Viernes 22 de junio. El reloj marcaba las 10:50 de la mañana. El centro comercial , en , ya había abierto sus puertas y público de todas las edades llegaba para realizar sus compras o comenzar el fin de semana.

De pronto, se escuchó una ráfaga de balas. El pánico se apoderó de todos. Madres con sus hijos en brazos, ancianos, jóvenes estudiantes de universidades cercanas y los propios trabajadores comenzaron a correr despavoridos hacia las diversas salidas de ese centro comercial para ponerse a salvo. “¡Es un ataque, auxilio!”, gritaban.

Minutos antes –a las 10:45 a.m.– las cámaras de videovigilancia registraron los rostros de cinco sujetos que no pasan de los 25 años. Estaban vestidos con poleras y capuchas. Llevaban fusiles. Estaban preparados para todo.

Tres de ellos se dirigieron hacia la joyería Casa Banchero, en el segundo piso del centro comercial, en el sector donde están las tiendas de lujo. Los delincuentes destruyeron las mamparas de vidrio con una comba y luego hicieron lo mismo con las vitrinas en las que se exhibían valiosas joyas y relojes. En el interior, también había dinero en efectivo.

Mientras esto ocurría, los otros dos malhechores se encontraban en la puerta de la tienda. Ellos también tenían armas de largo alcance. “¡Se han llevado todo!”, dijo posteriormente un trabajador de la joyería, una casa con pocos años en ese centro comercial, pero muy antigua y de reconocida fama.

ESPECTACULAR FUGA

El plan de los delincuentes parecía perfecto hasta que se activó la alarma de seguridad. Los maleantes salieron raudamente de la joyería y comenzaron a correr ante la atónita mirada de gente que había ido a pasar un grato momento, pero acabó aterrorizada.

Los hampones llegaron al estacionamiento del Jockey Plaza, cerca de la avenida Javier Prado. Subieron a un auto Volkswagen Golf, de color plomo. El chofer pisó el acelerador y en ese momento se escucharon los primeros disparos.

Lo que ocurrió después fue narrado detalladamente por el general PNP Gastón Rodríguez, jefe de la Región Policial Lima. “Un efectivo del escuadrón de Águilas Negras, que se encontraba realizando el control de la seguridad bancaria, se percató del atraco. Vio a los sujetos subir a un vehículo, por lo que disparó. Los delincuentes perdieron el control del auto y se estrellaron contra una escalera metálica. Rápidamente bajaron del vehículo y comenzaron a disparar”, indicó.

Agregó que “el agente, en su intento de frustrar el asalto, habría herido a dos de los hampones. Estos lograron escapar por una rampa que da a la avenida Javier Prado”.

Los delincuentes dejaron en el auto una de las dos maletas con joyas que habían robado de la Casa Banchero.

Minutos después, en el frontis del centro comercial, se produjo la segunda balacera. Los asaltantes habían sido interceptados por dos agentes de seguridad del Jockey Plaza.

Se trataba del suboficial Edmundo Palomino, quien –en medio del fuego cruzado– recibió un tiro en el abdomen, mientras que su compañero, el suboficial PNP (r) Juan Valencia, fue herido en la pierna izquierda. Ellos fueron trasladados a la clínica San Pablo.

En el lugar se encontraron 50 casquillos de bala. “Dispararon a matar, ¡estaban locos!”, dijo un testigo.

Tras herir a los dos agentes de seguridad, los maleantes interceptaron al taxista Luis Pacahuala (59). “Me gritaban que me iban a matar, que les entregara la llave. Cerré los ojos y me rompieron la cabeza con un arma”, señaló el conductor.

Después, los hampones encañonaron al taxista Víctor Huamán (40), lo golpearon en la cabeza y se llevaron su auto, de placa F7E-474. Fueron a toda velocidad por la avenida Javier Prado hasta que, en el óvalo Monitor, se les reventó una llanta. Entonces subieron a otro auto y huyeron por la avenida Javier Prado, hasta el cruce de las avenidas Canadá y Agustín de la Rosa Toro. Ahí abandonaron la unidad y escaparon con rumbo desconocido. Bastaron siete minutos para esta película de horror.