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(Opinión) Ariel Segal: Deja vu

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Tropas ucranianas vigilan la frontera con Rusia. (Aleksey Filippov / AFP).
Fecha Actualización
Tras el colapso de la Unión Soviética, dos regiones limítrofes entre Rusia y Georgia, Abjasia y Osetia del Sur, en donde la población mayoritaria son descendientes de rusos, exigieron ser anexadas a Rusia.
En Osetia del Sur los separatistas proclamaron su independencia en 1991 desatando una guerra civil entre ellos y la población étnicamente georgiana. El gobierno de Georgia aceptó otorgarles autonomía limitadas y se enviaron fuerzas de paz compuestas por las partes involucradas en el conflicto: tropas rusas, georgianas y milicias del gobierno autonómico de Osetia del Sur. Era cuestión de tiempo que Putin aprovechara cualquier excusa para integrarlas al área de influencia rusa en su proyecto de recuperar territorios eslavos con población cristiana ortodoxa y rusoparlante.
El Parlamento ruso, la Duma, declaró el 5 de agosto de 2004 que reconocían la independencia de las dos provincias separatistas. Ese año el presidente ruso, títere de Putin, Dimitri Medvedev, apoyándose en el reconocimiento de la independencia de Osetia del Sur y de Abjasia votado por el Congreso de Moscú, declaró que su gobierno aceptaba a ambos territorios como soberanos.
Con este contexto, el expresidente georgiano Mijaíl Sakashvili le puso la bandeja de plata a Rusia, a finales de 2007, al convocar un referéndum para que la población de su país decidiera su deseo o no de ingresar en la OTAN. Los separatistas prorrusos entonces volvieron a la guerra, Sakashvili envió tropas y Moscú hizo lo mismo. Así las cosas, en 2008, Rusia reconoció la independencia de esas dos regiones que hasta hoy, prácticamente, son dominadas por Putin.
Esta semana, como ocurrió en el caso de Georgia, el Parlamento ruso le otorgó poderes especiales a Putin para reconocer o no la independencia del Dombass, la región separatista prorrusa de Ucrania. La jugada ya es conocida. Estamos avisados con este deja vu.
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