La reconocida chef peruana Gloria Hinostroza dijo que un cocinero debe tener un buen paladar para reconocer los sabores que le gustarán a la mayoría. Esta cualidad le sobra a , dueña de la cadena de restaurantes Dánica.

Fuimos testigos del preciado don que tiene Vanessa al probar una pizza con arúgula hecha por sus manos; aunque sencilla, la pizza fue un festín para nuestro paladar.

Vanessa heredó esta valiosa virtud de su padre, de origen italiano, a quien vio cocinar desde que era muy pequeña. Su pasión por la gastronomía le dio la oportunidad de obtener las exquisitas recetas de su tatarabuela paterna, y hoy las pone en práctica en sus locales.

“Cuando salí del colegio me fui a estudiar cocina a Italia (en la Escuela Internacional de Cocina Italiana), trabajé allá y luego volví al Perú e hice prácticas en diversos restaurantes. Trabajé pelando tomates, papas y otras verduras. Hice de todo”, recuerda la chef.

Siempre pensó vivir de la gastronomía, pero nunca imaginó que tendría el temple de construir, junto con su esposo Gustavo Michelsen, su propia cadena de restaurantes, pero así lo hizo. Hace once años ambos buscaban un local para crear un restaurante. Hasta que lo encontraron en Miraflores. Con mucho entusiasmo, pero con poco dinero, empezaron su aventura culinaria. Tuvieron que vender sus autos y joyas, y pedir préstamos para hacer realidad su sueño, pero fue con la ayuda de un inversionista que salieron adelante.

Con solo 12 empleados emprendieron esta exitosa travesía y ahora tienen a su cargo a 200 personas. “Siento que la perseverancia (es la clave del éxito), darle con todo al proyecto y no tirarte para atrás”, detalló Vanessa, quien también reconoció que es importante tener una buena conexión con los empleados y ser agradecidos con ellos.

A los 36 años, Vanessa no solo se siente una chef sino también una empresaria que se mueve en todos los rubros de su negocio. Y entendemos que esa actitud también es el secreto de su éxito.

Pese al gran tiempo que le demanda mantener su negocio, Siragusa ha sabido dividir su vida como madre y profesional. “Yo me doy tiempo para todo. Llevo a mi hija Ivana (de 4 años) al restaurante y disfruto con ella del trabajo. Le encanta la cocina, ya sabe hacer galletas. No me privo de nada. No me quedó metida en mi casa ni estoy todo el día en el trabajo”, reflexiona Vanessa, cuyo éxito brilla como el color rubio de sus cabellos.