EN TRANQUILIDAD. Luego de 30 años en cargos políticos y tras un fuerte problema de salud, vive para obras sociales.
EN TRANQUILIDAD. Luego de 30 años en cargos políticos y tras un fuerte problema de salud, vive para obras sociales.

Deslenguada como siempre y lisa como nunca, y el balance de una biografía intensa y extremada.

Lucha, ¿de cuántos años te sientes?
Mi edad es como el viento, no se siente. Yo tengo ahorita 75 años, pero me siento de 50.

¿Qué problema de salud tuviste?
Una embolia pulmonar. Parece que tuvo origen emocional, porque incluso me dio herpes. Colapsé. Es que viví momentos muy difíciles, de muchísima tensión.

Todos lo recordamos. ¿Cómo te sientes ahora que estás fuera de la política?
Feliz, más que feliz, vivo tranquila. No quiero escuchar ni siquiera los noticieros porque todo es trompeadera, puñetes, patadas, situaciones que no se pueden aceptar dentro de un Congreso. En mi época no era así. Había momentos de tensión, pero nadie se insultaba.

¿Qué se ha perdido?
El pensar que se tiene que trabajar por el país. Si tú no trabajas por el Perú con alma, vida y corazón, nos fregamos. ¿Qué necesidad tienen de vivir siempre acusando al otro? ¡Es una pérdida de tiempo!

Quizá tenga que ver con que ahora absolutamente cualquiera es congresista.
Yo no entiendo cómo el señor Mamani es congresista.

Yo tampoco.
¡Tienes que tener siquiera una preparación mínima! No es que necesites un doctorado, pero al menos algo, ¿no?, yo no tengo título universitario, pero creo que no soy así de bruta. No basta con saber leer y escribir.

Ni siquiera eso es necesario. ¿No sabías?
No seas malo.

Puedes ser analfabeto y congresista; de hecho, tenemos varios.
Increíble, ah, estoy sorprendida.

Tener mínimo veinticinco años de edad y ser peruano de nacimiento, nada más. Literalmente cualquiera puede entrar.
¡Y en ese “cualquiera” se fregó el país!

¿Qué has sentido cuando has escuchado los audios de los jueces Hinostroza, Ríos, negociando sentencias de violadores…?
Me duele el corazón, me duele el alma. ¿Has visto cómo ha tratado a esa pobre secretaria que quería ser nombrada? Le decía “te me vienes bañadita y calatita”. ¡Yo a ese lo tengo en mis manos y lo dejo sin muelas!

Vayamos un poco a tu historia de vida, Lucha. ¿Cuál es el recuerdo más entrañable que tienes de tu infancia?
Mi infancia ha sido maravillosa. Transcurrió en Huánuco. En una hacienda en el distrito de Tomayquichua. Cuando vine por primera vez a Lima, casi me muero, creía que los carros me iban a atropellar.

¿Cómo eran tus juegos en la chacra?
Me subía a los tapiales, me metía al corral de los toros, me metía a las acequias; no sé nadar, pero iba agarrándome de los tajamares. Me subía a los árboles de mango que eran kilométricos y gracias a Dios nunca me caí. Y cuando mis hermanos se venían a Lima, internados al colegio Raimondi, yo me quedaba solita, así que me conseguí a mis tres hermanitas allá, hijas de peones de las chacras: la Maty, la Mika y la Roisa, y con ellas he crecido hasta ahorita. Todo eso acabó lamentablemente cuando mi padre salió diputado y me tuve que venir a Lima.

Según tu propia descripción, venías a ser una especie de…
De cabra loca…

¿Cómo te domesticaron?
En mi casa había tres cosas que no se podía hacer: mentir, coger cosas ajenas y hablar mal de la gente mientras no estaba presente. Esas tres cosas han regido mi vida porque yo no te miento aunque me mates. También me enseñaron a ser feliz con lo que tenía, a no desear las cosas de otros. ¡Háztelas tú, lucha por tenerlas tú, y no envidies!, ¡no hables mal de nadie! Pero la gente de ahora tiene una lengua de víbora que llega de acá hasta la otra cuadra. Eso no es vivir, eso es morirse de a poquitos.

¿Qué fue lo que más te chocó de pasar de Huánuco a Lima?
Entrar al colegio Belén y hablar como serrana. Con mis trenzas hasta acá. Me hacían bullying. Me decían “serrana”, “trenzuda”, “jirafa”, porque cuando tenía 13 años, crecí como una palmera.

¿Y eras motosa?
¡Motosaza! En vez de decir “mira”, decía “más que mira”. Y las monjitas también me metieron disciplina y a hablar el español con propiedad.

