ese abrazo que tanto nos debíamos como país. ¡Estamos en el Mundial!