FOTOS: NADIA QUINTEROS

Amilcar Sánchez rebusca en su mochila y saca una flauta de pan, la misma con la que subía a los buses antes del . Han pasado 40 días desde que dejó de compartir su talento por la ciudad. Cansado del silencio, ha decidido musicalizar el cuarto donde vive junto a su esposa y su hija de seis años en el Jirón Contumazá del Centro de Lima.

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Mientras configura su parlante portátil, recuerda la primera vez que tocó en un carro.Fue para ayudar económicamente a su mamá. Estaba tan nervioso que se equivocó en las notas de la zampoña. Avergonzado, intentó bajarse sin haber terminado la canción. Afortunadamente, un señor lo tomó del brazo, le dio S/2 y lo hizo recapacitar: “Me dijo que tenía que acabar lo que había empezado; desde entonces no dejo de aprender”.

Artistas Urbanos del Perú
Amilcar pasó parte de su infancia en un albergue para menores. Cuando la casa de su madre se incendió, pidió a la directora poder salir del lugar para ayudar a su familia. Así se inició en el arte urbano. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
Amilcar pasó parte de su infancia en un albergue para menores. Cuando la casa de su madre se incendió, pidió a la directora poder salir del lugar para ayudar a su familia. Así se inició en el arte urbano. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
Amilcar vive junto a su esposa, los dos hijos de ella, y su pequeña Cielo de seis años. Ella tiene un retraso en el lenguaje, por eso no puede descuidar su aprendizaje. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
Amilcar vive junto a su esposa, los dos hijos de ella, y su pequeña Cielo de seis años. Ella tiene un retraso en el lenguaje, por eso no puede descuidar su aprendizaje. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)

A sus 32 años, se considera un autodidacta y orgulloso “carrero”, como se les conoce a los artistas urbanos que trabajan de vehículo en vehículo. Aprendió la guitarra y la quena, y con otros “carreros” formó una agrupación con la que arma fiestas en avenidas y eventos. “No queremos dar pena, sino fomentar la cultura peruana”, asegura Amilcar, quien se ha formado en la dificultad y con perseverancia.

Por eso sigue ensayando en su estudio musical (que también es sala, dormitorio y comedor). “La incertidumbre puede arrebatarte todo, menos la inspiración y la sensibilidad”, afirma antes de soplar la primera nota de un bolero triste que le pide al reloj dejar de marcar las horas para no enloquecer.

Amilcar trabaja solo o en grupo. Cuando le toca salir por su cuenta, toma su parlante portátil y abandona la casona que habita hacia la avenida más cercana. En los buses ofrece CD's con los temas que grabó. (Foto: Nadia Quinteros/ Perú21)
Amilcar trabaja solo o en grupo. Cuando le toca salir por su cuenta, toma su parlante portátil y abandona la casona que habita hacia la avenida más cercana. En los buses ofrece CD's con los temas que grabó. (Foto: Nadia Quinteros/ Perú21)
No todo es negativo. Es la primera vez que Amilcar puede pasar tiempo con su familia en fechas especiales. Como músico, las principales celebraciones del año las pasaba lejos de los suyos pues le tocaba trabajar. Varias veces se ha perdido los cumpleaños de su hija, y hasta de su propia madre, cuenta. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
No todo es negativo. Es la primera vez que Amilcar puede pasar tiempo con su familia en fechas especiales. Como músico, las principales celebraciones del año las pasaba lejos de los suyos pues le tocaba trabajar. Varias veces se ha perdido los cumpleaños de su hija, y hasta de su propia madre, cuenta. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)

Hambre e inamovilidad

En la refrigeradora de Manuel Guaycochea solo hay un recipiente con alverjas sancochadas y una botella de agua. No tiene nada más para comer y todavía le quedan dos semanas de encierro. “Voy a tener que ir a La Parada a ver si me regalan algo”, cuenta preocupado por su salud. Le teme al coronavirus, pero no hay de otra: es padre y madre para Agatha, que no entiende cuando papá le dice que no hay para la leche. Ambos viven en un cuarto en el Centro Histórico por el que se paga S/10 soles diarios.

