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Un rey fuera de control: Carlos III y su intolerancia a la frustración

“¡No puedo soportar esta maldita cosa!”, dijo a regañadientes el rey Carlos III durante una ceremonia de firmas en el castillo de Hillsborough, cerca de Belfast, en Irlanda del Norte. Una grosera respuesta que sumó más pruebas a su ya conocido mal temperamento. Pero este no fue un episodio aislado. Dos días antes, también mostró su mal manejo de emociones cuando dejó notar los dientes enfurecido para que retiren un estuche de lapiceros del escritorio durante su proclamación como nuevo monarca. ¿Ahora la monarquía inglesa caminará a punta de rabietas o solo fue un exabrupto causado por la pérdida de un ser amado y la presión de las nuevas responsabilidades?

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Fecha Actualización
“¡No puedo soportar esta maldita cosa!”, dijo a regañadientes el rey Carlos III durante una ceremonia de firmas en el castillo de Hillsborough, cerca de Belfast, en Irlanda del Norte. Una grosera respuesta que sumó más pruebas a su ya conocido mal temperamento. Pero este no fue un episodio aislado. Dos días antes, también mostró su mal manejo de emociones cuando dejó notar los dientes enfurecido para que retiren un estuche de lapiceros del escritorio durante su proclamación como nuevo monarca. ¿Ahora la monarquía inglesa caminará a punta de rabietas o solo fue un exabrupto causado por la pérdida de un ser amado y la presión de las nuevas responsabilidades?
Es verdad que Carlos de Gales asumió el trono después de una larga espera –e inevitablemente lo acompaña el peso de ser comparado con una queridísima reina, como lo fue su madre Isabel II–; sin embargo, lo prepararon toda su vida para este momento y, como el protocolo lo exige, su comportamiento debe ser intachable. ¿Pero por qué entonces se le nota así? ¿La frustración de haber vivido tanto tiempo bajo la sombra de una mamá reina, de fuerte carácter, que no le permitió ejercer antes, que no le dio la confianza para ello?
FRUSTRACIÓN E IRRITABILIDAD
“Hay un tema de intolerancia a la frustración y es común en este tipo de personas que viven una vida especial, privilegiada entre comillas, porque tienen mucha soledad. En algunos casos, sufren depresión. El rasgo de intolerancia a la frustración se puede ver como un síntoma de irribitalidad, y eso es muy común en la depresión. No solo es la tristeza”, dice el psicólogo Gonzalo Elías.
El especialista también menciona que vivir a la sombra de su madre crea mucho conflicto en una persona vanidosa y narcisista, como aparenta ser el monarca. La exreina le ha dejado una valla alta en popularidad. Así lo demuestran las grandes colas que se forman para despedirla y no solo ingleses, sino personas de todo el mundo.
“Es bien difícil mejorar tu conducta si has tenido ese tipo de vida y el carácter lo tienes muy forjado, pero también hay unos temas, seguramente, de salud mental. Por ejemplo, que le moleste ensuciarse, con la tinta del lapicero, parece ser un síntoma de obsesión. Las personas obsesivas tienen mucha dificultad para tolerar la suciedad. Entonces, se angustian y se estresan mucho. También se puede decir que tiene problemas de ira”, analiza Elías.
¿La situación habría sido distinta si el rey Carlos III asumía la corona a una edad más temprana? Tal vez sí, para él porque “le hubiera subido la autoestima”. Sucede que al tenerlo todo puede nacer un complejo de inferioridad porque “se sienten inútiles, improductivos, sienten que su vida no tiene mucho sentido”.
EL PESO DE SER REY
Vivir en un mundo cuadriculado de formalidades y protocolos te puede hacer tan dependiente que, cuando una situación no planeada sucede, todo se escapa de las manos y la verdadera personalidad emerge.
“Carlos ha sido príncipe tanto tiempo que eso interactúa con el carácter. Pero entre lo estricto y saber que lo están comparando con una persona que fue soberana por 70 años es casi como hacer todo teniendo una película al costado que te muestra cómo lo hacía el otro o cómo esperan que lo haga él. Además, entiendo que la gente tuvo claro que él es una persona diferente. Debe ser bien difícil”, señala el psicoterapeuta Roberto Lerner.
A cierta edad, es más difícil adaptarse a determinadas situaciones, pero lo que “nunca va a cambiar es el estilo, el carácter y la manera de sentir las cosas. No he visto jamás a un tímido convertirse súbitamente en un anfitrión de un reality. No creo que sea posible”, añade Lerner.
¿DESBORDADO POR LA PÉRDIDA?
Es innegable que la muerte de una persona amada hace aflorar tu lado más vulnerable y el rey no está exento de este sentimiento. Así que, por más ceremonia escrita en piedra, existe un luto que cada persona lleva como mejor puede. De hecho, al quinto día de sus labores reales, se tomó su primer día de descanso.
“Creo que lo que hay que decir es cómo, a veces, cuando la gente está muy apenada, pierde un poco el control de las situaciones más sencillas, porque tampoco es para tanto mancharse los dedos de tinta que sale con un poco de agua. Los ingleses son la antítesis de la espontaneidad. Para ellos debe de ser todo muy formal. Pero también creo que la idea del duelo como un activador de la falta de control sí habla mucho de la persona y su futura conducta. Su comportamiento con su exesposa Diana y el casamiento posterior con Camilla no hace más que demostrar su tozudez”, explica la psicoanalista Matilde Ureta de Caplansky.
Las críticas no se hicieron esperar, pues no es la conducta pública normal de un monarca. “Esa demostración es muy mala para él, no es nada simpática, ni creo que les guste a los ingleses. Va en contra de todo lo digno, elegante y lo que es más importante, el control de tus afectos”, añadió la profesional.
Así, pues, queda por saber qué está pesando más en este comportamiento real: ¿el dolor por el fallecimiento de su madre o la frustración por empezar un mandato casi al epílogo de su vida?
DATOS
La reina Isabel murió a los 96 años en Balmoral, el jueves 8 de setiembre, tras siete décadas en el poder. Dos días después proclaman a Carlos III como nuevo rey. Los homenajes y ceremonias a la monarca británica continúan.La llegada ahora del anciano y poco querido Carlos III abre un periodo delicado para una monarquía que resistió a las crisis durante el largo reinado de su madre. Carlos prometió igualar la dedicación al cargo de su “amada mamá”.
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