El no solo ha puesto a prueba a nuestro sistema de salud, sino también, nuestra forma de convivir con lo desconocido: militares en las calles, familias aisladas y largas colas en los supermercados, son algunos de los factores que intervienen en el estado de ánimo de la población.

Eso lo sabe muy bien Rosa María Cueto, psicóloga social y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, quien afirma que, ante este estado de emergencia, actitudes como la empatía se encuentran en riesgo permanente.

Y es que, según la especialista, desde que se decretó el el último domingo 15 de marzo, existe un deseo descontrolado de proteger a nuestro entorno familiar.

“Salvo que seas mi familiar o alguien muy cercano, si eres alguien que puede generar daño a mí o a mi entorno, no te pongo a buen recaudo, sino que te boto. (…) Es más o menos el fenómeno del papel higiénico (donde) no me importa que mi vecino se quede sin papel mientras yo tenga lo mío para sentirme seguro”, señala la psicóloga.

Pero son los pacientes infectados los que se ven más perjudicados en este escenario. Como si no tuvieran suficiente con enfrentar un virus desconocido, ahora muchos de ellos conviven con el miedo de que sus nombres sean publicados en los medios de comunicación.

Ese fue el caso de un paciente que dio positivo a un test de COVID-19 y tuvo comunicación con este diario pidiendo que se mantenga en reserva su identidad. Según cuenta, ha tratado de evitar el contacto con medios locales y nacionales para evitar ser vinculado por su urbanización. Su mayor temor es que se tomen represalias contra él y su familia por miedo al contagio.

Raquel Gargatte, coordinadora de comunicaciones del Consejo Consultivo de Radio y Televisión (Concortv), afirma que revelar la identidad de un paciente públicamente no solo vulnera la Ley de Protección de Datos Personales, sino que, además, puede provocar daños psicológicos, ya que se promueve actos de discriminación y exclusión.

“Estamos viendo el caso del paciente que llegó de España y falleció, las tiendas comerciales ya no quieren llevar alimentos (a su vecindario). Entonces, están excluyéndolos, discriminándolos, y por tanto produciendo un daño (…). Debemos tener en cuenta que la gente, debido a esta incertidumbre, está consultando mucho las redes sociales y los medios de comunicación para enterarse de las noticias y ver cómo moverse en este escenario. Todo esto contribuye a generar más pánico, más tensión y ansiedad en las personas que, de repente, nos puede llevar a generar situaciones de violencia dentro del hogar”, afirma.

A este riesgo se suma una inmensa ola de información falsa. Las noticias, si son difundidas de la manera correcta, pueden prevenir el pánico y promover la búsqueda de nuevas formas de interacción entre las familias.

“Hay ciertos sectores del país donde la información no llega con tanta claridad. Se está creando la sensación de que un contagio te puede llevar a la muerte. Frente a una circunstancia de esa naturaleza, si nos remitimos un poco a la historia, todo lo que sea una amenaza a tu integridad va a provocar una serie de reacciones en la gente: una de ellas podría ser la discriminación”, añade José Mogrovejo, psicólogo clínico especialista en relaciones interpersonales.

En un inicio, las colas para comprar papel higiénico en los supermercados daban un mal augurio; hoy, entre aplausos y cantos nocturnos, la actitud parece haber cambiado. La guerra contra el virus, no obstante, aún continúa. En nuestras manos está que todos sigamos en una misma trinchera al final de la emergencia.

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