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Guillermo Niño de Guzmán: El fin de las librerías

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"Cada día desaparecen en España dos librerías. Si fueran bares, no importaría, porque hay cerca de un millón, pero las librerías no llegan a cinco mil, con lo que, al ritmo que vamos, en diez años habrán desaparecido todas". Esta queja reciente del escritor Julio Llamazares permite constatar que la crisis económica sigue haciendo estragos en la península. Pero lo que más nos llama la atención es que lamente que el número de librerías existentes sea inferior a cinco mil. ¿Se imaginan? ¡Cinco mil! Una cifra que, en el caso del Perú, suena a ciencia ficción. Más allá de las obvias diferencias, se trata de un asunto crucial que también nos concierne. ¿Cuántas librerías hay en nuestro país? Si decimos que son un centenar, probablemente estamos exagerando. Desde luego, nos referimos a establecimientos con todas las de la ley, que venden novedades y no libros de segunda mano. Fuera de Lima, el panorama siempre fue desolador. Tal vez haya mejorado algo, pero no olvidamos que, en el interior, las librerías solían contarse con los dedos de una mano. ¿Cómo hacen los universitarios provincianos para procurarse los títulos necesarios para su formación? ¿Y los ciudadanos de a pie, aquellos que simplemente disfrutan del placer de la lectura? Por otra parte, el precio de los libros es un serio escollo. Si bien se ha prorrogado la exoneración del IGV, las ediciones importadas suelen ser prohibitivas.

Por supuesto, si se compara la situación actual con la de una década atrás, se nota un progreso. Sin embargo, los indicadores son ambivalentes. La última Feria Internacional del Libro de Lima congregó a más de medio millón de asistentes, lo que no significa que haya igual cantidad de lectores ni suficientes librerías en el mercado. Entonces, ¿de dónde salen tantos expositores? Muchos de estos son seudolibreros que aprovechan la ocasión para rematar saldos y otros venden libros usados, además de revistas atrasadas, fascículos, discos, películas, afiches y baratijas diversas. El resto del año, se desvanecen.

¿Las librerías están condenadas a desaparecer? Al menos, según lo que ocurre en España, en un mundo cada vez más deshumanizado, parece que sí. A la larga, los lectores se limitarán a comprar libros por Internet o a descargarlos en sus soportes informáticos. Aquellos pequeños establecimientos en los que los libreros conocían los gustos de sus clientes y les daban recomendaciones oportunas constituyen una especie en vías de extinción. En cuanto al Perú, pese al repunte de la industria editorial, daría la impresión de que hay otras prioridades. Por lo pronto, está claro que hoy es más importante abrir restaurantes que librerías.