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Colombia: ¿por fin la paz?

El escenario político preelectoral en Colombia se desenvuelve en medio de dos grandes tensiones: la negociación entre el gobierno del presidente Santos y las FARC, y la abierta polarización electoral entre el bloque político liderado por el actual mandatario y el que encabeza el expresidente Uribe, opuesto a la negociación y partidario de una derrota militar de los grupos armados.

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Fecha Actualización
Santiago Pedraglio,Opina.21spedraglio@peru21.com

Las negociaciones entre los delegados del gobierno de Santos y las FARC ocurren en La Habana, teniendo como garantes a los gobiernos de Cuba y Noruega, y como acompañantes a los gobiernos de Venezuela y Chile. Esta semana, más precisamente el miércoles 6 de noviembre, los negociadores llegaron a acuerdos sobre el segundo punto de la agenda de negociación: participación política; es decir, consensos sobre "Derechos y garantías para el ejercicio de la oposición política en general, y en particular para los nuevos movimientos que surjan luego de la firma del acuerdo final". Dicho más claramente: garantías para la conversión de las FARC en una fuerza política legal.

Los puntos de la agenda negociadora son seis. Hasta el momento han avanzado en dos. El primero, acordado hace ya algunas semanas, es el de una nueva política de desarrollo agrario integral; el segundo, el referido a la "participación política", recién mencionado. El tercer punto abordará un tema clave, el "Fin del conflicto"; y el cuarto es "Solución al problema de las drogas ilícitas".

El cronograma electoral (las presidenciales son el 25 de mayo del 2014) obligará a apurar estas negociaciones, que avanza en medio de una gran incertidumbre sobre sus resultados finales. No obstante, la sola posibilidad de que el presidente Santos (a quien nadie calificaría de izquierdista o nacionalista) conquiste el proceso de paz, ya hace presuponer la consolidación de un clima que permitiría avanzar en la integración regional, impulsar aún más el desarrollo de Colombia, y disminuir de manera drástica la influencia del narcotráfico en la economía y la política de la región.