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[OPINIÓN] Paul Montjoy Forti: Leer es de ricos

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En el Perú solo dos de cada diez personas tienen hábitos de lectura y, quienes lo hacen, leen aproximadamente 3.3 libros al año. Este paupérrimo y vergonzoso resultado es producto de una serie de factores que van desde la falta de una política nacional de incentivo de la lectura hasta una industria editorial atomizada y poco rentable. Uno de los más grandes problemas de nuestros burócratas y políticos es que entienden a la pobreza solamente en términos monetarios. Sin embargo, la pobreza intelectual es un problema bastante serio, especialmente en un país que pretende ser el líder de la región.
La pobreza de verdad es tener una población mayoritaria que no entiende lo que lee; es decir, que no tiene dinero ni acceso a los servicios básicos, pero tampoco tiene las capacidades humanas para poder salir de esa situación. Somos más pobres de lo que pensamos. El mercado peruano no produce una cantidad de libros suficiente como para abaratar el precio. Vender más de dos mil ejemplares ya es considerado todo un éxito. Producir un libro resulta caro: al no existir grandes casas editoriales peruanas, la mayor parte de los costos de producción los asume el propio autor (que puede pagar entre S/ 2,000 y S/ 5,000 para la publicación de su libro) y muy pocas veces recupera el dinero invertido, entre otras cosas, porque muchos editores abusan de sus autores y no les pagan las regalías, o se las pagan con un severo retraso y después de varias discusiones. Por otro lado, los dos grandes grupos editoriales internacionales importan los libros y se les aumenta una serie de sobrecostos.
Todo ello se ve reflejado, naturalmente, en el precio final del producto, que suele rondar entre los S/ 50 y S/ 120, mientras que el costo promedio de un libro en Estados Unidos, por ejemplo, ronda entre los S/30 y S/80. Si comparamos esto con el salario mínimo, resulta dramático: una persona que gana este salario puede comprar 14 libros de Vargas Llosa al mes, mientras que el presidente del Banco Central de Reserva puede comprar 594 libros de MVLL (sin contar ningún otro gasto). Teniendo en cuenta que la mayoría de los peruanos gana menos dinero que el salario mínimo, resulta evidente que leer en el Perú es una actividad de ricos. Aunque, hay que decirlo, nuestras clases altas son ampliamente ignorantes porque no ven en la lectura ningún estímulo y, al revés, ven a la cultura como un gasto innecesario.
Todos sabemos que aumentar el salario mínimo sin fundamentos hará que más personas caigan en la informalidad. Entonces, ¿cómo podemos ensanchar y democratizar el acceso a los libros? Una política nacional de fomento de la lectura no solo debe proveer de mecanismos fiscales que fomenten la producción e importación de libros, también debe revitalizar las empolvadas, descuidadas y malnutridas bibliotecas que ya tenemos para convertirlas en verdaderos centros culturales. La creación de un sistema único, por ejemplo, que a bajo costo permita a los ciudadanos tener acceso a una red comunicada de bibliotecas a nivel nacional permitiría que todas las personas, sin importar su condición social, puedan tener accesos a lecturas, tanto virtuales como impresas. Se podría obligar a todas las universidades, públicas y privadas, a tener su propio fondo editorial, hoy son muy pocos los centros de estudios superiores que publican sus propias investigaciones. También se podrían promover fondos, públicos y privados, para la creación de proyectos editoriales a nivel regional. Se podría crear un programa social que, a través de libros donados por privados, se creen bibliotecas populares en las zonas más deprimidas del país. Se podría fomentar y fortalecer las ferias de libro en todas las regiones comprometiendo a las empresas locales en ello. Una política adecuada y creativa podría ayudar a reducir los costos de los libros y a ampliar el acceso a la lectura a un costo adecuado para el ciudadano.
En fin, ideas para democratizar la lectura existen de sobra, pero es imposible pedirle voluntad política al gobierno que ha mutilado el presupuesto para las academias de bellas artes y que se reúne con grupos fascistoides en el Ministerio de Cultura, todo ello con el beneplácito de buena parte de los empresarios peruanos. Leer en el este país seguirá siendo una actividad de ricos mientras no se tome conciencia de su verdadera importancia. Con los políticos que tenemos, estamos condenando a la mayoría de los peruanos a seguir sufriendo la pobreza (especialmente la del alma). Y, lamentablemente, seguiremos teniendo una de las clases empresariales más incultas de toda la región.
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