es una limeña de grandes ojos pardos y mirada penetrante. Con ellos contempla el futuro convencida de que puede cambiar su entorno. Recuerda que su abuelo Manuel siempre le decía que ella era especial, única. Comenzó la carrera de Trabajo Social a los 18 años. Había caído en cuenta de las precariedades y problemas que abundaban en su barrio del Rímac. “Nadie conoce el distrito mejor que yo”, dice, convencida de que sus estudios son su mejor herramienta para sus futuros planes. Licenciada en 2018 de la Universidad Mayor de San Marcos, desde hace una década también se dedica a ser anfitriona y animadora, y planea en pocos años fundar una ONG dedicada a ayudar a personas con problemas de alcohol y drogas.

Pero Carmen tiene un sueño mayor: convertirse en alcaldesa del Rímac. “Quiero que mi distrito sea un lugar digno de historia, cultura y educación”, cuenta, madura, segura en sí misma. Aunque esa confianza que ahora luce fue algo que le costó lágrimas. Durante su etapa escolar y universitaria sufrió comentarios injustos, guiados por los prejuicios y el desconocimiento. “Soy una sobreviviente del bullying”, dice, revelando que se juró a sí misma ayudar a las personas que aún están pasando por estas dificultades.

Su belleza solo hace admirarla aún más. Carmen dedica su vida para servir. Siente que cada logro enorgullecerá más a su familia. De hecho, su madre, Rossana, cumple años hoy y sacarle una sonrisa con esta historia será su mejor regalo.

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