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Esa izquierda engullida de poder

“De las motivaciones de su endose de votos al golpista de Castillo no me voy a referir, siempre ha sido clara la postura de la izquierda de hacer lo propio con cuanto candidato con posibilidad de ganar le tocara enfrentar al partido naranja”.

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Toda persona está llamada a aprender de sus errores, a saber reconocerlos y, en su caso, hacer frutos de arrepentimiento, máxime si se trata de quien aspira a un cargo de elección popular o lidera una organización política. Me refiero a la excandidata presidencial y excongresista de la República Verónika Mendoza, quien ha vuelto a la palestra política, al menos en los últimos días en los que se le ve en varias apariciones y dando entrevistas a la prensa. Una de ellas motiva mi columna, la que concedió al periodista Nicolás Lúcar vía Exitosa Noticias, donde tajantemente expresó haber apoyado (2021) la candidatura de Pedro Castillo en la segunda vuelta para frenarle el paso a la mafia fujimorista “y de esa decisión no nos arrepentimos ni nos vamos a arrepentir”.
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De las motivaciones de su endose de votos al golpista de Castillo no me voy a referir, siempre ha sido clara la postura de la izquierda de hacer lo propio con cuanto candidato con posibilidad de ganar le tocara enfrentar al partido naranja. No obstante, visto lo desastroso que fue el gobierno de Castillo y compañía —marcado, en mi opinión, por la mediocridad, la trapacería, la improvisación, la corrupción y otros males—, y a juzgar por los procesos de investigación que se ventilan en el Ministerio Público contra el otrora jefe de Estado, sus ministros y entorno palaciego —gestión que coronó vilmente con una pretendida ruptura del orden constitucional—, se esperaba a todas luces de Verónika un mea culpa.
Aunque condenó la intentona golpista en las redes sociales, Mendoza guardó infortunado silencio durante toda la gestión del hombre del sombrero, inclusive cuando puso como ministros y demás altos cargos en el aparato estatal a personas con sindicación de violencia contra la mujer y entorno familiar o de cercanía con grupos terroristas, la primera de estas un caballito de batalla de la izquierda.
Fue tan estridente su silencio, por ejemplo, cuando fue descabezada la PCM de uno de los cuadros más resaltantes de la izquierda y que venía de presidir el Congreso, la abogada Mirtha Vásquez, para ser reemplazada por el resistido y efímero Héctor Valer, ahí enmudeció, como en tantos escandaletes del gobierno del lápiz.
“Consecuencia”, “igualdad”, “meritocracia” suenan huecas si no se es capaz de dar satisfacciones al país por haber coadyuvado a llevar a un impresentable a Palacio de Gobierno y no escudarse en que su secuela, la actual administración, es la peor de todas. Ahí no le quito razón, pero a cada gobierno le juzgará la justicia ordinaria y la historia, a esa cita no podrán faltar y recibirán el castigo que correspondan sus actos.
Fue esa izquierda engullida de poder la que acabó con la ilusión de jóvenes e independientes. Carguen su cruz nomás.
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