Estos permanecen a pocos centímetros de telas, paquetes y otros productos, con lo cual, de producirse una chispa, se podría desatar y avivar el fuego.Como si fuera poco, los visitantes tienen que ingeniárselas para caminar entre los ambulantes, entre la infinidad de paquetes y estibadores con sus carretillas. Esto sucede a cualquier hora, sin ningún control municipal.