Son la respuesta de miles de peruanos que han visto afectada su economía y su alimentación por la emergencia nacional. Pese a que su funcionamiento regular ha sido interrumpido por el y la cuarentena, los se resisten a paralizar sus actividades en beneficio de aquella población vulnerable que necesita mantenerse saludable. Un buen número lo hace gracias a sus trabajadores, pero todavía urge ayuda para mantenerlos abastecidos de productos proteicos durante la crisis.

En Lima, el alza de precios de algunos productos y la falta de personal por el aislamiento social obligatorio, ha obligado a los administradores de estos espacios a replantear todo el proceso de adquisición, distribución y preparación de alimentos. Se trata de una lucha diaria.

Las religiosas del comedor del convento de Santa Rosa salen a repartir víveres y panetones a las personas que llegan en búsqueda de alimento. (Foto. Hugo Curotto)
Las religiosas del comedor del convento de Santa Rosa salen a repartir víveres y panetones a las personas que llegan en búsqueda de alimento. (Foto. Hugo Curotto)

Nelly Miranda, coordinadora de los comedores populares de Carabayllo, sostiene que antes de la crisis sanitaria habían 169 comedores funcionando y que hoy solo quedan 90. ¿Qué personas son las que no están comiendo? Aquellas que viven en lo más alto del cerro, hasta donde no llega transporte para entregar productos. El abastecimiento también es otro problema para ella. Los mercados han cambiado su horario y solo atienden de 5 a 9 de la mañana. Esto ha generado un aumento en el precio del menú, que ahora llega a un máximo de S/3.50. Un alza significativa que perjudica a quienes menos tienen.

Nelly sabe que la situación se hará más complicada pero aun así toma su cucharón y sigue cocinando. Lo hace porque el Gobierno Central deja de entregarle raciones de arroz, pollo, aceite y menestras, y con eso basta para no dejar a sus vecinos con hambrientos. “Los comedores fueron creados con un propósito: la emergencia del paquetazo. En esa época de nuestras vidas, las mujeres nos agrupamos por nuestras familias. No teníamos dinero, nos ayudamos y abaratamos costos. Siendo esta la historia del comedor popular, en ningún momento se me cruzó por la cabeza cerrar. En ningún momento pararé”, asegura mueve una olla de frejoles. Por la salud de los comensales del comedor “La Melchorita”, ha optado por entregar almuerzos en taper y solo para llevar.

Coincide con ella su colega del mismo distrito, María Uriol, del comedor “Las Mercedes del Progreso”, que a sus 56 años decidió cocinar sola, sin ayuda, para evitar contagiar y contagiarse de coronavirus. “Necesitamos menestras y verduras, pero también insumos de aseo. Yo trabajo con mi lejía y con mi jabón, me lavo las manos constantemente para poder servir”, comenta desde la puerta de su local en el asentamiento humano Sol de Caudevilla.

(Foto: Hugo Curotto)
(Foto: Hugo Curotto)

Trabajo en equipo

Organizados. Personal del Ejército llega al almacén del Arzobispado todos los días para repartir donaciones. (Foto: Hugo Curotto)
Organizados. Personal del Ejército llega al almacén del Arzobispado todos los días para repartir donaciones. (Foto: Hugo Curotto)

Cáritas Lima también enfrenta con toda su logística la emergencia en sociedad con el Ejército del Perú y la Policía. Bajo el lema “solidaridad con creatividad y responsabilidad”, los voluntarios del Arzobispado mueven cajas, pican verduras, embolsan carne de pollo, cargan botellas de agua, embalan víveres no perecibles para sus más de 3 mil beneficiados de 22 instituciones.

En los almacenes de la organización, voluntarios cuentan y distribuyen los alimentos para que los militares trasladen desde muy temprano, caja por caja, toda la carga a los vehículos que lograron conseguir. Tello sostiene que hace falta más camiones para movilizar las donaciones que llegan diariamente a las instalaciones.

“La demanda es muy fuerte, nos estamos sintiendo desabastecidos y por eso necesitamos coordinar con el sector privado para que lleguen más alimentos”, cuenta Cynthia Tello, Directora General de la organización, quien además hace un llamado a las Municipalidades para que se sumen a la iniciativa.

