Lo que se hereda no se hurta. Hay quienes dicen que los valores no se pueden heredar. Sin embargo, la familia Paredes demuestra lo contrario con sus más de 120 años sirviendo al Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú. El color rojo de los uniformes y la voluntad de ayudar son factores predominantes en su sangre.

Los hombres de esta familia parecen haberse criado con un casco bajo el brazo. Luis Paredes Chávez y sus hijos, Mauricio y Renato, son bomberos por vocación propia, la cual no se ha podido romper a través del tiempo.

Federico Paredes Genit, abuelo de Luis, inició el romance de los Paredes con los incendios. A los 89 años, marcó su retiro tras 5 décadas de cumplir con su admirable labor. En su ceremonia de despedida, su hijo, Luis Paredes Quiroga, tomó la posta y emuló el tiempo de servició de su padre. Ambos pertenecieron al legendario cuartel 'Lima 4', más conocido como la 'Bomba Lima'.

No obstante, hubo un momento donde el legado de familiar estuvo muy cerca de romperse.

"Mi papá no quería que sea bombero. Me lo prohibió. Prefería que enfocará en mis estudios. Cuando tuve 15 años había estado en los scouts y me encantó. Ya con 21 años, la decisión estaba tomada y le dije: 'Por si acaso, ya postulé a la compañía de Miraflores'. Era algo que me nacía, los genes fueron más fuertes", cuenta Luis.

Como si se tratase de un 'deja vu', Mauricio, hijo mayor de Luis, se recibió de bombero el mismo día de la celebración por los 25 años de entrega de su padre.

"Me imaginaba que iba estar de acuerdo. Cuando era pequeño lo iba visitar a la 'bomba', siempre veía lo que hacía de la puerta para adentro, pero no sabía lo que hacía en la calle. Sabía que era un buen bombero, mi mamá me contaba que era jefe de la compañía. Siempre me intrigó saber qué es lo que hacía de la puerta para afuera. Quería saber de qué se trataba. Mis tíos pasaron a ser mis superiores. Tuve que cambiar el chip", detalla Mauricio, de 21 años.

"Nunca los obligué. Me sorprendieron gratamente. No pensé que les iba a gustar, no sentía una inclinación preponderante a los bomberos en ninguno de los dos", sostiene Luis. En sus palabras, en el tono de su voz y en su mirada hay un orgullo que lo hace inmenso.

La conexión de Mauricio y Renato con la compañía de bomberos 'Miraflores 28' es muy singular. Ambos visitaron las instalaciones desde el inicio de sus vidas: durante los embarazos de su madre, recién nacidos y de niños. Siempre existió una relación íntima por ser bombero.

"No hubo un momento en el que decidí ser bombero. Sabía que era algo que tenía pasar. No era algo que tuve que decidir, no fue una obligación", asegura Renato, de 16 años, el más joven de los Paredes, quien todavía sigue en el colegio.

En el Día del Padre, ellos han descubierto su historia. No viven juntos desde hace 12 años. Sin embargo, eso no ha sido impedimento para tener un sueño en común: apoyar en un incendio los tres.

"Renato acaba de graduarse hace unos meses. Es bombero, pero todavía es menor edad. No se expone mucho todavía. Ya viví un incendio con Mauricio. Seguramente pronto llegará uno en el que participemos los tres juntos", asevera Luis.

"He pedido que arrojen parte de mis cenizas a un incendio"

La iniciativa de ayudar a las personas está incrustada en el ADN de los Paredes, no cabe duda. Luis está completamente seguro que su vida está destinada en terminar en un siniestro. Lo dice con una extraña naturalidad, como si la tragedia de morir entre las llamas no fuera lo peor del mundo.

"He pedido que arrojen parte de mis cenizas a un incendio. Ahí quiero acabar. Tiene que ser en uno mínimo de código 3". Y ahora se ríe, pero luego se queda pensativo. Sus aventuras de trabajo no son un juego. Son entrega, ganas de servir, deseos de salvar. Y si en esas se le va la vida, este hombre no tiene miedo.

El apellido Paredes seguirá vigente en la bomba de 'Miraflores 28'. Mauricio y Renato dicen que estarían felices de tener hijos que también compartan su vocación, pero insten en resaltar que es algo que debe nacerles. Si la historia se repite, lo más seguro es que el legado de esta familia siga estrechamente relacionado con el uniforme rojo, el compromiso de servir sin esperar recompensas, y la capacidad de darlo todo. Porque en cada incendio, ellos como tantos bomberos, entregan la vida.

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