Cuando el 23 de enero ocurrió la , se desataron conmovedores gestos solidarios. Miles corrieron a donar sangre y plaquetas para ayudar a los pacientes quemados. Solo seis han logrado abandonar con vida las unidades de cuidados intensivos de diversos hospitales y fueron dados de alta.

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Esto, para ellos, es motivo de felicidad, de sensación de triunfo ante semejante adversidad, pero su lucha continúa aún en estos tiempos de coronavirus.

Todos buscan continuar con su tratamiento, conseguir medicamentos, cremas e implementos que necesitan para su recuperación… Y es que en estos días, la pandemia los ha relegado, pero ellos resisten con la misma fuerza.

Sobrevivientes de la tragedia de VES siguen luchando

Un héroe

El día de la deflagración, Josué Manco Ponce logró sacar de su casa a su madre Maura, quien es invidente; a su sobrina, de 11 años, y a su perra Mimí. Cuando regresó para sacar la llave, los vidrios de la ventana estallaron y se vio envuelto en llamas en su sala. Él reaccionó rápido. Se metió a la ducha, se cubrió con una sábana húmeda y saltó del techo de su vivienda hacia la del vecino.

Semidesnudo empezó a buscar a su familia. “En ese momento no sentía dolor, solo quería encontrarlas”, narró a Perú21.

A los pocos minutos, ubicó a ambas y, por sus propios medios, logró tomar un mototaxi hasta la posta Juan Pablo. Luego de ser atendido, perdió el conocimiento.

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Al despertar estaba en el hospital Arzobispo Loayza. Permaneció en la UCI un mes, al lado de sus vecinos y amigos del barrio. Vio morir a cinco de ellos.

“Casi todo el tiempo estuve consciente. Veía cuando mis compañeros se ponían mal, los reanimaban y, finalmente, los tapaban con una sábana, pero los médicos me daban ánimos y me decían que yo debía seguir como fuera por ellos”, contó, mientras aguantaba con valentía las curaciones que le hacía la enfermera María Santander.

Hace tres semanas le dieron de alta. Se fue en taxi, pero sin receta ni citas para cuidados posteriores debido al coronavirus.

Josué no tiene seguro, trabajaba haciendo delivery. Cada curación cuesta en promedio 500 soles y son solventadas por la solidaridad de sus amigos del colegio. Uno de ellos –contó el joven de 34 años– se fue en bicicleta desde Villa El Salvador hasta una distribuidora del Centro de Lima para buscar productos a menor precio.

La parroquia San José y Carmelitas y la ONG Aniquen también lo ayudan, al igual que los otros sobrevivientes en recuperación que no se quedan de brazos cruzados.

“Me siento feliz de haber logrado sobrevivir a 12 operaciones, agradezco estar con mi familia y la solidaridad de todos. A la vez, me siento preocupado por los gastos y abandonado por las autoridades que ahora están abocadas al coronavirus”, indicó.

Da la batalla

Duber Santos también desafió a la muerte por salvar a su familia. Ese fatídico jueves, cuando se dirigía a trabajar, vio la enorme nube de gas y solo atinó a regresar a su casa por su mujer y su hijo de dos años y ocho meses.

“Estaba frente a la puerta y sentí como si me agarrara un rayo, me estaba quemando. Me tiré al suelo para apagar el fuego... Mi familia felizmente se salvó”, contó el huancabambino de 26 años.

El 6 de marzo fue dado de alta en el hospital Rebagliati. Asegura que le han dicho que regrese cuando acabe su cuarentena, pero sus heridas no esperan y ahora él se encarga de costear el tratamiento y buscar ayuda.


“Solo estoy solventando mis gastos, con ayuda de allegados y la parroquia”, dijo mientras miraba el mensaje presidencial del mediodía.

Este joven denunció que la municipalidad de Villa El Salvador le había asegurado que le alquilaría un departamento, pero luego le dijeron que no tenían dinero.

La misma promesa también le incumplió a Sonia Pumatay, de 43 años. Su esposo tuvo que sacar un préstamo para alquiler una vivienda, porque la suya está inhabitable. Ella, sin embargo, está feliz de haber sobrevivido, pese a que el 65 por ciento de su cuerpo sufrió quemaduras de segundo y tercer grado al intentar salvar a todos sus familiares. Pensar en su hijo era su fortaleza, nos dijo.

