Bertilo Malpartida es fundador de Clínicas Limatambo. (Foto: Jesœs Saucedo / @photo.gec)
Bertilo Malpartida es fundador de Clínicas Limatambo. (Foto: Jesœs Saucedo / @photo.gec)

Su madre le dijo: “tienes que ser ”.

No existían las operaciones al corazón, tampoco los antibióticos. Bertilo tenía 9 años y su hermano 5, cuando falleció, según el diagnóstico médico, de parálisis intestinal. Cuando hablaban de su hermano, se ponía a llorar.

“Voy a ser médico”, respondió. “Desde esa vez pienso: quiero ser médico para que nadie se muera”, me dice el cirujano de 92 años Bertilo Malpartida.

En el colegio sus compañeros jugaban sin zapatos. A uno se le clavó una espina en el talón. Gritaba del dolor. Trató de quitarle la espina con las uñas. No pudo. Pegó el talón lleno de barro a sus dientes y con ellos mordió la espina y la arrancó. El dolor se fue con la espina. “¿No tienes asco?”, le preguntaron. “Qué asco, sí es tierra”, respondió. Ya tenía 10 o 12 años. Se formó en la Universidad Mayor de San Marcos y luego en Estados Unidos. Cuando terminaba su carrera como médico, en EE.UU. recién se creaba el aparato para operar del corazón. A su regreso al Perú, el doctor Malpartida fue pionero de la cirugía cardiovascular, fundador de Clínicas Limatambo y recientemente ha sido nombrado Cirujano del por la Academia Peruana de Cirugía.

Sintió un dolor. Le pidió a su esposa que maneje. En el camino, comunicó a los médicos que estaba haciendo un pre infarto. “Voy a llegar en un momento”, anunció el experto en cirugía cardiovascular. Lo esperaba la camilla. El dolor crecía. “¿Me has puesto morfoatropina?”, le preguntó al cardiólogo. Recuerda que le pusieron antiespasmódicos. Estaba tranquilo, pero adolorido. No necesitó operación. Han pasado 10 años.

Sale del ascensor, camina sin ayuda hasta la mesa, bromea, se sienta, organiza alguno de los libros que ha escrito y revisa su laptop. Estamos en el piso 17, en la última planta del edificio para consultorios de la clínica que fundó. Abajo, la ciudad. Solo me pide que le hable un poco más alto.

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-Estar en el piso 17 podría ser como una señal de que estamos en la cumbre de su vida.

(Risas). Hay ciertas dificultades físicas. A los 50 metros, ya aparecen dificultades para caminar, tengo que sentarme y respirar un poco, es natural. Pero mucha gente cuando llega a mi edad tiene que estar con silla de ruedas.

-¿Qué balance de vida hace?

En el 74 escribí este libro biográfico (lo muestra). Tenía más de 40 años. Fue una época tremenda. Siempre he sido de Acción Popular y me propusieron ser congresista, pero yo estaba en lo mejor de mi carrera. Dije que no. Luego escribí otros libros sobre la historia de la cirugía cardiaca y la historia de la cirugía en el Perú para dejar sentado lo que había hecho. En uno de estos libros pongo las 10, 15 operaciones que hice por primera vez en el Perú. Vine de EE.UU. donde operábamos desde las 6:30 de la mañana hasta las 6:30 de la tarde.

-¿Cuando llegó al Perú confiaron que usted podía operar?

Fue difícil. Pero en el hospital Daniel Alcides Carrión del Callao me dieron facilidades. Solo pedíamos un cuarto de cuatro paredes con conexiones eléctricas. Al ver que salían bien, comenzamos a operar. Luego de 15 años, salí y pasé a la vía privada. Y de ahí operé hasta que comencé a hacer esta clínica, que cuando empezó a funcionar logró prestigio porque comenzamos a operar del corazón.

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-¿Siente que su labor pionera es reconocida?

Es posible. Durante 10 a 20 años éramos los únicos que operábamos del corazón.

-¿Qué cualidades debe tener un cirujano?

Yo no tiemblo (estira su mano y la suspende en el aire), desde muchacho siempre ha sido así. Otro aspecto son los reflejos y otro aspecto es la tenacidad: el cirujano tiene que atender a un paciente, aunque no haya dormido.

-Le debe haber tocado experiencias difíciles de afrontar.

A veces lloraba con el paciente, porque había impotencia, ya no se podía. Tenía una vecina y a su familia le dije que el caso era bien difícil, no tenía arterias donde poner los bypass. Cuando operaba hubo una complicación y falleció. Creo que fue la única vez que lloré por un paciente.

-¿Cuánto lo marcó perder a su hermano pronto?

Mi hermano se llamaba Edgardo, por eso le puse ese nombre a mi hijo, para recordarlo siempre. Aquella vez se puso mal, el médico lo hospitalizó y se agravó rápidamente. Recuerdo clarito que me lamentaba: “¿por qué?”, como diciendo que alguien tenía la culpa. No aceptaba que se muriera. En esa época también se murió un tío mío de apendicitis, porque el cirujano no llegaba. En esa época no había antibióticos, recién apareció en 1945, cuando yo estaba aquí en Lima.

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-¿Qué le falta hacer?

Muy difícil de contestar. Por momentos me siento tranquilo y feliz, gozo la vida con cosas simples, no aspiro grandezas, tal vez porque pienso que he hecho bien a las personas.

-¿De acá a 100 años cómo quisiera ser recordado?

Algunos nos llaman pioneros de la cirugía cardiaca. Entonces, me gustaría ser recordado como (de) los médicos que iniciamos la cirugía cardiaca, lo que es cierto, porque aquí no se hacía. Fui a Brasil a aprender, donde conseguí la beca Fulbright en EE.UU., donde me daban tres veces el sueldo que ganaba acá en el Obrero. Me mandaron de viaje por todo Estados Unidos para ver cómo se desarrollaba la especialidad. Pasé un año aprendiendo y trabajando duro. Y cuando vine acá, había que demostrar lo que había aprendido.

-¿Un médico se jubila?

En los últimos 10 años me he dedicado a reivindicar el rostro de un héroe peruano que es Alcides Carrión, a quien han tildado, como si fuera una ofensa, con el apelativo de “cholo provinciano”; han tratado de demostrar que su acto no fue sublime; y mi lucha es demostrar que Carrión fue no solo un mártir en el Perú sino universal. Hay que reivindicar su imagen y obra. He escrito cuatro o cinco libros sobre eso.

-¿Y escribe algún libro más?

Tengo las memorias y otro libro sobre el espiritualismo, que dice que el espíritu, el alma no mueren.

AUTOFICHA:

- “Soy Bertilo Héctor Malpartida Tello. Tengo 92 años. Nací en Ambo, Huánuco. Ahí viví hasta los 9, 10 años, todo el colegio primario. Nací cuando las operaciones se hacían dentro de las casas de los pacientes, ya luego se hicieron los buenos hospitales”.

- “Ambo es un valle hermoso, lo cruza el río Huallaga. El clima era templado, la primavera era eterna. Todo eso lo hemos gozado, pero no había centros de trabajo; entonces, tras la crisis de los años 30, mis padres perdieron su hacienda, porque nadie compraba lo que producían”.

- “He escrito un libro que se llama El espiritualismo, para darle cabida a algo en lo que muchos no creen: el alma; todos dicen que uno muere y se acabó; otros creemos que hay un espíritu, un alma que vive. Ese espíritu se debe fomentar desde que se nace, para que la persona no haga daño y haga el bien”.

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