Jean Pierre Crousse fue parte del desarrollo arquitectónico del Lugar de la Memoria.
Jean Pierre Crousse fue parte del desarrollo arquitectónico del Lugar de la Memoria.

Hizo el intento para no seguir los pasos de su padre. Astrónomo y aviador fueron posibilidades. Pero no pudo. En 1987, dejó para continuar sus estudios de Arquitectura en Italia. Volvió y en el 89 otra vez partió a Europa. Esta vez con Sandra Barclay, hoy su socia y esposa, gracias a un contrato de trabajo en Francia que duraría tres años. Pero pasaron 16. Se fueron con Alan García como presidente y volvieron con Alan García como presidente.

Jean Pierre Crousse es profesor en la Universidad Católica; director de la maestría de Arquitectura de la PUCP; regularmente enseña en Yale, EE.UU.; es director de Asuntos Gremiales del Colegio de Arquitectos de Lima, y acaba de ser curador de la , que puso sobre el tablero a la ciudad la recuperación de los espacios públicos y la integración de las huacas.

Volvieron a Italia y Francia. Hace unos días Crousse estuvo por Venecia, donde Barclay fue jurado de la bienal de esa ciudad, el evento arquitectónico más importante del mundo. Contesta mi llamada desde , donde el estudio de ambos mantiene una relación profesional. En Lima son las 3 de la tarde y en la ciudad francesa las 10 de la noche, desde donde dibuja una panorámica de la capital peruana y su arquitectura.

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-¿Qué nos enseñan ciudades como Venecia y París, primer mundo de la arquitectura?

La diferencia esencial es que el Estado francés invierte muchísimo en el espacio público. Y, segundo, el sistema permite que lo que se hace en la ciudad lo hagan los mejores arquitectos, por medio de concursos, que en Perú hasta hace dos años no solo no se hacía, sino también estaban prohibidos por una ley estúpida del 90.

-¿Cuál era el argumento para prohibir los concursos?

Que había que construir más rápido y que hacer concursos de arquitectura demoraba el proceso. Hoy tenemos un resultado catastrófico.

-¿En dónde podemos ver ese resultado?

Desde los años 90 se han construido muchas escuelas, pero hoy tenemos que más o menos el 50% se tienen que demoler porque han sido mal construidas, mal diseñadas, los materiales no se adaptan al clima. Perú es uno de los pocos países en el mundo donde no se valora la calidad de la arquitectura. Y cuando digo calidad, no estoy hablando solo de estética, sino también de adaptación a la idiosincrasia, buena orientación, uso de materiales duraderos y que son disponibles en el lugar; es decir, si algo se malogra, se puede reemplazar fácilmente. En cualquier país, todo ello sería elemental, pero no en el Perú.

-¿Vivimos en una Lima hija del pragmatismo más extremo? Una Lima que se supone moderna, que vivió un boom económico y de construcción.

Pragmática y desprovista de los medios para planificarla. Hubo un auge en los dos mil, pero fue un auge solo privado. El Estado nunca impuso las reglas ni ha construido nada significativo. No se usó el boom de la construcción para construir una ciudad mejor. Según el Ministerio de Vivienda, en los últimos 30 años la extensión de Lima ha crecido más o menos en un 40%, y de ese porcentaje, el 95% es informal. Lima la planifican los traficantes de terrenos y la construyen las pobres víctimas que le compran al traficante; con su sudor construyen la casa como pueden, muchas veces en sitios vulnerables.

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-¿La pandemia, de alguna forma, nos está enseñando a usar el espacio público? Pienso en las ciclovías, por ejemplo.

Una de las pocas cosas positivas de la pandemia ha sido justamente que la gente se ha dado cuenta de la calidad de los espacios en donde vive y del uso y no uso de la ciudad. Por ejemplo, uno se ha dado cuenta de que tener un espacio exterior en una vivienda era importante. Y al salir, se han dado cuenta de la necesidad de un espacio público de calidad.

-Es el colmo ver parques con rejas.

