Rusia, 24 de junio de 2018. Llevo más 10 días en el Mundial y, por lo que veo, la gran mayoría de los ciudadanos rusos todavía no se han percatado que se está jugando el evento deportivo más importante de todos en su país. No hablo precisamente del ánimo de su gente con respecto al fútbol, sino de su falta de interés por sacar el máximo provecho a este trascendental momento que se suscita en su nación. 

Es sencillo percibirlo. Apenas uno llega al aeropuerto de Moscú, no será sorpresa descubrir que muy pocos rusos hablan inglés (no saben absolutamente nada de español, portugués, francés o cualquier otro idioma), lo cual complica la comunicación entre los turistas y las personas que atienden la venta de servicios o productos.

Como latinoamericano, a miles de kilómetros de lo que llamo hogar, no espero que los rusos hablen español, pero que al menos si puedan entender un poco de mi masticando inglés.

Esto también ocurre cuando uno intenta movilizarse en la 'Madre Rusia', pues se dificulta poder tomar con tranquilidad y seguridad un taxi, un bus, un tren o un avión (en caso sea necesario el traslado a otra ciudad).

Hace ocho años, el Estado de Rusia sabía que iba a organizar un Mundial, suceso que genera el ingreso de millones de extranjeros a los países anfitriones, por ende, su comercio interno debía estar preparado para el impacto de una alta demanda y las eventualidades de la misma.

Cualquiera persona común pensaría que, con estas pocas ganas de establecer vínculos de comunicación, se pierden muchas oportunidades de negocio (vender más, ganar más y crecer más).

Pero esto no debe ser algo que impresione, pues, según el Banco Central de la Federación Rusa, la Copa del Mundo generará un pobre crecimiento en su economía. Pese a la inversión de más de 10 mil millones de dólares (construcción y renovación de estadios, aeropuertos, ferroviarias, carreteras, etc.) el evento aportaría solo entre un 0,1 a 0,2 puntos porcentuales al PBI anual.

Conociendo estos número y previsiones estadísticas, intento hacerme entender por qué los dueños de los negocios rusos no hicieron que sus trabajadores aprendieran las palabras más básicas del inglés o español, pero simplemente no me cabe en la cabeza.

Un peruano emprendedor no dejaría pasar una oportunidad de oro como esta. Sin la necesidad de hacer que entiendan el sintaxis del idioma en cuestión, un compatriota, sabiendo con algunos meses de anticipación que habrá una mayor cantidad turistas, capacita a su personal con lo más elemental de inglés (ya sea el caso) y solo basándose en la fonética de las palabras.

Sin ir muy lejos, la organización del Rally Dakar 2019 en el Perú impulsará significativamente la economía del país.

De acuerdo a estudios realizados entre el 03 y 11 de enero último, la última edición del evento automovilístico, en la cual Perú fue una de las tres sedes (ahora será sede única), logró un movimiento económico superior a los S/130 millones, producto de los gastos turísticos realizados por visitantes nacionales y extranjeros.

Sabiendo esto, los negocios locales deben estar preparados para la alta demanda de la temporada (del 6 al 17 de enero del próximo año). En ese sentido, aprenderse algunas palabras elementales en otros idiomas será el primer paso para asegurar una buena atención, la cual terminará generando mayores ganancias.

Ahora, imaginen el inmenso provecho que se sacaría con un Mundial a costas. Por mi parte, ya les avisé a los rusos, pero (sinceramente) no creo que me hayan entendido bien. 

*Alfredo Luna Victoria es enviado especial de Perú21 a Rusia.