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Fragmentados

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Que la izquierda peruana tienda a fragmentarse no es novedad. Basta ver lo que sucedió en 2016 entre los legisladores del Frente Amplio, o lo ocurrido recientemente con Nuevo Perú, que terminó con la salida de cuadros valiosos como Glave, Huilca, Pariona y Arce. Con eso, la izquierda partidaria demuestra que mantiene intacta su capacidad para borrar con una mano lo que hizo con la otra. Pero tendemos a obviar otra verdad: que esa fragmentación ocurre también en la orilla opuesta.
En Perú, de hecho, la derecha está bastante más fragmentada, dividida en una decena de movimientos diferenciados solo por el logo partidario. ¿O acaso Fuerza Popular, Solidaridad Nacional, Apra o Contigo, por mencionar a los conocidos, son grupos que ofrecen algo realmente distinto entre sí a los electores y al país?
Si la izquierda es difícil de entender en sus distintas dimensiones, la derecha lo es aún más porque ni siquiera se define como tal. Además, es difícil llamarlos de derecha cuando sus motivos parecen más mercantilistas que principistas. En esa burbuja suelen moverse con base en intereses, no en principios. Es así como tranquilamente un candidato que estuvo antes con el fujimorismo puede convertirse rápidamente a “solidario” o a “ppkausa”, y viceversa. En el Congreso pasado, era difícil saber para quién trabajaba cada quién pues en el fondo eran lo mismo.
Pero hay diferencias en las fragmentaciones. La de la derecha, poco analizada y cuestionada, ha resultado ser su mejor arma para abarcar más, haciéndole creer al elector que son algo distinto cuando no lo son. Por eso debería quedar claro que esa división no revela una pluralidad, a pesar de que parezca que existan partidos con colores e historias distintas. Esa es la realidad que muchos prefieren no abordar.
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