Es que hay una especie de tendencia de creer que el ciudadano no es responsable, que es de un paternalismo vergonzoso. Privatizar los espacios porque la gente no los sabe cuidar es un error. La gente sabe cuidar las cosas cuando se da cuenta que son para ellos. Y eso ocurre en todas las clases sociales. Los parques zonales son clubes, no son espacios públicos. Asistimos a una ‘clubitización’ o privatización del espacio público. Los ‘espacios públicos’ más concurridos finalmente son los centros comerciales, que no son espacios públicos.

-Una de las ideas que usted impulsa es el uso de las huacas, que sean espacios que se respeten pero se usen. ¿Cómo usarlas?

Tenemos casi 300 huacas en toda Lima. Pero las huacas están encerradas, detrás de muros y rejas. Por supuesto, hay que ser muy cuidadoso en cómo se abre, qué debe pasar dentro de ellas y cómo se pueden conservar. Lo que hemos planteado con la Visión Lima 2035, que ha ganado el premio Rockefeller Foundation, es que, por ejemplo, Mateo Salado antes estaba cultivada con rosas, pero cuando se declaró patrimonio, se dejó de cultivar porque supuestamente el agua les hacía mal a las huacas; si eso lo volvemos a cultivar con la tecnología de hoy, se podría hacer un hub relacionado con la comida, donde se produce, consume y enseña a cultivar huertos urbanos. Que la gente comience a apreciar el patrimonio arqueológico no solo como un museo, sino como algo que reúne a la gente.

El arquitecto Jean Pierre Crousse nos pidió ampliar su respuesta con algunas precisiones que a continuación incluimos:

“Con respecto a mis declaraciones sobre Mateo Salado en la entrevista publicada el día 8 de setiembre, deseo precisar que el riego de los rosales al cual hago alusión se hacía por inundación con aguas servidas, lo que efectivamente ponía en peligro las estructuras precolombinas, según los estudios llevados a cabo por el Ministerio de Cultura. La visión que propongo no considera regresar a esta práctica nociva que hacían los cultivadores dentro del recinto patrimonial, que atenta contra el patrimonio. Lo que mi visión propone es una reingeniería de las actividades que se pueden realizar dentro de los sitios arqueológicos, para integrar las huacas a la ciudad. Ella contempla, entre otras cosas, la utilización de técnicas modernas y apropiadas de regadío para poder mantener de manera segura la relación de las edificaciones prehispánicas con el paisaje agrícola que siempre las acompañó”.

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-En 2021, con una pandemia en curso y la tecnología desbordada por todos lados, ¿qué es ser arquitecto?

Un arquitecto ya no es solo el que diseña edificios. Es alguien que puede imaginar el futuro. Ordena el espacio y eso no tiene escala, puede ser un territorio, una ciudad, un paisaje. Es como un director de orquesta.

-Usted pensó que también podía ser aviador. Al final, ser arquitecto es una forma de volar, hay que tener perspectiva y visión panorámica.

Exacto. Por eso generalmente estoy en contra del arquitecto especialista. Se debe tener la perspectiva de hacia dónde tienen que ir las cosas.


AUTOFICHA:

- “Soy Jean Pierre Crousse Rastelli. Tengo 58 años, nací en Lima. Estudié en la Universidad Ricardo Palma, luego estudié en el Politécnico de Milán y después en la Universidad Diego Portales de Chile. Mi padre también es arquitecto, pero siempre hice mi camino propio”.

- “Mi padre ha hecho la Escuela de Cadetes Navales en La Punta, la sede del Banco de Crédito en la avenida Larco, fue parte del equipo que hizo el Centro Cívico, el aeropuerto de Juliaca, el plano urbano de la Residencial San Felipe, y más. Nunca me empujó para que yo sea arquitecto”.

- “Entre los proyectos públicos que he desarrollado están el Lugar de la Memoria, el Museo de Sitio de Paracas, la sede del Gobierno Regional de Moquegua, el aulario para la Universidad de Piura, que ganó el premio al mejor edificio en América, la escuela de arte Corriente Alterna y lo demás es más privado”.

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