TRIUNFO NACIONAL. Joaquín Galdós tuvo un inicio estético y de dominio, pese a la poca duración del toro. (Lino Chipana/GEC)
TRIUNFO NACIONAL. Joaquín Galdós tuvo un inicio estético y de dominio, pese a la poca duración del toro. (Lino Chipana/GEC)

Por: Baldomero Cáceres Vegas

La corrida anunciada que se esperaba con tres toros de Aníbal Vásquez y tres de Santa Rosa de Lima quedó sorpresivamente en otra historia. De tres buenmozos de El Olivar quedaron cinco de Santa Rosa y uno de Sánchez Arjona que entonaron una tarde con momentos que entusiasmaron.

El primero del lote de Miguel Ángel Perera, un ensabanado botinero y salpicado, salió y se arrancó siempre con violencia y aspereza a los engaños. Perera le aplicó su fórmula sin falla: el temple. Poco pudo desarrollar, pues el toro probaba y embestía sin franqueza alguna. Importante estuvo él, que derramó voluntad y quietud. Descabelló tras pinchazo hondo.

En su segundo, Perera estuvo cumbre. Toro con mucha nobleza pero sin brío, al que el extremeño ligó dejándole la muleta a centímetros, con pulso de maestro consumado y sin dejarlo parar.

Fue faena con variedad y técnica, que captó al sensible público limeño. Perdió las orejas con la espada que cayó algo baja. Hubo petición y vuelta entre vítores.

El primero de Paco Ureña fue cambiado ante las protestas del respetable por su poca fuerza y presencia justa. El de reserva, un cinqueño de Sánchez Arjona, prometía con sus buenas hechuras y embestidas al galope. Bien en el caballo y banderillas, acusó problemas mediada la faena, pues salía con la cara arriba y arreaba con brusquedad y nula compostura. Ureña lo intentó sin lograr un conjunto que cogiera vuelo y de muletazos limpios.

Su segundo toro, también cinqueño, fue del hierro español de La Ventana del Puerto que hizo pelea brava en el caballo empujando con poderío. En la muleta fue reservón y Ureña intentó dejarle la muleta en la cara para ligarlo, cosa que se lo permitió apenas. El español desplegó su toreo de calidad sin alcanzar cotas de altura, pero lo mató por arriba.

El primero del peruano Joaquín Galdós se apagó pronto, lo que dejó poco para saborear. Luego de un inicio estético y de dominio, doblándose en redondo con el de Santa Rosa, hubo muletazos buenos y bonitos, pero se diluyó su faena por la poca duración del toro.

TOROS ACHO
TOROS ACHO

A su segundo, que cerró la tarde, Galdós le endilgó muletazos marca de la casa. Intentó dejarle la muleta en la cara, procurando hilar las embestidas, pero las reservas del animal se agotaron, sin que tomara vuelo su faena.

Al final de la tarde, el público satisfecho se retiró silencioso, y los toreros, al paso, disfrutaron de ovaciones merecidas.