Santa Rosa es arte

La primera santa canonizada del Nuevo Mundo, patrona del Perú, de América, de las Indias y de Filipinas. Beatificada en 1668 y elevada a santidad en 1971 por el papa Clemente X. La figura de Santa Rosa de Lima nunca se limitó solo al ámbito religioso. Más bien, desde sus inicios su maravillosidad se extendió al ámbito cultural.

Habría que enumerar los detalles que fascinaron tanto a Roma como a toda Europa y el Nuevo Mundo. Santa Rosa —venerada, sufrida, piadosa, hermosa— fue, en tanto una santa religiosa, también un ícono, una manifestación del arte.

Ya mencionaba el historiador jesuita peruano Rubén Vargas Ugarte (1886-1975), en su opúsculo Santa Rosa en el arte, lo popular que se hizo el culto a la santa limeña, un hecho que provocó que varios artistas se esmeraran desde muy temprano a trasladarla al lienzo y otras formas de arte. Explica el historiador que esta fascinación combinaba el atractivo físico con una superior hermosura proveniente de la santidad.

El experto Ramón Mujica Pinilla profundiza aún más en su fundamental estudio Rosa Limensis en el valor simbólico y político que alcanzó la figura de Rosa de Lima. Detalla en el capítulo “Rosa y su teología del ícono” los visos políticos que alcanzó la imagen de la santa. Como el hecho de que en el virreinato aparezca como una defensora de la Eucaristía ante la Corona española. Cuenta Mujica que el entierro de Rosa fue apoteósico. Serviría también para que el pintor italiano Angelino Modoro hiciera un retrato póstumo (1617) que perdura hasta nuestros días y que, a su vez, ha asistido de modelo para ilustraciones posteriores. Un viaje que continúa en el arte contemporáneo y nos permite recordar la importancia de la santa limeña para el mundo, desde el Barroco hasta nuestros días.