No existe un tiempo determinado para superar un duelo, la sensación de vacío y tristeza puede ser más fuerte.
No existe un tiempo determinado para superar un duelo, la sensación de vacío y tristeza puede ser más fuerte.

Unión puede ser la palabra que mejor describe la . Esta celebración suele despertar la reflexión y la emoción de reunirse con la familia, amigos y los seres más queridos. Las luces de colores de la decoración de la casa, los regalos que se escogen con anticipación, los días libres –lejos del ajetreo diario– hacen que el calor familiar sea una de las mejores medicinas para terminar el año.

La Navidad es una fecha para estrechar lazos, recordar las historias familiares que tanto nos pueden hacer reír y compartir en la complicidad e intimidad del hogar los mejores momentos. Pero, ¿qué hacer cuando un miembro de la familia ha fallecido? Una de las preguntas que aparece de pronto puede ser: ¿Qué hay por celebrar?

En casa, la Navidad nunca fue la fecha más esperada, pero la modesta cena navideña era importante porque contar con la familia completa resultaba gratificante. Esas seis personas reunidas alrededor de una mesa circular se sumaban a la tradición de fin de año y compartíamos con emoción la compañía que otros días no era fácil de tener.

Todos sabemos que el ambiente navideño se vive desde antes que llegue diciembre. En noviembre de 2007, el golpe más duro para mi familia llegó: mi hermana mayor falleció de cáncer después de intentar superarlo con meses de tratamiento. Las semanas siguientes fueron aún más difíciles. No saber entender la situación y buscar responsables ensombreció el ambiente familiar.

Aquella Navidad fue la más complicada. Esperábamos compartir con la familia y fortalecer los lazos que sabíamos habían sido lastimados por los reclamos y las culpas. El espacio donde debía sentarse ella estaba vacío, y comer en silencio no fue la mejor opción. Todo sucedió tan rápido que por un momento creímos que no debimos intentar continuar con la costumbre.

Los meses continuaron, las heridas no lograban sanar pero los reclamos fueron cesando. Tener que sobrellevar la ausencia de una persona querida que has visto sufrir no es una experiencia sencilla. Para la psicóloga clínica Carolina Florez, todo grupo familiar tiene pérdidas y es imposible pensar que no habrá recambio generacional, pero “las pérdidas son más dolorosas cuando precede de una enfermedad que ha producido sufrimiento, o una muerte súbita”. Y en este contexto es difícil no tener sentimientos de rabia, pena o culpa por estar juntos con una persona que amamos ausente.

¿Es posible celebrar la Navidad estando de duelo? En casa dejamos de hacerlo. El ambiente familiar y la intención de compartir se fueron diluyendo como la presencia de mi hermana en las conversaciones. Quizá la mejor opción pudo ser buscar consuelo entre nosotros, pero preferimos convencernos de que en casa no se viviría más la Navidad.

¿Qué es lo más recomendable? Tener la compañía de las personas en las que más confiamos nos permitirá expresar con sinceridad lo que sentimos. Florez dice que todos los que sienten la pérdida deben sumarse al objetivo en común “de pasar un buen momento actual juntos, unidos por la intimidad y la experiencia de la ternura genuina”.

No existe un tiempo determinado para superar un duelo, la sensación de vacío y tristeza puede ser más fuerte. Alguna vez alguien me dijo: “La muerte de un ser amado deja una herida muy profunda que con el paso de los años se convierte en una bonita cicatriz por los momentos vividos”.

Saber superar la ausencia de una persona querida en una fiesta como la Navidad nunca será fácil. No hay un tiempo determinado para llevar un duelo, y saber lidiar con la ausencia no significa que nos olvidamos del ser amado. Parafraseando a Florez, las personas que hemos sufrido una pérdida debemos dejar la posición de víctima para tener una actitud que nos permita valorar las cosas que el presente ofrece para conectarnos con otros sentimientos, vincularnos con nuestros semejantes y así poder contar con todas las redes de apoyo que se dispone.

Puede ser inevitable comparar las navidades, pero es importante rescatar lo mejor de cada una, lo anecdótico, tal vez, lo que puede arrancarnos una sonrisa. “Es importante acompañarnos de personas con las que nos resulta establecer un lazo de ternura e intimidad. Es la ternura la que da calidad al vínculo y disminuye el monto de la angustia”, me dice la docente de la Universidad Cayetano Heredia.

Hace apenas unos días finalizó mi terapia psicológica. En casa, esta Navidad será distinta. Volveremos a compartir como si fuera la primera vez. Hay emoción y servirá para dar lo mejor de sí en un momento de unión. Las penas no sanan. Las penas se calman. La cicatriz está presente, las dudas como “¿qué pensaría de lo que ha sucedido en estos años?”, no se disipará. Pero las culpas y reclamos ya cesaron. Al inicio puede parecer muy difícil, casi imposible, pero el momento de calma que trae cada tormenta siempre llega.

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