¡Juntos para ayudar! El mayor Mauro junto al Fernando Castañeda, organizador de uno de los lotes que llega diariamente al Arzobispado de Lima. (Foto: Hugo Curotto)
¡Juntos para ayudar! El mayor Mauro junto al Fernando Castañeda, organizador de uno de los lotes que llega diariamente al Arzobispado de Lima. (Foto: Hugo Curotto)
Cáritas Lima durante el COVID-19

Julio Cahuana, sacerdote de la parroquia Nuestra Señora De Lourdes de Surco, uno de los puntos de distribución de donaciones de Cáritas Lima, coincide y lamenta que hayan comedores que pese a la crisis estén cerrados. “Hay personas que vivían del día a día y que ahora no están comiendo. Necesitamos comedores de urgencia para personas vulnerables. El dinero escasea, tenemos que evitar saqueos”, afirma preocupado. Y es que esta tarde solo llegaron 20 latas de conservas de pavita para los doscientos que forman una larga fila fuera del despacho parroquial. ¿Qué más se les debería entregar? Proteínas (pollo, huevo, pescado), legumbres y también carbohidratos importantes en la dieta diaria, como el arroz y papa.

Pero no solo eso. En su comunidad hay mujeres y niños que necesitan leche y que no pueden comprarla porque no pueden salir a las calles a ganar dinero para sus familias. “Son días difíciles para todos e imagínense para los más vulnerables, hago una invocación a todas las instancias, que nos ayuden a sostener esto", pide el padre Cahuana antes de sumarse a los voluntarios para ayudar a cargar cajas de verduras.

El padre Julio carga cajas y las agrupa junto a otros integrantes de su comunidad en las afueras de la parroquia para repartir a los vecinos de Mateo Pumacahua y de otras zonas cercanas que llegan hasta el lugar. (Foto: Hugo Curotto)
El padre Julio carga cajas y las agrupa junto a otros integrantes de su comunidad en las afueras de la parroquia para repartir a los vecinos de Mateo Pumacahua y de otras zonas cercanas que llegan hasta el lugar. (Foto: Hugo Curotto)

Comedores cerrados

Juan Suárez, administrador del Centro de Alimentación N°3 del Minsa, mira confundido el gran comedor donde antes, por solo S/1.20, 400 personas desayunaban y almorzaban. Un día después del anuncio de la cuarentena nacional, el local de la avenida Manco Cápac en La Victoria cerró sus puertas, dejando a enfermos de TBC, diabéticos y ancianos sin la posibilidad de una dieta balanceada.

En este lugar se contaba con un nutricionista y se servía menú completo: sopa, segundo y postre. El personal tiene algunas ideas para poder reabrir este espacio al público de forma segura y sin exponer a nadie al COVID-19. Una de ellas es, al igual que otros comedores de la ciudad, entregar todo cocinado y para llevar.

El gran comedor del Centro de Alimentación N°3 del Minsa está vacío. Sus trabajadores proponen reabrirlo y entregar comida para llevar.
El gran comedor del Centro de Alimentación N°3 del Minsa está vacío. Sus trabajadores proponen reabrirlo y entregar comida para llevar.

“Nosotros estamos dispuestos a continuar en la preparación de alimentos. Todos son bienvenidos. Queremos que el ministerio sepa que estamos listos para apoyar y servir a la gente más humilde”, comenta Juan a Perú21.

Lo acompaña Víctor León, encargado de abastecimiento, que todos los días limpia los almacenes de la sede y se asegura que los productos estén en las mejores condiciones para cuando las cocinas vuelvan a encenderse.

El esfuerzo y compromiso de ambos con sus respectivos trabajos es innegable. Ahora corresponde a sus superiores activar las alarmas y establecer los protocolos de seguridad necesarios para reabrir este lugar.

El dato:

- Según el último registro del INEI, n el Perú hay 15,567 comedores populares que benefician a 797,770 personas.

- Solo en la provincia de Lima son más de 211 mil los usuarios que acuden a diario a estos locales.