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Manuel elabora artesanalmente todos sus disfraces desde hace más de treinta años. Durante la cuarentena, trabaja en aligerar alguno de sus disfraces, pues la edad hace imposible que continúe cargando tanto peso. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
Manuel elabora artesanalmente todos sus disfraces desde hace más de treinta años. Durante la cuarentena, trabaja en aligerar alguno de sus disfraces, pues la edad hace imposible que continúe cargando tanto peso. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)

Desde hace más de tres décadas, este arequipeño se dedica a la elaboración de complejos trajes y máscaras. Comenzó creando muñecos de tamaño real con los que aprendió a bailar en público, pero ahora le va mejor cuando se viste de los pies a la cabeza de robots y superhéroes, como Bumbleebee de Transformers y Iron Man.

Con su pesado disfraz de 18 kilos, que le tomó un mes elaborar, Manuel ha recorrido toda Lima y los fines de semana se ha presentado en las principales plazas de la ciudad. Hoy se dedica a perfeccionar sus diseños, mientras espera el retorno de sus personajes a los semáforos.

Foto: Nadia Quinteros / Perú21
Foto: Nadia Quinteros / Perú21
Agatha ayuda a su padre a "transformarse" en Bumblebee. Ella también ha heredado el carisma de un artista urbano y disfruta disfrazarse de Michael Jackson en sus ratos libres. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
Agatha ayuda a su padre a "transformarse" en Bumblebee. Ella también ha heredado el carisma de un artista urbano y disfruta disfrazarse de Michael Jackson en sus ratos libres. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)

Como él, Robert Guzmán (42) también aguarda impaciente en la habitación que comparte con su familia en el distrito del Rímac. Hace más de diez años dejó la industria textil por lo que realmente le apasionaba: el dibujo. Aprendió a hacer pinturas con aerosol en Lima Norte y luego pasó a los retratos y caricaturas con carboncillo en ferias al interior del Perú y en Barranco.

“Deberían darnos alternativas para seguir trabajando”, pide este admirador del arte egipcio y renacentista, que ya no sabe cómo cubrir los gastos de sus dos pequeños hijos.

Emily no se despega de su papá. Por trabajo, Robert solo suele pasar quince días en Lima al mes. Este marzo y abril ha sido diferente. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
Emily no se despega de su papá. Por trabajo, Robert solo suele pasar quince días en Lima al mes. Este marzo y abril ha sido diferente. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
Robert no quiere dejar de dedicarse a los que más le gusta: el arte. Sin embargo, no descarta optar por otra profesión si es que la situación continúa agravándose. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)
Robert no quiere dejar de dedicarse a los que más le gusta: el arte. Sin embargo, no descarta optar por otra profesión si es que la situación continúa agravándose. (Foto: Nadia Quinteros / Perú21)

Piden ayuda

Amilcar, Manuel y Robert integran la Asociación de Artistas Urbanos del Perú, conformada 200 músicos, malabaristas, estatuas humanas, cómicos, dibujantes y bailarines que han quedado sin recursos por el impacto del COVID-19.

Su presidente, Rigser Ortiz Rodríguez, busca respuestas porque el futuro de sus oficios es incierto. “Queremos formalizarnos para nunca más ser olvidados. Pido ayuda porque no sabemos qué va a pasar con nosotros”, reclama.

Y es que si antes la calle estaba dura, ahora estará peor: vacía, sin gente y sin ellos, que siempre estaban dispuestos a sacarnos una sonrisa.

Artistas Urbanos del Perú piden ayuda

Tenga en cuenta

- La mayoría de integrantes de la Asociación de Artistas Urbanos del Perú no ha sido beneficiada con ningún bono estatal.

- Rigser Ortíz, presidente de la organización, sugiere que para cualquier apoyo, pueden comunicarse al 947 575 606. También puede apoyar a los artistas que participaron de esta nota enviando un correo a lucia.calderon@peru21.com

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