El 3 de marzo abandonó el hospital Guillermo Almenara y, al igual que en todas las historias, la emergencia por el COVID-19 relegó su tratamiento.

Las pastillas para el dolor que le recetaron se acabaron y las vendas perdieron elasticidad, pero su esposo se las ingenió. Ahora es su enfermero.

“Al principio recordaba el tratamiento que me daban para curar mis heridas y le decía a mi esposo qué hacer. Luego pudimos contactarnos con Aniquem y ellos nos indican cómo hacer la terapia para recobrar la movilidad”, contó.

Sonia rescata que esta desgracia le ha permitido valorar más a su familia y amistades y la solidaridad. “Antes del accidente todo era trabajo y mi casa. No salía, no viajaba, ni festejaba mi cumpleaños. Eso ahora va a cambiar”, añadió

Esperanzas

Hay otros dos menores que también lograron salvarse. Rodrigo, de 11 meses, por quien su madre dio la vida para protegerlo del fuego, fue el primer sobreviviente dado de alta. Su caso generó esperanza en medio de la tragedia que ha causado 34 muertes. También está Sebastián, de dos años, quien ahora está al cuidado de su tía, mientras espera que su padre sea dado de alta en estos días.

Todas estas historias son de personas que se aferraron a la vida, luchan por salir adelante y son solidarias. Ellos piden justicia y que se les ayude a todos los 11 sobrevivientes, contando con los que ya están próximos a salir de los hospitales.

Ellos entienden en que hay una pandemia pero a la par necesitan que las autoridades no se olviden de ellos.

Madres coraje piden que se haga justicia por las víctimas

Zaida Osorio vive en uno de los módulos que otorgó el Ministerio de Vivienda a los damnificados de la tragedia de Villa El Salvador, pero ella trata de regresar a diario a la casa donde desde hace 18 años construyó un hogar junto al amor de su vida, Henry Riveros, con quien tuvo dos hijas. La deflagración le arrebató a su familia.

(Foto: DIANA MARCELO ARMINGUAY)
(Foto: DIANA MARCELO ARMINGUAY)

En la fachada de la inhabitable vivienda ha colocado una gigantografía con la imagen de sus seres queridos y, debajo de esta, tres floreros hechos con botellas de plástico, que riega con el agua que carga. Les habla, les reza... La pandemia le impide ir al cementerio y hacer misas de mes. Después de su ritual, entra a la casa y pasa horas recordando cómo era su vida antes de aquella mañana del 23 de enero. “Cuando vengo, revivo los recuerdos, pero también me siento sola, triste... Yo no tengo heridas en el cuerpo, pero sí en el alma, en el corazón”, cuenta a Perú21. También recuerda a su nieto.

Esta cuarentena la golpea con los recuerdos. Se quiebra, pero también se levanta para alzar su voz y pedir que se haga justicia y que los responsables de esta tragedia paguen. “Solo quiero que haya justicia, es lo que ellos se merecen. No puede ser que haya pasado toda esta desgracia y hasta ahora no hay un responsable”, dijo Zaida.

A su drama se suma que no se casó con Henry y teme que sus cuñados la echen de la casa, cuando el gobierno la repare.

Su vecina Olga Pomatay también sufre y pide cárcel para los responsables. Sus hijos Jordy y Jordan, de 20 y 24 años, fallecieron por las profundas quemaduras de la deflagración. Ella se aferra a la Biblia y solo espera volverlos a ver.

“Todos los días, solo espero que ocurra un milagro y que mis hijos, que eran buenos muchachos, aparezcan entrando por mi puerta”, nos cuenta sentada en la puerta de su casa, al lado de la imagen de sus hijos.

Ambas madres sienten dolor, pero sacan fuerza y coraje para insistir en que se haga justicia por sus seres queridos y piden a las autoridades que cumplan con sus promesas. La zona de la tragedia hoy luce abandonada por la pandemia.

Sobrevivientes y deudos del incendio ocacionado por una cisterna en villa el salvador piden justicia a las autoridades y reclaman ayuda mŽdica
Sobrevivientes y deudos del incendio ocacionado por una cisterna en villa el salvador piden justicia a las autoridades y reclaman ayuda mŽdica


Si deseas ayudar a los sobrevivientes de la tragedia de Villa El Salvador, comunícate al teléfono: 959 429 263.

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