Fue un año de cambios e incertidumbre que estuvo marcado por un antes y un después de la llegada de Ollanta Humala al poder. Desde enero, las aguas políticas estuvieron movidas por las elecciones polarizadas, con golpes bajos y pocos debates de fondo.
Los protagonistas del primer semestre de 2011 fueron Humala, Keiko Fujimori y Alejandro Toledo. El entonces candidato de Gana Perú experimentó cinco transformaciones que lo llevaron a cambiar el polo rojo por el blanco para reducir el miedo que inspiró su Plan de Gobierno, a todas luces estatista, intervencionista y autoritario.
Pasó de su peligrosa propuesta original (enero pasado), al Compromiso con el Pueblo (28 de marzo), al Acuerdo Nacional (9 de mayo), a la Hoja de Ruta (14 de mayo) y a su juramento democrático sobre la Biblia (20 de mayo). Al final, Humala aseguró que su plan válido era la Hoja de Ruta. Hasta ahora es así.
Keiko se quedó en el camino porque no pudo desligarse de su padre ni del gobierno que este encabezó. Tampoco pudo vencer los ataques y se rodeó de gente que restó en lugar de sumar.
El papel del líder de Perú Posible fue penoso. Se sintió ganador desde antes de la carrera, pero fue castigado por sus errores y su arrogancia. Terminó como el gran perdedor y, a última hora, se subió al coche de Humala.
Un rol particular cumplió Pedro Pablo Kuczynski, quien alzó vuelo por su estrategia de campaña en las redes sociales que estuvo dirigida a los jóvenes (los 'ppkausas').
En el segundo semestre, las miradas estuvieron sobre Humala, su familia, su gabinete y sus primeras señales económicas. El nombramiento de Luis Castilla como ministro de Economía y otras medidas tranquilizaron a los inversionistas y al país.
El inicio de su gestión se caracterizó por nombramientos inadecuados, como el de Aída García Naranjo y el de Ricardo Soberón, así como por denuncias contra malos congresistas que están al borde del desafuero. El caso más notorio, que remeció al Gobierno, fue el presunto tráfico de influencias de Omar Chehade a favor de una empresa.
Pero la prueba de fuego llegó en noviembre con las protestas contra el proyecto minero Conga. Los reclamos violentos y la falta de coordinación en el gabinete llevaron a la caída de Salomón Lerner y a la designación de Óscar Valdés en el premierato.
El 2011 concluyó movido con especulaciones de un indulto a Fujimori, con terroristas de viaje en el exterior y con un debate sobre los comandos Chavín de Huántar.
BONANZA ECONÓMICA SALVÓ A GARCÍAEl último tramo del gobierno de Alan García destacó por un manejo económico adecuado que aseguró un impresionante crecimiento y la estabilidad de la economía. Sin embargo, dejó más que sombras en la lucha contra la corrupción y ningún avance en las reformas del Estado, así como decenas de demandas regionales y antimineras sin atender.
Precisamente, en esta etapa final, dos conflictos remecieron al régimen: el de Puno contra la minería, que terminó con cinco campesinos muertos, y el de Huancavelica por la construcción de una universidad, que acabó con cuatro comuneros fallecidos.
El quinquenio de García que acabó en julio será recordado también por la verborrea y el ego presidencial, inmortalizados en el colosal Cristo del Pacífico, de Chorrillos, y en el afán del exmandatario de 'meter su cuchara' en la campaña electoral.
Durante siete meses, García se dedicó, igualmente, a enumerar sus obras, hasta la más pequeña, en cuanta plaza pública pudo y a inaugurar hospitales, colegios y hasta el Estadio Nacional, pero los trabajos estaban inconclusos.
Con todo esto solo pretendía despedirse en 'olor a multitud' y casi lo logra: se fue con una popularidad de 42% (15% más que la aprobación que registraba en abril pasado).