El doctor Carlos Olivera lideró la Villa Panamericana.
El doctor Carlos Olivera lideró la Villa Panamericana.

La doctora le dijo que comience a contar de 20 para atrás. Solo recuerda que llegó al número 16 y cerró los ojos. A continuación fue sometido a una intubación. Era la única forma de evitar que el que había ingresado a su organismo lo deteriore más y lo arrastre hasta la muerte.

Recuerda que otras dos veces ha perdido la consciencia. Una cuando se cayó a una piscina y otra cuando lo operaron de una hernia. También recuerda que siempre quiso ser médico, aunque postuló durante cuatro años a Medicina y no ingresó. Dos años después, mientras estudiaba Arquitectura, pensó en darse una última oportunidad. Y esta vez, lo logró. Terminó ambas carreras, pero recordó que siempre quiso ser médico. El doctor Carlos Olivera es subgerente de Atención Domiciliaria de Essalud y, en este año de pandemia, se ha contagiado dos veces de , cuando estuvo al mando de la Villa Panamericana, aquellas torres de 20 pisos en Villa El Salvador que se hicieron para alojar deportistas, pero que hoy reciben a unos mil enfermos de este mal invisible.

Abrió los ojos. Cuando despertó, pensó que recién lo estaban intubando. Pero, en realidad, habían pasado ocho días. “Logramos salir de esta”, me dice con voz pausada y de alivio porque toda su familia también se había .

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-¿Cómo está luego de contraer por segunda vez el COVID?

Bastante recuperado. Con una afonía que va desapareciendo poco a poco. Al inicio tuve debilidad, pero con la terapia me he ido recuperando.

-Después de tener dos veces COVID y salvarse de la muerte, ¿todavía hay miedo?

Las personas que no le tienen miedo a este virus o no tienen nada (en su ser) o son irresponsables. Creo que todos tenemos el miedo; la diferencia es que cada uno lo maneja a su manera. El miedo siempre está, señor.

-¿Por qué continuar con la labor de médico luego de un episodio grave para su salud?

Tengo 21 años de médico. Yo quise ser médico para poder ayudar a las personas. Este escenario de pandemia es una motivación para la carrera que he estudiado. Es cierto, estuve estresado, angustiado por lo que me podría pasar. Pero, cuando me recuperé, seguía pensando en la responsabilidad que tenía, el deseo de querer volver a brindar el servicio. Es la vocación, creo, de los profesionales de la salud.

-¿Cómo fue la primera experiencia con el COVID?

Fue a fines de mayo. Creo que me contaminé por una acción de emergencia al tratar de ayudar a un paciente. Yo tenía mascarilla, pero no tenía lentes. El paciente se estaba ahogando y entré a ayudar. Fueron como 15 a 20 minutos. Luego me bañé, cambié, todo. Pero igual quedaba la posibilidad de contagiarme porque no estaba con el equipo completo. A los siete días me saqué una prueba rápida y salió positiva. Me aislé en la misma villa. A los dos, tres días me comenzó a doler la garganta, malestar general, fueron tres, cuatro días y desapareció. Estuve con paracetamol y haciendo seguimiento. La libré, fue algo leve.

-¿Y en enero, por qué cree que se contagió?

Un domingo, lo recuerdo perfectamente, me llamó una amiga de mi esposa y me dice: “Carlitos, le hemos hecho una prueba a Margarita y ha dado positiva”. Yo pensé: “Si ella está positiva, yo también estoy positivo”. Vivo con mi suegra, mi tía, mi hijita y mi esposa. Agarré mi maletín, metí mis cosas y le dije a mi suegra “ya regreso”. No dije más. Mi esposa es emergencista y salía a las 8 de la noche de la guardia, la fui a recoger y los dos nos fuimos a la Villa Panamericana. Al día siguiente hice las gestiones para que les tomen unas pruebas a mi suegra y a la tía, y también salieron positivas. Mi hija también dio positiva y creo que fue la primera. Volvimos a la casa porque todos estábamos contagiados. Al día siguiente me dolió la espalda como nunca antes, tos, bajó la saturación y al día siguiente, un sábado, me llevaron al Rebagliati, donde me sacaron una tomografía a los pulmones y tenía 35% de compromiso. Mi suegra estaba igual y nos quedamos los dos internados. El domingo en la noche ya sabía que me iban a poner ventilador porque mis indicadores seguían bajando. Pero el lunes me comenzó a faltar el aire y la doctora me dijo que me iban a intubar.

-Cuando lo intuban, ya pierde la consciencia.

Al día siguiente que me intubaron a mí, intubaron a mi suegra. Yo llegué casi al 50% de compromiso y mi suegra al 70%. Ella estuvo casi tres semanas intubada, pero también se recuperó.

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-¿Es cierto que le dijo a su esposa que lo visitara y, cuando lo haga, le tomara la mano?

Así es, que venga todos los días y solo me agarre las manos. “Y yo te voy a sentir”, le dije. Lamentablemente, no se pudo porque no se puede hacer eso.

-¿Por qué le pidió eso, doctor?

Pienso que fue mi forma de decirle ‘tengo miedo y quiero que estés a mi lado’. Tuve miedo de no poder ver a mi hija, abrazar a mi esposa. Pero fue una admiración por mi esposa: tuvo a su esposo y a su mamá intubados, y se quedó sola con mi hija; cuánta fuerza. Tengo mucho que agradecer.

-No entró a Medicina durante cuatro años. ¿Por qué insistió?

Siempre quise ser médico. Mi mamá fue obstetra y tengo tíos médicos. Ya no tengo a mis viejos, pero soy lo que soy gracias a ellos. Mi papá no terminó el colegio y se hizo solo. Yo sé que me están viendo y espero que estén orgullosos de mí, soy el reflejo de ellos.

-¿Cómo definiría el trabajo de ser médico?

Ayudar y buscar esa alegría en tu paciente de estar recuperado. Las gracias de un paciente son una satisfacción. Es el esfuerzo de un equipo. También existe el otro lado, hacer todo el esfuerzo y no lograr el objetivo, pero en ese caso el objetivo es que el paciente llegue en condiciones dignas.

-¿Ya lo vacunaron, doctor?

Hace dos semanas recibí mi segunda dosis de la vacuna, lo que es una esperanza, pero no bajo la guardia en el sentido de que ya me siento inmunizado.

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AUTOFICHA:

- “Soy Carlos Alberto Olivera Jaramillo. Tengo 54 años. Nací en Lima. Terminé el colegio y a los 4 años ingresé a Arquitectura en la Universidad Ricardo Palma. Mi padrino de promoción de Arquitectura fue Fernando Belaúnde Terry. A los dos años ingresé a Medicina en Villarreal”.

- “Tengo una maestría en Geriatría y Gerontología y en Gestión. Estoy 21 años en Essalud, en la Subgerencia de Atención Domiciliaria. He sido jefe de las Unidades Básicas del Adulto Mayor. Fui jefe del servicio de Ambulancia de los Juegos Panamericanos, entre otros cargos”.

- “Tuve mi abuelito materno que, desde los 14 años, me dejaba todas las noches cuatro dientes chiquitos de ajo, un limón exprimido y un vaso de agua. Lo hizo hasta que falleció, cuando yo ya era médico, a los 28 años. Se sabe que es un alimento para las vías respiratorias, y pocas veces me he enfermado”.

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