Sus manos encontraron una nueva oportunidad. La cárcel puede ser el lugar donde el aburrimiento duele. Pero a veces todo cambia. El mexicano Baltazar Ramírez no quiere contar cuántos años le faltan para recuperar su libertad. Sin embargo, no duda en responder que lleva ocho años y cuatro meses en el , en San Juan de Lurigancho. Este lugar que es su cárcel también se ha convertido en una oportunidad que le permite sonreír, y sentir que su trabajo es valorado.

“Yo no sabía que tenía esta habilidad”, dice, mientras desliza sus manos en el torno, y toma la arcilla como agua que se va. Cada pieza es única, arte puro. A los 35 años, no piensa en el futuro, el hoy es más importante que nada, quizás porque cada día que pasa es uno menos de cárcel y uno más cerca de la libertad.

Es parte del equipo de Ninia Project, un emprendimiento que desarrolla desde hace año y medio la francesa Deborah Hellequi en este penal que alberga a 5,928 internos, de los cuales 814 son parte del programa Cárceles Productivas del Instituto Nacional Penitenciario (INPE).

Crónica21: Los ceramistas de Castro Castro

El trabajo de Ninia Project llega a las mesas de al menos 30 cafeterías y restaurantes del país.

Luis Eduardo es colombiano, uno de los más nuevos en el taller integrado por 15 internos que también hacen joyería.

“Soy papá de una niña de 10 años”, me responde, mientras se detiene en las tazas que aún están para pintar. El pabellón 1A es un espacio tranquilo, de risas y salsa que sale de una pequeña radio.

A los 27 años, Luis Eduardo se ha dedicado a la cerámica con curiosidad y disciplina. El tiempo, en su vida, se mide en tazas que salen de sus manos. No descubres tu talento hasta que tocas fondo, o hasta que sientes la imperiosa necesidad de empezar de nuevo.

Miguel lleva 17 años en el penal, y aprendió a resistir. “Hay que soportar”, dice.

“Es una lucha mental que necesita fuerza. La cerámica me ha ayudado, y lo que ha hecho Deborah es impresionante porque nos lleva a buscar la belleza y la perfección”, comenta este mexicano de canas y sonrisa sencilla que a los 52 años es papá de un niño de 12: “Cuando estás en prisión quieres que el tiempo pase, la cerámica ayuda a que este proceso sea menos duro. Sin embargo, cuesta mucho, cada día cuesta. Levantarse cuesta. No deprimirse cuesta”. Faltan ocho años para que cruce la puerta del penal hacia la libertad.
Larry Abanto es de Ucayali, Aguaytía. En su récord da cuenta de 20 tazas rotas: “Tengo una hermana, una madre, un padre… Creo que han visto mi trabajo en Internet”. Sus ojos retienen las lágrimas.

Los ceramistas de Castro Castro. (Jesús Saucedo)
Los ceramistas de Castro Castro. (Jesús Saucedo)

Conocí a Deborah poco antes de que concretara su convenio en el INPE.
Posiblemente fui una de las primeras #coffeelovers en comprar una taza azul de su colección, y un filtro para preparar café. Año y medio después, Ninia Project es una referencia de lo que se puede lograr con dedicación y empeño. No solo están llegando a más espacios de Lima y provincias. El estilo y el acabado de las piezas no dejan de mejorar.

“Ha sido un proceso hermoso”, indica Deborah, una mujer con cara de niña que ingresó al penal a trabajar con una vocación auténtica por servir. “¿Qué hace una niña rodeada de delincuentes?”, le preguntaron. Niña, ninia. Así salió el nombre de la marca.

Los internos reciben el 50% de las ganancias, y los retos son cada vez más ambiciosos. El arte te hace libre, incluso cuando físicamente estás en prisión. La sonrisa de estos muchachos que han encontrado el valor de su trabajo es el motor de Deborah, quien dejó su natal Francia para establecerse en Perú y trabajar en algo que haga feliz a mucha gente, y a ella misma. De eso se trata, la verdadera libertad.

Los ceramistas de Castro Castro. (Jesús Saucedo)
Los ceramistas de Castro Castro. (Jesús Saucedo)

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