La vida silvestre en los Pantanos de Villa nunca tuvo tanta paz. A la —que mantiene alejados a los turistas y restringe el tránsito en la zona— se le suma el trabajo de sus cinco guardaparques encargados de proteger a las miles de aves migratorias de toda América que llegan a nuestras costas a descansar, anidar y refrescarse. En total, 210 variedades.

Abril es el mes en el que la reserva natural recibe la mayor cantidad de especies, pero desde que se decretó el aislamiento, la población que disfruta del área verde es mayor a la habitual. El cambio es evidente: es otoño y, sin embargo, el cielo luce celeste, despejado y adornado por gigantescas bandadas de garzas, piqueros, gaviotas y zambullidores, que se organizan en el aire para comer la gran cantidad de peces que se pueden divisar desde las orillas de las lagunas. Los flamencos también han recuperado su espacio y tienen estanques verdes solo para ellos.

Bandadas de aves recorren las tres lagunas que hay en la reserva natural. (Foto: César Campos / GEC)
Bandadas de aves recorren las tres lagunas que hay en la reserva natural. (Foto: César Campos / GEC)
De las 210 especies que reciben los Pantanos de Villa, 24 son aves migratorias que llegan en verano y se van en abril. También acuden al lugar aves de la selva. (Foto: César Campos / GEC)
De las 210 especies que reciben los Pantanos de Villa, 24 son aves migratorias que llegan en verano y se van en abril. También acuden al lugar aves de la selva. (Foto: César Campos / GEC)
Hay tres lagunas donde las aves descansan: La laguna Génesis, la laguna Maravilla (cerca a la playa) y la laguna Mayor. (Foto: César Campos / GEC)
Hay tres lagunas donde las aves descansan: La laguna Génesis, la laguna Maravilla (cerca a la playa) y la laguna Mayor. (Foto: César Campos / GEC)

Así lo aseguran los guardianes Miguel y Eva, chorrillanos y residentes de la urbanización Las Delicias. Desde que nacieron, avistan desde su barrio los juncos y totoras que componen las más de 263 hectáreas del refugio. Por eso mismo, saben lo que es capaz de generar la presencia del hombre y no se confían.

Pese a que está prohibido ingresar y a la inamovilidad, grupos de pescadores llegan para depredar, y vecinos arrojan grandes cargas de basura y desmonte en los alrededores, contaminando las aguas y el hábitat de los animales.

Miguel y Eva son vecinos y los encargados de cuidar este refugio de vida silvestre. (Foto: César Campos / GEC)
Miguel y Eva son vecinos y los encargados de cuidar este refugio de vida silvestre. (Foto: César Campos / GEC)

Portando los permisos correspondientes y la indumentaria necesaria para cuidar su salud, ambos integrantes de la Autoridad Municipal de los Pantanos de Villa (Prohvilla) salen de sus casas a las 7:00 a.m. y pedalean durante 40 minutos hasta el terreno para detener a los invasores. Atraparlos con las manos en la masa es complicado, pero ya son varios días en los que logran ahuyentarlos. Los acompaña un drone de la Municipalidad de Lima, que registra el rostro de los infractores. La misión se cumple y no se puede bajar la guardia.

Binoculares en mano y con las baterías de los celulares recargadas para comunicarse en caso de emergencia, ambos recorren ida y vuelta caminos, trochas y pistas. Lo hacen en silencio, intentando no perturbar la tranquilidad de las aves que llegaron a nuestro país para recargar fuerzas y poder continuar su camino hacia otras tierras.

Miguel y Eva patrullan la zona y aprecian la belleza de la naturaleza que la rodea. El paisaje es espectacular y cada cierto tramo uno puede toparse con una garza. (Foto: César Campos / GEC)
Miguel y Eva patrullan la zona y aprecian la belleza de la naturaleza que la rodea. El paisaje es espectacular y cada cierto tramo uno puede toparse con una garza. (Foto: César Campos / GEC)
Un grupo de pescadores depredan el alimentos de las aves migratorias. Se movilizan por el área pese a la cuarentena. (Foto: César Campos / GEC)
Un grupo de pescadores depredan el alimentos de las aves migratorias. Se movilizan por el área pese a la cuarentena. (Foto: César Campos / GEC)

Experiencia y ganas

Miguel tiene 16 años como guardaparque de los Pantanos de Villa y durante cada gestión municipal renueva su compromiso con la biodiversidad, que hoy florece gracias a la ausencia de humanos.

El mismo año que él descubría su vocación, Eva dio a luz a su primer hijo. Ella fue invitada a pertenecer al equipo recientemente. Ahora, con tres pequeños, reconoce la importancia de educar a los más jóvenes en la protección del medio ambiente. Su compañero piensa igual. Por eso, comparte sus conocimientos de flora y fauna con su familia.

“Hago un llamado a mis vecinos chorrillanos para que protejan esta reserva. Es la única en Lima que recibe aves que cruzan ida y vuelta, de norte y sur, el continente todo el año. Las futuras generaciones no deberían perderse de esta belleza”, pide Miguel, quien espera que cada vez sean más quienes compartan su mensaje de respeto a la naturaleza. Nosotros ya lo hicimos.

En Los Pantanos de Villa hay zonas rígidas. El 80% está administrado por Prohvilla y el resto por otros propietarios. (Foto: César Campos / GEC)
En Los Pantanos de Villa hay zonas rígidas. El 80% está administrado por Prohvilla y el resto por otros propietarios. (Foto: César Campos / GEC)