¿Regresaste a Huánuco al terminar el colegio?
No, me quedé en Lima a estudiar enfermería.

¿Por qué enfermería?
Porque me encanta. Porque ya había pasado el tiempo, cuando yo decidí jugar básquetbol… Yo quería ser médica, soy una médica frustrada.

¿Qué te lo impidió?
El básquetbol, mira lo que escogí… ¡No seré bruta yo!

¿No eres médica porque optaste por jugar básquet?
Así es. Dediqué mi vida al deporte al cien por ciento y cuando se acabó mi época, regresé donde mis padres y les dije: “¿Y ahora?”. “Ahora ya es tarde”, me dijeron. Entonces, me metí a la Maison de Santé como auxiliar de enfermería, calladita.

¿En qué equipo jugabas?
Circolo Sportivo Italiano toda la vida. Ganamos el campeonato sudamericano de equipos nacionales en Ecuador.

¿Y cómo te describes como jugadora?
Era bien macha jugando.

Curioso que, a pesar de tener genio de jefa, escogieras una actividad de servicio.
Gracias a Dios, eso nos lo inculcó nuestro padre, él vivía al servicio de los demás. Era un hombre extraordinario. Mi apellido en realidad es Cuculisz, de origen croata. Mi abuelo lo cambió porque era muy difícil pronunciarlo.

¿Le hiciste barra a Croacia en el mundial?
¡A ese chiquito flaquito Luka Modric! ¡Qué maravilla de muchacho! ¡Qué coraje de los croatas! Estaba segura de que ganarían, pero me equivoqué.

¿En qué más te has equivocado?
Uno de mis grandes errores en la vida fue casarme con quien me casé. Fue pésimo.

¿Tan mala fue la decisión?
Pésima. Me casé muy pronto. A los 23 años. Una burrada. Por eso yo ahora a las mujeres les digo: ¡convivan antes de casarse!

Pero, ¿para qué te casas, pues?
No me hagas hablar porque capaz se me sale una lisura. No debería quejarme porque tengo dos hijos maravillosos, pero fue un hombre muy malo conmigo y… mejor pasemos a otra cosa.

¿Cuál es tu vicio?
Ahora estoy prendida a la televisión con el Abierto de Tenis de Estados Unidos. Sigo a Djokovic. También veo atletismo, fútbol, la NBA, por supuesto.

¿Fuiste la primera ministra de la Mujer?
La primera fue Miriam Schenone. Yo fui la segunda y después me reemplazó desgraciadamente la señora Villarán, que me denunció como 36 veces.

Por el robo de un animal del Parque de las Leyendas, ¿verdad?
Porque yo me había tirado la jirafa, el hipopótamo y el rinoceronte.

¿Dónde los tienes, Lucha?
Están abajo, en el jardín. Lo que pasa es que esos animales tenían que estar en cuarentena, pero esta ignorante fue a ver los sitios que se habían preparado para los animales, no los encontró y entonces, claro, la Cuculiza se los llevó. Son anécdotas que ya ni quiero recordar.

Una de las desventajas de ser autoridad en el Perú es que estás obligado a probar comidas insólitas que no necesariamente te provocan.
Yo, por ejemplo, soy serrana y no como cuy.

¿Y cuántos cuyes te han ofrecido en campaña?
Miles. Jamás lo he probado. No hay forma, parece una rata.

¿Cuántos años has sido autoridad en el Perú?
Comencé en Huánuco, en 1975, como alcaldesa con Morales Bermúdez. Luego alcaldesa de San Borja, luego ministra de la Mujer, luego congresista y luego mi casa. Son como 30 años, por lo menos. Pero no me quejo porque he servido, Beto.

Yo me acuerdo haberte conocido cuando eras directora del albergue de menores de Chucuito. Y andabas con un palo en la mano.
Ja, ja, ja. No era palo. Manguera era.

Para tener a raya a todos esos palomillas...
¿Palomillas? Eran muchachos delincuentes, desgraciadamente, hay que decirlo. No son... ¿como les dicen ahora?

Infractores.
Eso, tremenda estupidez. ¿Qué va a ser infractor uno que está matando? Eran terribles y se me escapaban. Yo me tenía que meter por todos los Barracones a buscarlos. A Sarita Colonia, a la Siberia, yo me conozco todo.

¿Y los sacabas de los pelos?
¡De los pelos y bien sacados! A veces abría la puerta de un patadón, porque se encerraban y la Policía no quería romper la puerta. Entonces, abrías la puerta y salía tanto humo de marihuana y de pasta que hasta el perro estaba marihuaneado y ya ni ladraba.

