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Futuro de Nicanor Boluarte en suspenso
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Riesgo político

”Posteriores atentados, contra los Kennedy (JFK y luego su hermano Bobby) y Reagan se han mantenido en el imaginario colectivo”.

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Fecha Actualización
El pasado viernes el intento de asesinato a Donald Trump dio la vuelta al mundo. Este incidente se inserta en una larga historia gringa de violencia política contra sus presidentes o candidatos, pues esta se remonta al homicidio de uno de sus personajes más icónicos, Lincoln, hace más de siglo y medio. Posteriores atentados, contra los Kennedy (JFK y luego su hermano Bobby) y Reagan se han mantenido en el imaginario colectivo.
Pero si ampliamos el lente, este fenómeno es mucho más global y 2024 ha sido un año particularmente letal para los políticos. En nuestro vecindario latino, el candidato a la presidencia de Ecuador, Fernando Villavicencio, fue asesinado hace poco. En México, trágicamente, se batieron récords con casi 40 políticos locales fallecidos en la más reciente elección.
En otros rincones del mundo, tan distintos como distantes, políticos se han enfrentado a la violencia: Eslovaquia, Chad y Rusia, por mencionar algunos. En este último, falleció en una cárcel el opositor a Putin, Navalny. Sería iluso decir que hay una sola causa detrás de esta ola, pues cada comunidad navega con dinámicas y sucesos completamente únicos, pero también hay puntos en común.
Para empezar, todos estamos lidiando con la resaca de la pandemia, un cisne negro que ha dejado una estela de inseguridad, inflación y deterioro en la salud mental. Además, en ese periodo muchos grupos ilegales han ganado terreno y hoy ofrecen resistencia de manera descarada. La difusión de armas automáticas más letales, muchas veces exportadas por Estados Unidos, también juega un rol en este fenómeno, particularmente, en México.
Y, finalmente, la polarización política, otra exportación gringa, se extiende cada vez más. Primero alimentada por los mismos políticos y luego potenciada por los algoritmos que convierten nuestra rabia en clicks monetizables.
Indistintamente de todas estas razones, una cosa es segura: la violencia genera más violencia. Por eso, una tensa incertidumbre se mantiene en el aire mientras seguimos procesando las imágenes de un Trump desafiante y ensangrentado.