Redacción PERÚ21

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Apenas tiene 9 años, pero el pequeño Paolo ya ha tenido que luchar mucho más que cualquier adulto. El 20 de setiembre de este año en su natal Tarapoto (San Martín) ardió como una antorcha humana tras un terrible accidente ocurrido cuando su madre salió a hacer compras y dejó al niño y a su hermanito menor a cargo de su hermana mayor, de 18 años.

Paolo regresaba de jugar pelota en el patio de su casa y como tenía algunos rasguños en el brazo se aplicó alcohol, como siempre lo solía hacer. Inmediatamente se percató de que uno de los pasadores de sus zapatillas estaba deshilachándose, así que decidió quemar la punta para evitar que se siga deteriorando. Sin embargo, al prender un fósforo, Paolo fue sorprendido por las llamas y en cuestión de segundos su cuerpo entero estaba envuelto en ellas.

"Se le prendió todo el cuerpo. Al parecer tenía restos de alcohol en el short y en el polo que además tenía partes sintéticas. Lo peor fue que en su desesperación por salir de la casa y pedir auxilio Paolo se tropezó con la botella de litro de alcohol y esta se derramó avivando más las llamas, que entonces se extendieron a una parte de la casa", cuenta César, su padre.

Paolo terminó con quemaduras graves de segundo grado en el 22% de su cuerpo. Tras recibir la atención primaria en la posta médica de la zona y permanecer 18 días internado en un hospital de Tarapoto, fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos del de San Borja (INSN-SB), donde en 12 días fue sometido a cuatro operaciones y un injerto de piel. Ahora el pequeño Paolo está estable y en proceso de recuperación.

Otros tristes casos

Giussepi tiene apenas un año y 8 meses y es otra víctima de quemaduras graves. Su madre, Roxana Ventura, vive en Villa El Salvador y cuenta que el accidente de su pequeño ocurrió cuando estaban de visita en casa de su mamá y ella salió al mercado.

Giusseppi se quedó a cargo de una sobrina. La joven hirvió agua en la tetera y la puso al piso para que enfríe, sin sospechar que el humo llamaría la atención del pequeño. Sin medir peligro alguno, el pequeño tomó la tetera por el asa y en un santiamén ya se la había vaciado en la pierna derecha, causando heridas de segundo grado.

A Joaquín, de un año y tres meses, le pasó casi lo mismo. El último 13 de octubre, en su casa de Chincha (Ica), el pequeño jaló una jarra con agua hirviendo que le cayó en su rostro y además de las quemaduras de segundo grado le causó una insuficiencia respiratoria, que fue manejada a tiempo por los médicos.

Heidi de 9 años también sufrió por el fuego. Ella quería poner a hervir agua para ayudar a su mamá, así que intentó prender la cocina con leña. Como las llamas no se veían, la menor decidió echar gasolina, pero esto no solo avivó el fuego, sino que ocasionó grandes llamaradas que rápidamente envolvieron todo su cuerpo. Su padre, Pablo Bernilla de la Cruz, recuerda que la niña estuvo sola y sin atención durante casi una hora y media y no tuvo más alternativa que tirarse al suelo para apagar las llamas. Sin embargo, el daño fue grave.

Cifras que no bajan

Todos estos tristes casos de quemaduras han causado en los niños cicatrices que más que la piel han marcado sus vidas. En la Sub Unidad de Atención Integral al Paciente Quemado del INSN-SB se observan caritas quemadas, bracitos y piernitas vendados, niños con la piel expuesta y otros con cicatrices que abarcan casi todo su cuerpo.

Se estima que cada año 15,000 niños son atendidos por quemaduras severas y leves en diferentes establecimientos de salud del país. Al INSN-SB solo llegan los casos más graves, de niños que tienen quemaduras en más del 20% de su cuerpo, y cada años se tratan unos 400 casos nuevos.

"Nos preocupa que la incidencia de niños quemados se mantenga constante. Pese a que se han implementado medidas de vanguardia para atender estos casos, las cifras no bajan y esto es una señal de que falta algo más por hacer", dijo Carlos Álvarez Murillo, director adjunto del INSN-SB.

El médico refirió que el 70% de casos que se atienden en los hospitales por quemadura corresponden a niños, y de ese total, el 50% son menores de cuatro años.

Pero lo que más llama la atención es que en el 77% de casos la causa de las quemaduras fue un accidente por líquidos calientes, ya sea porque les cayó una olla con agua caliente (sopa, chicha, etc.) o porque ellos cayeron dentro.

"Eso evidencia que aún hay una mala práctica de dejar líquidos calientes al alcance de los niños y hay negligencia de parte de los adultos que están a cargo de su cuidado, y ahí es donde aún debemos trabajar", advirtió el médico.

Para tratar de cambiar esa triste realidad el INSN-SB ha iniciado la campaña 'Cambiemos la historia: no más niños quemados', que busca precisamente concientizar sobre esta problemática.

"El objetivo es que se difunda que la prevención es lo más importante y que las madres y la familia con niños pequeños deben cambiar algunas costumbres o métodos, como poner a enfriar las ollas en el piso, pues cuando un niño cae en una de estas ollas es como si cayera a una piscina de agua hirviendo", manifestó el médico.

Atención integral

Álvarez dijo que con una quemadura grave el niño queda marcado para siempre no solo en la piel sino en la mente. Por ello, el INSN-SB ha implementado una unidad integral para atender al niño quemado, la cual incluye el servicio de cuidados intensivos, dos salas quirúrgicas, una sala de curaciones y otra de hospitalización.

En lo que va del año este hospital ha realizado más de 800 intervenciones quirúrgicas por quemaduras.

Además, trata las secuelas físicas y psicológicas para la rehabilitación de los menores y da albergue a las familias que vienen de provincia.

Como parte de esta atención integral el INSN-SB también ha desarrollado un sistema único de cultivo de tejido para así acelerar la recuperación de la piel del niño y evitar que las complicaciones aparezcan.

"Es como hacer crecer una plantita que luego servirá para poner a los niños el injerto de su propia piel. Con ese sistema se ha logrado salvar la vida a un niño con el 80% de su cuerpo con quemaduras, algo que antes era casi imposible", explicó Álvarez.

Pero no solo eso. El hospital ha desarrollado, asimismo, su propio taller de confección de vendas, que facilitan la cicatrización de las heridas para que no afecten la funcionalidad de los órganos. A la fecha se ha entregado a los pacientes más de 400 prendas elásticas confeccionadas en el mismo hospital.

"El tratamiento de un niño quemado puede durar años, dependerá de la magnitud de la quemadura. Sin embargo, con la prevención se podrían evitar el 50% de los casos. Estamos satisfechos con la calidad del servicio que brindamos, pero no quisiéramos seguir atendiendo tantos casos. Por eso, invocamos a los padres para que cuiden a sus niños, cambien sus hábitos y que así no hayan más niños quemados", puntualizó el médico.

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