Te gustaba hacer batida, ¿no? Tienes alma de Rambo.
No tanto, pero sí he reformado a varios.

Broncano, sin ir muy lejos. ¿Cómo lo conociste?
Él es un muchacho que nació impulsivo, compulsivo. Con una violencia nata. Una semanita era un santo y, cuando me veía con la manguera, me decía: “Mama Lucha, por si acaso, yo no he hecho nada”. Y había hecho bestialidad y media, no sabía qué hacer con él.

Hasta que se te ocurrió que fuera boxeador...
Le avisé a Ferrando, él lo ayudó, le puso un departamento, le puso un profesor. Y lo trató como a un hijo. Y, en Maranga, se dedicó al box y a todo el mundo se noqueaba. Tenía una fuerza brutal el muchacho este, que si hubiera sido disciplinado, sería campeón del mundo, pero ahí lo tienes, sin un ojo, limpiando carros en Magdalena.

¿Qué encuentras en el trabajo social que tanto te llena?
Ver tantos casos resueltos. Una vez llegó una chiquita de 12 años violada, de Huacho y yo le dije: “Mira, ve, no eres la primera ni la última, ten fuerza, ten coraje, supéralo”. “No puedo, congresista”, me dijo, “el violador fue mi padre”. Eso no se puede admitir. Como ese sujeto que se llevó a una chiquita en su bicicleta y la violó y la quemó. ¿Hay que alimentar a esa bestia hasta que se muera con la plata de todos?

Y lo mismo podríamos decir de todos los feminicidas que vemos a diario.
Matan mujeres como gallinas en un corral. Yo, cuando saqué mi ley de feminicidio, dije: “Cuculiza, ya puedes morir tranquila, esto va a bajar”. ¿Va a bajar? ¡Está al doble!

¿Cuál ha sido el momento más doloroso de tu vida?
La muerte de mi padre en Nicaragua. Lo mataron los sandinistas.

¿Qué hacía tu papá allá?
Mis cuatro hermanos son ingenieros agrónomos y, con la reforma agraria, se fueron a Centroamérica. El que se fue a Nicaragua se llevó a mi padre. Un día entraron a su casa y le dijeron que se entregue como rehén para que sus hijos paguen por él, y él les dijo: “Déjenme entrar a sacar unas cosas”, sacó su arma y mató a tres, pero uno le disparó por la espalda, y ahí quedó.

¿No fuiste al funeral?
No hubiera podido aguantar. Yo adoraba a mi padre. Él está enterrado en Nicaragua, pero yo siento que está acá conmigo.

Y tu esposo también murió en un episodio similar...
Así es. En la puerta de mi casa en Huánuco, me lo mataron. Las dos personas que más he querido en mi vida han muerto a balazos, es muy duro. Si yo no tuviera el carácter que tengo, Beto, quizás estaría en un manicomio.

Pero tú eres una mujer tan fuerte que incluso has tenido una vocación militar...
Soy oficial de reserva de nuestro ejército. Con el grado de mayor y espero ser ascendida a comandante a fin de año. Me aventé de una torre de siete pisos a los sesenta y tantos años.

¿Y cuál es la necesidad de tirarse siete pisos abajo?
Es mi pasión estar en el ejército. Avancé para tirarme y dudé, así que volteé y le dije: ¡empújeme! Me estrellé contra el cerro. Me saqué la mugre.

Y si querías ser soldado, ¿qué hacías de Miss Huánuco?
Ay, no me hables de esa tontería. Vinieron unas señoras junto con mi madre, que tomaba las decisiones, y me dijeron: “Te han elegido Miss Huánuco”. ¡Me fregaron! Me sentí tonta, idiota, vacía, cretina. Yo hubiera sido general de división, oye.

Después de la embolia que sufriste, ¿ya te sientes súper fuerte de nuevo?
No tanto, porque me agito, pero sí me siento mejor. No dormía porque tenía miedo de ya no respirar. Un coágulo se metió a mis pulmones. Desperté como a los dos días. Le dije a Dios: “Yo creo que no es el momento, déjame un poquito más para seguir sirviendo”. Y me hizo caso.

¿Hasta los cuántos años quieres vivir, Lucha?
Quiero vivir hasta que pueda ir sola al baño.

DATO

- Tiene un hijo y una hija, tres nietas y un nieto. Son los amores de su vida. Recuerda las enseñanzas de su padre y piensa a veces en cómo será morir solo, lo que no desea. Dice que quiere vivir porque aún tiene mucho en qué ayudar y que por eso despertó.